DE LA ÉTICA Y LA MORALIDAD
Cuando se habla de ética, suele con frecuencia confundirse los términos y aplicarla a casi cualquier cosa. Es común aplicar los términos ética y moral indistintamente. Suele también pensarse que la ética se corresponde con una especie de reglas rígidas de comportamiento, tales como no matarás, no robarás, no mentirás. Se piensa también que la ética tiene que ver, casi exclusivamente, con el comportamiento sexual. Igualmente es frecuente considerar que la ética tiene que ver con preocupaciones de orden religioso, o por lo menos, con un código de conducta o comportamiento moral.
En realidad la ética hace parte de la filosofía, poniendo su atención en la moral e intentando analizar el fenómeno de la moralidad y elaborar teorías coherentes que den cuenta de la naturaleza, la función y el valor de los juicios morales. Todos, de manera inevitable producimos opiniones o juicios morales, juicios de valor que nos permiten diagnosticar y evaluar el comportamiento de los otros, de las diversas y distintas situaciones presentes, pasadas o futuras, de la sociedad en su conjunto y de sus instituciones así como de nuestras propias acciones. Del mismo modo, tratamos de justificar racionalmente los juicios u opiniones que hacemos sobre tal o cual cosa y también sobre nuestras propias decisiones, a partir de lo que consideramos y creemos que es bueno o malo y por ende, correcto e incorrecto.
Así y todo, parecería que la ética es un asunto lejano y de análisis puramente académico que poco nos compete. Sin embargo, esta apreciación es errónea pues los juicios morales son de extraordinaria importancia en nuestras vidas, son tan habituales que son capaces de mostrar claramente, qué tipo de personas somos. Podríamos saber con cierta facilidad, si preguntamos tu opinión, tu juicio moral respecto de tal o cual asunto, entonces podremos saber quién realmente eres.
Los juicios morales que emitimos o escuchamos, muestran claramente el tipo de personas que nos gustaría ser, dicen también de la sociedad que anhelamos, de la ciudad en la que queremos vivir, de la vida quedeseo y espero. Los juicios morales nos orientan, por ejemplo, en asuntos tales como las amistades por las que sentimos empatía y aquellas que provocan antipatías. Y muy importante, nos ayudan a percibir los proyectos de vida en los que nos gustaría incursionar, invertir nuestro tiempo, recursos y energía. En definitiva, los juicios morales tienen enorme influencia en el tipo de vida que llevamos, o en aquella que queremos construir.
Es impensable una persona sin un grado mayor o menor, o incluso mínimo de moralidad de acuerdo a ciertos principios, en verdad, no hay nadie que pueda decirse ser amoral. Hacer juicios morales es ineludible. Cada asunto cotidiano o no que nos convoca, incitan una respuesta y motivan lo que pensamos, lo que decimos y hacemos, lo que omitimos o dejamos de hacer en consecuencia, y ello tanto si somos espectadores de una situación o actores directos en una circunstancia determinada. Sin embargo, no solo cuenta lo que pensamos, sino la posibilidad real de escoger entre distintas opciones y poder tomar decisiones acorde a nuestros juicios morales, sean éstos correctos o no.
Las evaluaciones morales que hacemos se basan en principios racionales y de alguna manera generales, es decir, no son de ningún modo arbitrarios. Puedo pensar por ejemplo, que algunos errores en la política pública pueden ser excusables, pero otros no lo son de ningún modo, por ejemplo, ciertas situaciones límite en la práctica médica, en tal caso, invocamos a ciertos principios que son valiosos. Algunas de las evaluaciones que hacemos y las acciones derivadas o no, pueden resultar realmente abrumadoras y altamente desconsoladoras. Pero también las evaluaciones morales refieren a asuntos muy cotidianos, menos complejos y de fácil resolución.
Las evaluaciones que hacemos diaria y cotidianamente sobre diversos asuntos y las decisiones y acciones que realizamos a su tenor, y que influyen notablemente en nuestra vida, corresponden a nuestra dimensión moral, aunque no siempre estemos conscientes de esto. Los juicios morales que hacemos pueden ser correctos y válidos, sin embargo, también pueden estar equivocados, ser erróneos y traer consecuencias nefastas, tanto a nivel personal como social y global. De esto tenemos ejemplos a diario, pensemos en las acciones indebidas sobre la naturaleza, la injusticia social, la discriminación, etc.
