Noticias del nuevo reino, novela de Juan Carlos Calderón Vivanco, es una obra de ficción, que retrata un momento histórico cercano de la realidad nacional que deja atisbar la gravedad de lo vendrá. Un terrible escenario que lo vivimos y padecemos.
Un reino, en el que reinan las mafias del narcotráfico, de la narcojusticia, la narcopolítica, el narcopoder…
Es una novela escrita con gran prosa, en la que se devela el oficio del periodista que maneja la palabra.
El uso de las metáforas aporta color y belleza.
A quienes somos ecuatorianos, nos hace añorar la isla de paz, el “remanso” de otros tiempos, cuando el antiguo reino estaba cruzando la frontera.
Calderón apela a la ironía, al denominar Remanso a la ciudad convertida en un polvorín, inundada por dinero sucio, en la que la presencia de los capos es parte del paisaje, una ciudad que parece ser el foco infeccioso que contamina a todo el país. A esa ciudad viene Sam, buscando a Luciana y “el aire saturado de calor, libertad y sal que se le había derramado sobre la piel como un aceite fragante”, abandonando su natal Oregon que sí era un remanso.
Es una novela que habla de la perversión que conlleva el narcotráfico.
Quien se relaciona con la mafia y los carteles, sabe a lo que va, sin camino de regreso, busca el dinero sin importar el costo, necesita complicidad de la familia, que se da incluso al hacer de la vista gorda.
“El dinero paga el riesgo”…, todos lo aceptan
Dice Paul -el padre de Sam- que “El dinero es un país independiente, la mayoría de gente vive a su servicio y hace cualquier cosa por vivir en él.”.
Con el dinero “se compran lealtades y se financian amistades”. Se lo lava con gente que lo tiene como su amo.
Calderón muestra como la ciudad del mar, pasó de tener habitantes dedicados a la pesca, a traficantes de personas y luego de drogas. Convirtiéndose en “aventureros de la nueva fiebre del oro blanco”, pues “Había un negocio y era de pendejos no aprovecharlo. Había un mercado y era de tontos dejar que otros se beneficiaran”.
Retrata como el hampa lo fue copando todo: “… ocupó las esquinas, los portales de las discotecas, las calles y las mesas principales de los restaurantes caros, las veredas de los colegios, las gerencias de los negocios, los despachos de las concejalías, de las alcaldías, de las empresas, de las fiscalías, de las judicaturas, de los ministerios, de los cuarteles…”. Añadiría, a vista y paciencia e incluso con el silencio cómplice y condescendiente o la mirada esquiva de los “buenos y los honestos”.
Como dice Paul Brave “lo que me preocupa es que la gente del Gobierno esté metida hasta el cuello, protegiendo o participando, no importa, y eso garantiza impunidad para los capos de la droga y del lavado de dinero.”
Repugna lo que en” la calle se hablaba sobre el pacto que el Gobierno del país había hecho con las mafias para entregarles Remanso como plataforma de lanzamiento de la droga colombiana hacia Centroamérica y México, a cambio de que los narcos impusieran la paz y el orden en la urbe.”
Remanso, cualquier otra ciudad, el país, pierden la dignidad, si se convierten en “la patria del dinero sucio, de los narcopolíticos, los narcopolicías, los narcojueces.”.
“El más fuerte lo es porque los demás reconocen su fortaleza gracias al miedo. Pero lo que no sabe el matón de turno, el nuevo jefazo, el déspota iluminado, es que siempre habrá uno más fuerte que él que no le tenga miedo.” O que, indefectiblemente el ocaso llegará sea la organización mafiosas del tipo que sea.
El relato de la masacre en la cárcel, parece ficción. Años más tarde habrán peores en un país a merced de las mafias, en el que también hay gente de bien que hace lo que puede por limpiarlo.
Dice Calderón que el narcotráfico es visto como un negocio normal, en el que el rey de la zona –Edwin Macías– como lo fueron Pablo Escobar y el Chapo Guzmán… no tenía la culpa de haber tenido que matar, secuestrar, incinerar, intimidar, sobornar y construir un ejército de protección de jueces, fiscales, policía, militares, políticos y sicarios,… que la culpa era del sistema que vivía de su dinero, que lavaba su dinero, dinero sucio que no apestaba cuando se convertía en casas, carros, negocios que daban empleo, haciendas, plantaciones y educación para su gente.
