El mundo está herido, vivimos un momento crucial para la humanidad y el futuro en general. El cambio climático, la deforestación, el extractivismo, la migración, la violencia armada, la corrupción generalizada son realidades globales. Un momento donde hemos perdido la capacidad de escucharnos y dialogar para evitar la guerra y el dolor de miles de seres humanos en Gaza, Ucrania, Somalia, Sudán, Yemen, Nigeria, Siria donde las consecuencias de la guerra y la inoperancia de las organizaciones internaciones ha sido nefasta.
En nuestro país, además de los múltiples problemas económicos, sociales y ambientales, observamos la polémica entre el presidente y la vicepresidenta evidenciando que sus intereses particulares están sobre las necesidades de la población, llevándonos a una crisis política de impredecibles consecuencias en el corto plazo. Esta situación, debilita aún más la institucionalidad del Estado y afecta a la degradada democracia que tenemos. Ya no solo se podría hablar del Estado fallido, sino también de sociedad fallida, en referencia a que no sabemos cómo vivir en democracia.
En estas circunstancias, podemos asegurar que el neoliberalismo a nivel mundial y en el país, tuvo éxito al crear unacultura del consumo basada en el individualismo y la indolencia. Su principal logro es haber fragmentado la conciencia colectiva generando dispersión, aislamiento, confrontación. Vivimos en sociedades sometidas a la banalidad, el miedo al fracaso, la desconfianza entre los seres humanos y el odio al diferente, sociedades intolerantes y polarizadas incapaces de enfrentar problemas comunes.
Hemos llegado a un momento en donde la gente apela al uso de armas y la pena de muerte más que a la lucha contra la injusticia social y ambiental, contexto propicio para el surgimiento de posturas ultraderechistas como sucede hoy en Europa, Estados Unidos o Argentina. En Ecuador, la democracia representativa que cedió paso al márquetin electoral, a los personalismos, a la ausencia del proyecto de país, al populismo tanto de derecha como de izquierda. La crisis política es la expresión más burda de ese populismo inmediatista. Los votos y la conciencia tienen precio, solo basta mirar como en la Asamblea Nacional el partido de gobierno paso de 14 a 34 escaños en las últimas semanas. Los partidos políticos se pueden comprar, la mafia financia candidaturas o las elimina de la contienda.
En los movimientos sociales,no hay espacio para nuevos liderazgos ni capacidad para impulsar procesos unitarios. La búsqueda de las demandas sociales se transformó en la búsqueda del poder por sí mismo. Crece la distancia entre la política de fondo y la política electoral. Por su parte, la población ya no se organiza, solo espera que los cambios vengan desde arriba, sin el más mínimo discernimiento vota por el mal menor, o por el que ofrece salidas mesiánicas. La resignación, la frustración, el escepticismo y la desmovilización marcan la sociedad civil. El compromiso se convirtió en angustia, impotencia y decepción generalizada. La crisis política se expresa en la incapacidad de construir salidas, en tener que resistir como lo único que podemos hacer.
En este momento político que vivimos, el desafío es fortalecer la defensa de la vida, la dignidad y no perder la esperanza. Volver a trabajar en las comunidades, barrios, parroquias y organizaciones de base. El desafío, es definir el carácter de esa resistencia para evitar la dispersión de las luchas sociales, ejercer una política que dialogue, pues no existe un sujeto político único, y será una acción colectiva la que garantice la posibilidad de otra calidad de democracia.
Ex directora y docente de Sociología de la Universidad de Cuenca. Master en Psicología Organizacional por la Universidad Católica de Lovaina-Bélgica. Master en investigación Social Participativa por la Universidad Complutense de Madrid. Activista por la defensa de los derechos colectivos, Miembro del colectivo ciudadano “Cuenca ciudad para vivir”, y del Cabildo por la Defensa del Agua. Investigadora en temas de Derecho a la ciudad, Sociología Urbana, Sociología Política y Género.