Mencionaré, apenas ahora y un poco de paso, las mentiras descaradas que usted dice en televisión nacional en cada entrevista a la que va. No hablaré de Hernán Luque, Rubén Chérrez o su cuñado Danilo Carrera. No es necesario hablar de corrupción para que su gestión esté en el fango; aún sin un Gran Padrino, su gobierno no puede sacudirse las etiquetas negativas que se le han colocado.
El tema de esta entrada no es la corrupción, porque existe un área donde su sonrisa petrificada e indolente duele más. Cuando habla de seguridad, o inseguridad para ser más exactos, demuestra la burbuja en la que su vida y sus asesores le han colocado; con razón aparece como muñeco ventrílocuo con una sonrisa de oreja a oreja, si es que no entiende que la inseguridad, los robos y el sicariato nos tienen en vilo a todos.
¿Cómo puede responder que todos los asesinatos son producto de la violencia entre bandas y que, por poco, todas las víctimas se lo merecían? ¿Cómo puede responder con una sonrisa, esa misma que viene esbozando desde tiempos de su primera campaña presidencial, cuando una madre clama por la muerte de su hija y una esposa llora ante el cuerpo inerte de su marido?
Fácil es decir que el problema en el país son las pandillas delincuenciales, correístas, narcotraficantes y cualquier otro epíteto que usted desee añadir para encuadrar la crisis a su favor. Lo difícil es hacer un mea culpa, reconocer las responsabilidades que recaen en su gobierno y tratar de rectificar.
Pero entiendo que para usted sea mejor irse por el camino fácil y evitar el difícil; al final, tiene un avión que tomar a Suiza, a Miami o al Vaticano y no puede perder el tiempo en nimiedades como otra muerte que genere conmoción nacional. No se preocupe, usted entregue un pésame redactado al apuro, diga que todo es un ajuste de cuentas entre sicarios y salga del país, para seguirle dando a María de Lourdes la vida de Vogue y Vanity Fair que parece haberle ofrecido en sus votos matrimoniales.
Solo esta última semana, nos han dolido los asesinatos de un decano de la Universidad Vargas Torres, de una estudiante de la UNEMI, de un candidato a alcalde en Salinas y de un agente de tránsito de la AMT. Usted respondió con fotos desde el Vaticano, un cuadro guadalupano para el papa y, sorpresa sorpresa, una sonrisa en el rostro. Un país no puede ser gobernado desde una felicidad elitista en medio del pesimismo generalizado. Su indolencia duele, y mientras el pueblo duela será muy difícil gobernar, comunicar y llegar a la ciudadanía.
Señor Lasso, cada vez que usted aparece feliz en una foto mientras el país se desangra, se desconecta más de la realidad. Deje esa alegría impostada, esa sonrisa congelada y maquiavélica, para los TikToks con Eduardo Maruri una vez que deje el Palacio de Carondelet, allá en 2025. Basta de responderle al pueblo con sonrisas falsas y desubicadas mientras nos duelen las balas, las ausencias y el miedo.
Comunicador Social graduado por la Universidad del Azuay en el año 2020; apasionado desde pequeño por el periodismo, la política y las temáticas sociales. Orgullosamente latino, ha tenido la oportunidad de vivir en países como Brasil y Chile, además de su natal Ecuador. Inquisitivo y crítico, gusta de hacer trabajo periodístico que combina la fotografía y la escritura.