Hay una frase que me ronda desde hace unos días -parafraseando a Oscar Wilde-, sé tú mismo, todos los demás ya existen.
Esta que sin duda es una necesidad y debería ser una demanda transmitida a lo largo de la vida de la persona, me ha hecho pensar en los niños, adolescentes y jóvenes que crecen intentando parecerse a otros, procurando ser como otros.
No me refiero a los valores y comportamientos que aprenden fruto del ejemplo positivo de quienes los rodean –padres, abuelos, hermanos, profesores-, ni a la emulación de alguien que visto como modelo puede constituir una motivación para superarse cada vez, sino al impulso consciente o inconsciente que les lleva a mimetizarse con pares de su entorno, por la necesidad de pertenecer a un grupo o al menos para no ser objeto de acoso o bullying; o, a aquellos casos –algunos muy graves- en los que son “reclutados” en el entorno presencial o virtual y transformados en sus propios némesis.
Creo profundamente en la necesidad de que existan normas que permitan la convivencia armónica en sociedad, también abogo por cultivar y cumplir aquellas básicas del respeto y consideración entre los miembros de la especie humana y entre generaciones, creo que no debe caer en desuso la obediencia debida y el principio de autoridad, lo que no obsta para que también propugne el respeto a la individualidad y valore en su justa medida la importancia de ser uno mismo. Lo uno no quita lo otro.
Paseando la mirada por las páginas de algunos libros, me encontré con otras frases que vienen al caso, el protagonista de Al sur de la frontera al oeste del Sol, novela de Haruki Murakami dice: en la adolescencia “abandoné mis peculiaridades y me convertí en un chico como los demás”, a lo largo de los siglos esto ha pasado a la mayoría de personas, mucho más en esa etapa de la vida en la que están y hemos estado en una búsqueda a veces frenética por hacernos un espacio en el mundo.
Que importante es tener cerca personas que acompañen el camino y guíen a los jóvenes para que vayan afincando su identidad, su personalidad, su yo.
Como me suele pasar con frecuencia –no sé si a ustedes-, de un pensamiento importante como el que acabo de compartir, me traslado violentamente a otros menos trascendentes e incluso banales, como las poses o transformaciones que adoptan los candidatos a algo.
En las campañas electorales asistimos a representaciones, con buenos –pocos-, malos y peores actores, que se muestran no sólo sonrientes, afables, cercanos, simpáticos, pretendiendo saber no sólo lo que necesitamos sino lo que queremos los votantes, ofreciendo resolver todos los problemas de la ciudad, la provincia o el país. Más de una vez me provoca retarlos –no sé si a ustedes- y decirles sé tú mismo. Pero, la demagogia no es lo peor, sino las posturas y más que eso las imposturas: los mayores queriendo parecer jóvenes, los jóvenes pretendiendo parecer mayores, o peor queriendo convencernos los unos y los otros de que lo saben todo, que son los ungidos.
Vuelvo a los niños, adolescentes, jóvenes, adultos, adultos mayores, a las personas en general para insistir en la importancia de ser uno mismo, con virtudes y defectos pero auténticos, responsables y dispuestos a asumir las consecuencias de los actos.
Sobre los candidatos –iba a decir políticos pero la mayoría no lo son-, me dirijo más bien a los electores, para invitarlos a dirimir, a valorar las ofertas, pensando en la ciudad, pensando en la provincia, pues parafraseando a Murakami –en su libro de relatos Primera persona del singular-, hay candidatos expertos en cambiar la dirección de la luz y eso “convierte la sombra en claridad y la claridad en sombra; lo adecuado en improcedente y lo improcedente en adecuado”, por ello, para elegir mejor,tratemos de verlos sin sus máscaras, exijámosles sean ellos mismos y no sus personajes. Enterémonos de su trayectoria, informémonos y exijamos a la prensa, medios de comunicación, periodistas y actores de opinión que escudriñen –en el buen sentido del término- en el historial público de los aspirantes, para beneficio de la ciudad, la provincia y de la gente.
Por si a alguien le molestó, me disculpo por el parangón, pero en uno y otro caso, ser tú mismo es lo mejor.
Imagen de portada: tomada de https://dibujando.net/
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.