Segunda entrega
Continuando con mis reflexiones acerca de la Interculturalidad sus Sentidos y Desafíos, en este espacio que me brinda Voces Rizomáticas, me había comprometido a abordar inicialmente algunas líneas conceptuales y filosóficas para luego acercarnos desde un enfoque intercultural a diversos aspectos de la realidad social y humana. En la primera entrega hice una reflexión teórica sobre el polisémico y complejo concepto de cultura, en esta nueva entrega, abordo la necesaria distinción entre la noción Entre -Culturas y la de Interculturalidad sus entendimientos e implicaciones. Siempre con la intención de alimentar un diálogo, más que presentar ideas definitivas.
De Entre Culturas e Interculturalidad
Parto de la necesaria distinción del sentido general de la palabra interculturalidad, que expresa la realización de relaciones entre culturas, del mismo modo que la idea de multiculturalidad en general expresa una constatación de la realidad de la existencia de varias culturas.
Es preciso diferenciar la interculturalidad, como un simple entre culturas, vale decir como simple constatación de una cotidianidad relacional de los seres humanos que denota la existencia no solo de diversas culturas y prácticas culturales, sino de las relaciones que entre ellas se establecen. Esto es importante y útil, porque permite observar, analizar y sentir las calidades de las relaciones entre culturas y tomar postura frente a su realización histórica y a los desafíos humanos y sociales a que nos abocamos. Es a partir de la observación y lectura crítica de esas calidades de relaciones, que ha sido necesario construir la noción de Interculturalidad como una postura filosófica y política consciente, que dé cuenta y proponga una calidad particular de relaciones entre culturas diversas y de las múltiples maneras de establecer relaciones a través de procesos de diálogo en que se confrontan racionalidades filosóficas que llevan una carga histórica propia y específica que necesariamente las separa, al mismo tiempo “… que representa justo aquello que cada una debe o puede transmitir a la otra.”[1], sin que ello signifique negar o disminuir a ninguna.
Históricamente siempre ha existido este inter –entre culturas en cualquier época y parte del mundo, dando lugar a sucesos y relaciones de múltiple índole y calidad. Se han producido acuerdos y desacuerdos de convivencia o sólo coexistencia, relaciones de resistencia, conflictos, guerras– desde de las más desgarradoras y vergonzosas- hostilidad, relaciones de dominio, discriminación, racismo, como también relaciones de cooperación, hermanamientos, préstamos, adaptaciones, copias, sincretismos, fusiones, aprendizajes; en fin, encuentros y desencuentros. Aunque hay que reconocer que el juego del dominio ha sido lo determinante en las relaciones entre culturas y una condición que ha posibilitado la explotación social y el control hegemónico de las sociedades y de la condición humana.
En la realidad se constata la presencia de socioculturalidades diversas algunas de las cuales han sido invisibilizadas por acción del dominio, aunque su existencia sea tan real como la de las oficialmente visibles), existencias en diferentes procesos, tejidos humanos con dinámicas propias y contradictorias, creaciones en diferentes direcciones. Esto que desde el dominio podría aparecer como absurdo, como estorbo, constituye en una lectura intercultural una riqueza aprovechable y compatible con el mejoramiento de la calidad de vida de la sociedad y el fortalecimiento de las culturas.
Por otro lado, debo señalar que no es posible hablar de una sociedad sin referirnos a los valores que constituyen una cultura, como tampoco es posible la reproducción de valores sin una socialidad. Una misma sociedad constituye no solo un entramado de relaciones sino un conjunto complejo, de sectores con sus respectivos intereses de clase y valores culturales ya convergentes, concordantes, o ya divergentes, beligerantes y antagónicos.
Así el interior de una “sociedad nacional” constituye ese entramado de relaciones más o menos conflictivas en donde el dominio requiere de un sistema simbólico que aparece como natural y expresa y reproduce el dominio material y que se resume en lo que se denomina “cultura nacional”. Puede decirse entonces que “La cultura de una sociedad es lo que hace de ella una sociedad”[2], aclarando que una cultura autodenominada “nacional” ejerce el dominio sobre otros tipos de socialidades y culturas, incluyendo otras culturas-nación. Hago aquí esta referencia a culturas-nación, porque en el marco de la diversidad cultural, el Estado nacional para su dominio no solo se abroga la representación de las diversas culturas etarias, de género, culturas emergentes, etc., sino de culturas que en sí constituyen naciones, a las que se les disminuye su condición bajo la denominación de nacionalidades. Es la subordinación ante determinados símbolos culturales, lo que ha ido constituyendo las sociedades nacionales.
