Dos videos que circulan por las redes sociales: el de Kaviedes, en Tena y el de un cuchillero en Ibarra, nos demuestra el lamentable nivel formativo en que se encuentra la Policía Nacional, por causa de una doctrina profesional y jurídica mal enseñada y peor entendida por muchos de sus miembros.
La doctrina en una entidad castrense es fundamental y consiste en los fundamentos filosóficos y principios que guían en su trabajo. La actuación policiva en los casos de Kaviedes y del cuchillero demuestra que los policías están mal formados en su doctrina, pues conocen y aplican muy mal el uso progresivo de la fuerza y la legítima defensa. Con el gigantón y malcriado exfutbolista buscabullas se exceden: lo empujan, lo gasean, cuando resbala en el piso y cae, lo golpean; con en el amenazante armado, dubitan, casi que hasta temen actuar.
En los dos casos no se ve el procedimiento de lo que debería ser el fundamento policial y máxima de un agente del orden: “someter” al infractor. Como con Kaviedes, el policía no debe pelear a golpes con el infractor y tampoco castigarlo. Debe estar capacitado en artes marciales para inmovilizarlo con el menor rigor posible. El policía no es manco, pero con una persona desarmada solo puede usar la fuerza para aprehender, entre dos o cuatro agentes si hace falta, máximo poner en el piso al detenido, esposarlo, levantarlo, llevarlo al patrullero. Cualquier otro acto violento, peor como represalia, puede constituir tortura e implicar un proceso penal contra el policía.
Todo lo contrario, en el otro caso: algunos uniformados caminan junto a un hombre que avanza, con un largo cuchillo en la mano, y ningún policía atina a reaccionar. La norma jurídica de legítima defensa les autoriza a emplear fuerza para defender su integridad o la de los ciudadanos, a condición de se haga en el mismo momento que la agresión, en proporción con la misma y que la amenaza no la provoquen las fuerzas del orden.
Un hombre, cuchillo en mano, es una amenaza evidente, puede herir a cualquiera, aparte de que podría estar cometiendo delitos o los haya recién cometido, en cuyo caso el cuchillo es evidencia para un proceso penal. Pero a la policía no se la ve firme; y, lo mismo que ocurrió en el 2019, en la misma Ibarra, cuando un venezolano acuchilló a su pareja ante la policía, los agentes, otra vez, se mostraron impotentes, temerosos, acaso porque si desenfundan su arma los sancionan y echan de la institución; y, si disparan, aunque fuera para neutralizar, los procesarán por intento de asesinato.
Pero esto es el fruto de leyes mal aplicadas que, pretendiendo garantizar los derechos humanos, traban la actuación policial y de ello aprovechan delincuentes y criminales. Este es el origen de malas actuaciones policiales: que en sus escuelas de formación les enseñen o comprendan mal, cómo, cuándo y en qué medida emplear la fuerza y la defensa. Y un policía mal preparado, si tanto falla al proteger como al reprimir, resulta un grave riesgo para la seguridad pública, fruto de una doctrina policial confusa y contradictoria.
Ojalá la nueva Asamblea Nacional y el nuevo gobierno piensen con la cabeza, legislen por el país y establezcan con precisión la actuación policial, para que el agente no se confunda ni tema y aplique la doctrina decidido y con firmeza, en el marco de la Ley, donde no se trata ni de masacrar ni de quedarse congelado. Al final, solo recordar la frase que se atribuye a Rudolf von Iering: que “El derecho sin fuerza es anarquía; pero la fuerza sin derecho es tiranía”, aforismo simple que podría orientar la aplicación de la doctrina profesional (O).
Periodista, comunicador social, abogado. Hoy, independiente. Laboré 27 años en medios locales como editor, redactor y reportero. Diarios El Mercurio, La Tarde y El Tiempo; revista Tres de Noviembre del Concejo Cantonal de Cuenca; radios El Mercurio, Cuenca y América.