UN MONSTRUO QUE AMENAZA AL PAÍS
Lo que está pasando en el país es muy grave. Distraídos por el escándalo de la pirámide del cabo del Ejército, Nazareno, que, ilegalmente, captaba dinero y pagaba intereses del 90 por ciento semanales, apenas nos acordamos que hace solo unos días estábamos en alarma por casi una docena de asesinatos cometidos por sicarios en menos de una semana y siempre en los mismos lugares de la costa ecuatoriana, uno de cuyos focos es Manabí.
Una semilla común parecen compartir esos crímenes y los organismos de seguridad deben movilizarse cuanto antes para contrarrestar ese germen maligno y evitar que no se nos dañe el país más de lo que está, pero la respuesta debe ser enérgica, a la vez inteligente y no meramente represiva. Una respuesta sin un componente socioeconómico fracasará.
En México y Colombia ya se demostró que el tráfico combatido a tiros y metiendo militares no sirve, porque eso solo deja un reguero de sangre, violación de los derechos humanos, odio y desconfianza hacia el estamento militar y hacia todo el Estado, un sentimiento nocivo que inmoviliza a una sociedad, genera miedo, corrupción, odios y más bien se agudiza el delito.
Las acciones policiales certeras, las operaciones de inteligencia, de vigilancia urbana, del mar, de las fronteras, del espacio aéreo deben ser reforzadas, pero también al narco se combate con promoción del empleo, con una dinamización de la economía que faciliten la creación de fuentes de trabajo, de emprendimientos, de negocios particulares, de manera tal que no se considere ni viable ni necesario dedicarse a esas actividades.
Lo doloroso es que va más de una década que se ha dejado crecer a ese monstruo y hoy se nota que le han crecido los tentáculos. En 2011, el cineasta Sebastián Cordero retrató en su película “Pescador”, un hecho que conmovió al país y que ocurrió en playas manabitas cuando unos pescadores encontraron un cargamento de narcóticos a la deriva. De eso son diez años, ya una década y es claro que todo ha crecido, una prueba son los incidentes constantes con narcoavionetas que pululan como moscas en la costa, algunas incluso con matrícula norteamericana, es irrelevante si las matrículas son falsas, lo claro es la dimensión del problema.
Debemos aprender de los errores de los países vecinos. En México dejaron crecer el germen y cuando quisieron intervenir lo hicieron tan tarde y tan mal que algunos territorios del país vecino son hoy día una narcosociedad; Colombia, sumada a la respuesta de violencia política de todos los lados, es, prácticamente una sociedad de convivencia inviable; el otro riesgo terrible es el de convertirse en narcoestado y no debemos caer en nada de eso.
Urge, pues, que el gobierno nacional siente a criminólogos, especialistas en seguridad, académicos, abogados, policías, militares, para junto al Consejo de Seguridad Pública (Cosepe), diseñar una política de seguridad y respuesta técnica, con objetivos a corto y largo plazo, que proteja al país y le evite ser devorado por ese monstruo. (O)
Periodista, comunicador social, abogado. Hoy, independiente. Laboré 27 años en medios locales como editor, redactor y reportero. Diarios El Mercurio, La Tarde y El Tiempo; revista Tres de Noviembre del Concejo Cantonal de Cuenca; radios El Mercurio, Cuenca y América.