La palabra sobreesdrújula que lleva catorce sílabas y treinta y dos caracteres era repetida hasta el cansancio por los jóvenes en aquellos años sesenta, mientras una hermosísima Julie Andrews hacía las delicias de Dick Van Dyke y de aquellos que asistíamos al estreno de Mary Poppins al tiempo que se perdía en el cielo con su singular paraguas.
Igualmente, nuestro idioma pierde sus letras, sílabas y palabras en un remolino de presente en el que los mensajes de texto son abreviados hasta la deformación total del pensamiento. Las historias se suceden unas a otras, sin embargo, los adolescentes de hoy no tienen la capacidad para contarlas, puesto que el relámpago de las redes sociales sitúa a su imagen un instante, exactamente lo que dura la selfie; de esta manera no sólo se anula la voz, la palabra sino, sobre todo, la individualidad. Puesto que el espejo ya no está dentro de casa sino se ubica exactamente en el vacío inmenso del internet.
El tiempo es un compás entre el pasado y el futuro, sin embargo debemos estar conscientes de que vivimos en ese compás y es lo único que tenemos, por lo tanto, la temporalidad de nuestra existencia es única e irrepetible.
La grafía, es decir, la narración pierde esencia y el pensamiento crítico se anula; el vocabulario se destruye, los memes, el tik tok sustituyen a la frase larga y a la conversación pausada. No existen los adjetivos y los verbos dejan sus tiempos verbales; únicamente el presente que se acelera en un sinsentido sin diálogo.
Los libros y la lectura se eliminan como la reflexión y la lucha de escritores, profesores, académicos se convierte en un ejercicio incalculable como el de Sísifo y su roca al filo de la montaña. Las destrezas para la escritura a mano, el correcto uso del lápiz y la ortografía son prácticas del pasado y se ridiculizan; el cerebro humano admite estas diferencias y se habitúa.
Las anécdotas, refranes, trabalenguas y demás pericias desaparecen; convertidos en zombies de un presente inefable, nos diluimos a través del teléfono celular convertido en un órgano más de nuestro cuerpo. Los talleres de lectura, las horas de meditación sobre el texto, el lenguaje oral y escritural dan paso a la imagen en las series de televisión y el cine en casa.
El diálogo no existe y lo privado es exhibido de una manera procaz. Nunca como hoy la soledad se hace evidente y lo más doloroso es que aquellos que somos aludidos como de “la tercera edad” llevamos un enorme bagaje de historias sin contar; supercalifragilisticoespialidoso, así de simple, nada más.
Portada: foto de https://jupsin.com/
Poeta. Gestora cultural. Articulista de opinión. Ha recibido varios premios de poesía y al mérito laboral. Ha sido jurado en diversos certámenes nacionales e internacionales. Ha publicado diversas obras, así como Literatura infantil, Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y figuran en diversas antologías nacionales y extranjeras.