Dado que los seres humanos nos equivocamos con frecuencia por una serie de influencias, prejuicios, mitos, ignorancias, falsas ilusiones, etc. El pensamiento crítico nos permite ser más perspicaces en estos asuntos, y ser capaces de valorar y dimensionar correctamente las situaciones y obrar en consecuencia, no solo de un modo individual y personal, sino sobre todo colectivo y social en nuestra condición de ciudadanos. Un pensamiento crítico es capaz de tener en cuenta siempre los derechos de los demás en compenetración consciente con la justicia y en diálogo responsable con otras opiniones distintas y diversas. Pero el pensamiento crítico no es inanato, requiere de un nivel de desarrollo importante de la consciencia moral.
Es posible y necesario que la conciencia moral pueda desarrollarse, y en consecuencia nuestros juicios morales puedan ser cada vez más críticos, veraces y certeros. Esta ha sido una cuestión de interés y controversia tanto en la filosofía como en la educación. En realidad, las personas tenemos distinto grado de desarrollo moral así lo muestra el Psicólogo Lawrence Kohlberg, distinguiendo por lo menos tres estadios de desarrollo moral, a saber:
El estadio preconvencional, en ellos las personas toman la perspectiva del individuo particular. Lo que está mal se identifica directamente con aquello por lo que podrían castigarme, de tal modo que mi acción calza en el estrecho márgen entre el premio y el castigo. Del mismo modo, lo que está bien es aquello que me favorece de manera inmediata, lo que me produce satisfacción y aquello que es de mi interés. Obedezco según sean las consecuencias buenas o malas para mí. Por lo tanto, no se puede hablar de una autonomía sino de heteronomía, lo que significa que las causas externas determinan el tipo de acción que se debe o no se debe hacer.
En el estadio convencional, las personas adoptan la perspectiva de un individuo como siendo parte de una sociedad determinada. Así lo que está bien es hacer lo que las personas, la comunidad esperan que yo haga, esto es, cumplir con los papeles de amigo, madre, padre, estudiante, etc. Según lo que se considera ser una buena persona, tal como pensar en los demás, en general tener buenas intenciones. Lo que es bueno es respetar los compromisos contraídos, cumplir y respetar las leyes, salvo el caso de conflictos extremos con otros principios importantes y ser un ciudadano responsable. La acción está movida más bien por un querer agradar a los otros, cumplir expectativas que los otros tienen sobre nosotros. En definitiva, ser buenas personas, mantener relaciones de confianza, lealtad, respeto y gratitud. Lo justo es cumplir con los deberes que previamente se ha aceptado ante el grupo. Hago por tí lo que espero que hagas por mí.
El estadio postconvencional, corresponde al de mayor desarrollo moral, la conciencia individual logra conceptos abstractos como la justicia, la dignidad humana, la igualdad. Adoptan las personas que siguen grandes principios sobre los que debería fundamentarse una sociedad justa, así como también el respeto pleno a la naturaleza Esta es la perspectiva de la defensa de los Derechos Humanos, los Derechos de la Naturaleza y del bien común, por ellos mismos, más allá del mero interés personal o el cumplimiento con los modos que se esperan de nosotros en una sociedad determinada. La acción derivada es plenamente consciente, auténtica, precautelando en todo quehacer la igualdad y el respeto. Ghandi, Martin Luther King, la Madre Teresa han sido personajes que han llegado a éste nivel de desarrollo moral, cuya vida es conducente hacia la consecución de la justicia y de la lucha por la dignidad humana. Lo justo es seguir los principios éticos universales y basados en la razón, con los que se deberá determinar las leyes y los distintos acuerdos.
Aunque el estadio postconvencional es lo absolutamente deseable, no todos los individuos llegan a alcanzarlo, siendo penosamente minoritarios. En las condiciones del mundo actual se hace indispensable lograr a través de la educación para toda la vida y por los medios posibles un desarrollo importante de la conciencia moral. Según Kohlberg el desarrollo de la conciencia moral requiere de un nivel adecuado de razonamiento moral de las personas, es decir un desarrollo cognoscitivo avanzado, aunque ello, tristemente, no garantiza un desarrollo moral deseable.
Máster en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en Estudios Culturales por la Universidad del Azuay. Licenciada en Filosofía, Sociología y Economía por la Universidad de Cuenca. Ha ocupado altos cargos académicos en la Universidad de Cuenca como la Dirección de Posgrado, del Departamento de Humanidades de la Facultad de Filosofía, de la Junta Académica de la Carrera de Filosofía, fue profesora e investigadora de la Facultad de Filosofía; fue miembro del Consejo Académico de la Universidad. Actúo también como Directora de la Delegación Provincial Electoral del Azuay. Miembro del Colectivo Cuenca Ciudad para Vivir. Competencias académicas, ética, estética, filosofía de la cultura.