En los últimos meses he transitado por las carreteras que comunican Cuenca con Guayaquil, Quito y el Oriente. Al recorrerlas he pensado mucho en el significado de comunicar y conectar, es decir “establecer medios de acceso entre poblaciones o lugares” y “establecer comunicación entre dos lugares, o entre un lugar y otro”. Las carreteras comunican y conectan no sólo a los lugares sino a las personas, permiten el encuentro, el acercamiento, la posibilidad de intercambios, de negocios, dinamizan la vida, la economía, permiten acceder a bienes y servicios necesarios, nos posibilitan conocer los territorios y a las personas que los habitan, aportan a ampliar la perspectiva sobre el mundo que nos rodea, el que hemos visto y el que quisiéramos ver.
Pero para que esto ocurra en condiciones, es necesario tener buenas carreteras, vías que permitan circular a salvo de peligros, con tranquilidad, con la posibilidad de regocijarse en el trayecto de las maravillas que la naturaleza nos regala, los paisajes hermosos del páramo, los nevados eternos, las montañas verdes o coloridas, como hermosas mantas bien armadas por las manos trabajadoras de hombres y mujeres de la serranía, la selva oriental y las especies que la habitan, disfrutar de los distintos climas, la vegetación y los productos que la tierra y el trabajo proveen.
He recordado reiteradamente el poema del gran Mario Benedetti “El sur también existe” y he pensado que los gobernantes de este hermoso y amado país deberían sin pretextos, sin excusas y sin dilaciones entender que EL SUR TAMBIEN EXISTE, que las provincias de Azuay, Cañar, Morona Santiago, Loja, Zamora Chinchipe, son parte del Ecuador, merecen el mismo trato y la misma atención que las otras.
No son las inclemencias de la naturaleza las responsables, es el olvido de los distintos gobiernos, es la desidia de los ministros, es la falta de acción y reclamo firme de las autoridades locales. Invito a unos y otros a que viajen en sus propios vehículos, sin previo aviso, para que verifiquen in situ y de primera mano, los peligros a los que estamos expuestos los conductores y pasajeros durante todo el trayecto por las provincias del sur: sortear los baches o más bien los cráteres que hay en las carreteras; cuidarnos al extremo para no derrapar cuando abruptamente se termina la capa asfáltica; rogar que no se nos reviente una llanta porque en los charcos de agua y lodo no podemos ver por dónde vamos a pasar y qué podemos pisar; esquivar las rocas enormes que han caído de la montaña o las grandes cantidades de tierra de los derrumbes o deslaves –algunos no lo logran-. Sería bueno que comprueben que no se ha dado mantenimiento a las vías desde hace muchos años, no existen nuevos trazados en donde hace falta, no hay nueva capa asfáltica, ni rehabilitación del sistema vial, en varios tramos las líneas de señalización casi han desaparecido, en fin, lo que se necesita para tener carreteras que merezcan llamarse de primer orden.
Viajen por tierra para que constaten las diferencias abismales entre las carreteras del norte y las del sur –para que conste, sigo hablando sólo del Ecuador-.
Sabemos los desastres ocurridos en la Cuenca – Molleturo – Naranjal. El kilómetro 49 con un nuevo deslave, derrumbes, cierre de la vía se ha vuelto casi un lugar común, parte de una horrenda “normalidad”. Situaciones similares se suceden en las otras provincias del sur y en otras zonas de las carreteras del Azuay.
Las autoridades del Ministerio de Transporte y Obras Públicas deben priorizar la reconstrucción vial del Austro del país –al revisar la página del MTOP no aparece-. Las autoridades provinciales y cantonales deben reclamar con hidalguía pero con firmeza, que se atiendan las necesidades viales de las provincias del sur. El Presidente de la República que dijo haber recorrido el país y conocer sus necesidades debe dar respuesta a las mismas.
La Constitución prohíbe la discriminación por cualquier causa, sin duda los habitantes del sur hemos sido y seguimos siendo discriminados por los gobiernos de turno.
No podemos dejar de reclamar, no es nuestra responsabilidad hacer las obras, hay instituciones y autoridades a quienes corresponde. Podríamos decir también que es la hora de que se nos atienda porque tenemos un ministro nacido en esta tierra, ya hemos tenido otros y no han cumplido con Cuenca y el Azuay. Debemos seguir reclamando lo que por derecho y justicia nos corresponde. Debemos también al momento de elegir, votar por autoridades que den la talla, que tengan los arrestos para defender los derechos de las personas que vivimos al sur y concretamente en Cuenca y el Azuay.
Debemos seguir levantando la voz, para que sepan que aquí estamos, que no hemos desaparecido. Como dice Benedetti:
con su esperanza dura /el sur también existe…/ pero aquí abajo abajo/ cada uno en su escondite/ hay hombres y mujeres/ que saben a qué asirse/ aprovechando el sol/ y también los eclipses/ apartando lo inútil/ y usando lo que sirve/ con su fe veterana/ el Sur también existe…/ pero aquí abajo abajo/ cerca de las raíces/ es donde la memoria/ ningún recuerdo omite/ y hay quienes se desmueren/ y hay quienes se desviven/ y así entre todos logran/ lo que era un imposible/ que todo el mundo sepa/ que el Sur también existe.
Portada: imagen tomada de weheartit.com
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.