Es innegable que las redes sociales se han convertido en un componente esencial de la sociedad y que permiten una comunicación masiva y a la vez directa con miles, o millones de personas. Para la comunicación gubernamental, las redes se convierten en una poderosa herramienta de difusión de sus políticas, sus gestiones y su visión para el país. Las redes son un aliado poderoso para un presidente; pero eso no significa que el manejo de estas redes deben ser tomadas a la ligera o de manera improvisada.
No es lo mismo comunicar vía Twitter como uno de los canales de difusión que se manejan que creer que basta con publicar un tuit para hacer política pública y, en última instancia, gobernar desde los 280 caracteres.
Durante el paro de junio de 2022, esa concepción erronea de la omnipotencia de las redes se evidenció en la comunicación del presidente Guillermo Lasso. Durante los días de convulsión, Twitter se convirtió en la red predilecta de comunicación de un presidente al que muchos acusaron de ausente. Es cierto que Lasso transmitía sus mensajes más importantes en cadena nacional, en televisión abierta, pero su interacción directa con los medios de comunicación masiva se limitaron a esos videos producidos, con guion en teleprompter y una oratoria empantanada y lenta.
Por lo demás, el presidente lanzó decenas de tuits con las ofertas que había realizado durante los primeros días del paro (promesas, una vez más, en un país que empieza a necesitar acciones). Los videos, donde se detallaban las promesas, por una serie de razones, no tuvieron ni la difusión ni la interacción esperadas; aún así, se insistió en ese formato durante dos semanas. Dos semanas de conversación en una cámara de eco alimentada de cuentas sospechosamente troles que alababan al presidente. El resto del Ecuador, en silencio.
Hasta este punto, sin embargo, podría pensarse que estamos hablando de un error de comunicación del gobierno de Lasso, que ha demostrado en el pasado no poder gestionar las crisis a las que se ha enfrentado. Se podría decir que estaba mal asesorado, que su departamento de comunicación no tiene capacidad de autocrítica y que no han entendido uno de los pilares fundamentales de la comunicación gubernamental, donde se debe comunicar para todos los mandantes.
El problema mayor surge cuando el presidente limita sus apariciones a cuarteles militares y el salón amarillo de Carondelet, donde conversa con aquellos sectores del Ecuador con los que está de acuerdo; mientras tanto, al diálogo con el movimiento indígena envía a un ministro y él se sienta en la sala de su casa a ver el diálgo a través de Facebook Live.
Esta acción consolida dos percepciones ciudadanas que pueden seguir minando la confianza popular en el gobierno de Lasso: primero, se reafirma la idea de un presidente ausente, refugiado en su castillo y que solo aparece cuando va a estar rodeado de alabanzas; y segundo, permite a sus opositores consolidar la narrativa de un presidente que vive en una burbuja elitista y que no respeta a los sectores populares, que no son dignos ni de su tiempo. La gran mayoría de campesinos de la Sierra no tienen cuenta en Twitter, señor presidente, y ellos también deben recibir su comunicación.
Si a esto sumamos otros errores garrafales como el hecho de que un ministro rectificó en un espacio en vivo de Twitter un decreto ejecutivo, seguimos descendiendo en la espiral de que el gobierno cree que las redes sociales son el país y desde ahí se puede construir el país que ellos desean.
Claro, es cómodo gobernar desde Twitter, por más tóxico y conflictivo que este espacio pueda llegar a ser. Es cómodo porque se pueden comprar granjas de bots que aplaudan cada frase que diga el presidente, es cómodo porque algunos de los principales defensores del gobierno tienen cuentas con miles de seguidores que también aplaudirán el gestionar del ejecutivo y es cómodo porque cualquier ataque o crítica se estrella contra una muralla, una pantalla que blinda al presidente.
Sin embargo, Lasso tarde o temprano deberá salir del espacio digital para gobernar desde el mercado, el puerto y el campo. Con 280 caracteres no se construye un país, señor presidente.
Comunicador Social graduado por la Universidad del Azuay en el año 2020; apasionado desde pequeño por el periodismo, la política y las temáticas sociales. Orgullosamente latino, ha tenido la oportunidad de vivir en países como Brasil y Chile, además de su natal Ecuador. Inquisitivo y crítico, gusta de hacer trabajo periodístico que combina la fotografía y la escritura.