Históricamente la categoría cultura nacional, es una construcción teórico-política, cuya función ha sido sustentar el poder de las burguesías llamadas nacionales, gracias a la cual, se pretendió dar razón y sostener la idea del Estado-Nación, relativizando así las diferencias sociales y negando la existencia de otras culturas y las posibilidades de que estas se vieran como naciones diversas.
El evidente manejo de esta categoría en Alemania e Italia, con el nazismo y el fascismo es el mismo que se ha hecho con particularidades propias en el resto de Europa y en América Latina, en donde la colonización además del saqueo económico, asestó el primer golpe brutal al ser esencial de las culturas de Abya Yala, a sus mundos filosóficos, a través de la llamada extirpación de idolatrías. Es decir, hemos asistido a un entre culturas que ha marcado la identidad y la historia de “lo ecuatoriano” y, en general, de América Latina.” tendiendo a difuminar e invisibilizar el conjunto de diversidades sociales y culturales ignorarlas y hasta suprimirlas como condición para poder alzarse como La cultura y sociedad “nacional”. Pero el hecho colonial, significó también la consititucion de sociedades y estados débiles y económicamente dependientes, que tuvieron que jugar entre querer asumir la identidad cultural europea, y requerir sin embargo de los símbolos propios de las culturas ancestrales, para incluir a las culturas dominadas en el folklore nacional, vaciándolas de su contenido filosófico, dejándolas como adorno externo de la cultura nacional, generando la imagen de reconocerlas como integrantes o para ofrecerlas en el mercado de exotismos e impedir procesos socio políticos de igualdad social Lo que ahora denominamos “cosmovisiones andino indígenas” nunca fueron consideradas pensamiento, pensamiento del otro, otro pensamiento.
La globalización neoliberal, pese a constituir un Estado supranacional, que se coloca sobre las diversidades socioclturales, no cuestiona suficientemente la presencia del poder de las culturas dominantes, asumidas como nacionales, como representativas del poder político. Aunque reconoce la diversidad cultural en tanto el mercado neoliberal pueda acceder a sus miembros hasta entones aislados en el globo, para integrarlos tanto como consumidores pero y sobre todo como objetos de mercado en tanto culturas exóticas. generando la falsa percepción de integrantes en igualdad de condiciones en el proceso y la sociedad global.
Más aún, el mercado perverso, las despoja de su condición de creadoras y portadoras de valores culturales que ofrecen alternativas cognitivas, socioeconómicas, saludables, productivas y filosóficas, para el planeta. Lo que se hace a través de la practica invasiva de la cultura y el mercado global, que arremete dejándoles sin espacio-territorio propio de realización como tales.
Como vengo señalando la conciencia de la calidad de Entre Culturas se vuelve condición de la apremiante construcción de la Interculturalidad como filosofía y practica humano social. Esto es una responsabilidad ético política y tiene total asidero en la irrupción y creciente presencia de culturas viejas y nuevas que cuestionan el orden mundial y crean incesantemente expresiones críticas, protestas y testimonios.
Con lo dicho corresponde una reflexión sobre el debate de conceptos y posturas sobre la Interculturalidad, sus alcances y contenidos, que será el tema de la siguiente entrega.
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[1]FORNET- BETANCOURT, Raúl, Transformación Intercultural de la Filosofía, Col. Palimsesto, Descleé de Brouwer, Bilbao-España, 2001, p. 35-36
[2] FORNET-BETANCOURT, Op. Cit., p. 222

Madre y abuela. Caminante, aprendiz del conocimiento mágico y místico. Socióloga. Magíster en Estudios de la Cultura, Estudios en economía Social y Solidaria. Experticia en Cultura Andina y Filosofía de la Interculturalidad. Investigadora. Militante en procesos de transformación. Investigadora y Profesora en la Universidad de Cuenca. Coautora, cofundadora y profesora de la Escuela de Educación y Cultura Andina de la Universidad de Bolívar. Docente de escuelas de formación de organizaciones sociales obreras, campesinas, indígenas y de género. Autora de varias publicaciones en temas sociales, filosóficos