Muchos, muchísimos no preguntan, ni quieren saber de dónde viene el dinero, quieren estar cerca de los que lo tienen, quieren ser parte, quieren que les llegue. Los dólares paran los escrúpulos en seco.
En resumen, “el narcotráfico era un negocio, no un asunto moral.”
Don dinero todo lo compra, al punto que “el mundo de la justicia…es una simulación”. “Mistral estaba seguro de que había carteles de operadores de justicia al servicio del negocio… todo un sistema judicial como parte de la estructura mafiosa, que estaba al servicio del crimen organizado…”. Si esto no cambia…, no tenemos salvación.
Habla de la instalación de la indolencia en la gente, la falta de asombro, la incapacidad de horrorizarse, de rechazar; muestra y nos hace pensar que quizá también somos parte de la masa que normaliza la barbarie, o de aquella que mira para otro lado, porque no le afecta personal o cercanamente.
Se dice en la novela que “El criminal con plata y poder político es intocable”.
Aterra pensar que el autor tenga razón cuando dice “Todos, pensaba, tenemos hábitos, formas de mostrarnos; nadie quiere pasar desapercibido, ahora más que nunca en que las redes sociales hacían del exhibicionismo una marca personal explícita de nuestras maravillosas vidas. ¿Cómo contrastaba esa vocación casi pornográfica de mostrarse en cualquier sitio, con armas o sin armas, en fiestas y jolgorios, en viajes al Caribe o a Indonesia, con platos deliciosos y cócteles, autos y aeropuertos, con la necesidad de ocultar el origen del dinero sucio que pagaba semejantes lujos? Su hipótesis investigativa –de Mistral Valencia- sostenía la ausencia de tal paradoja, que todo ese muestrario narco se había convertido en un modo de vida, una cultura en la cual no había necesidad de ocultar nada porque estas generaciones habían logrado liberarse de las abstracciones que atenazaban sus vidas y habían roto las cadenas morales que los limitaban. Ya nada tenía valor más que el poder a cualquier costo, la exhibición de ese poder y del lujo que representaba.
Estos chicos descubrieron que todo lo que les enseñaron sobre integridad, valores humanos, ética y moral había prescrito. Al mundo real se accedía con dinero, el único que podía liberarlos del sometimiento, de la resignación y la culpa…”
Coincido con Mistral Valencia, en que no se debe hacer “apología del delito ni de los delincuentes ni de los asesinos ni de los narcotraficantes”, que no debe generarse “empatía ni compasión con esos asesinos”, no hay que darles lo que no tienen con sus víctimas, debemos sentir asombro, ira, indignarnos todos los días, por lo que esos miserables nos hacen, no hay que fabricarles “una imagen ambigua de que son matones pero también buena gente. No lo son, carajo, son criminales”. Eso mismo aplica para todos los demás delincuentes: jueces, abogados, policías, fiscales, publicistas, empresarios, etc., para todos los corruptos que han infestado el país de violencia y miedo.
Es una novela que también conmueve.
Muestra la impotencia de los padres para proteger de todos los peligros a los hijos, cuando deciden correr desnudos hacia el mundo, sin escudo ni armadura; dejando caer, que el consejo experimentado y sabio y la intuición de padres y madres son alarmas que no se debería ignorar; antídotos contra la ingenuidad.
Hay una frase poética y terapéutica sobre el velorio, “el ritual de apaciguar la perplejidad de la muerte con abrazos.” Siempre he pensado que los velorios son necesarios, para rendir homenaje al que ya no está, pero sobre todo para que los deudos pasen el duro trago de las condolencias, de un solo sorbo, en un solo día. Se recorren distintos senderos del duelo, de la mano de cada persona que amo a Sam, aunque todos siguen sintiendo su corazón ahorcado con la soga de la memoria, y no logran liberarse de la sensación de culpa por no haber hecho lo que cada quien creía debió hacer para protegerlo y salvarlo.
Noticias del nuevo reino, es una novela que golpea, refresca la memoria. Un registro de lo que es y no quisiéramos que sea. Quizá también un llamado a la que yo apelo como intolerancia necesaria contra crimen, las mafias, los corruptos de todas las calañas.
Noticias del nuevo reino es una novela que merece la pena leerla.
Portada: imagen tomada de planv.com.ec
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.