Cuenca es la ciudad de moda en Ecuador, según muchos articulistas de blogs y revistas de viajes, esto ha devenido en la aparición de una ingente cantidad de establecimientos enfocados en el ocio; pero en dicha apuesta por el turismo ¿será que se están contemplando todas las aristas?
Desde mi perspectiva, la capital azuaya posee hitos arquitectónicos y naturales que le dotan de interés y, por ende, son los que han fomentado el creciente turismo; no obstante, considero, quizás debido a mi formación académica como historiador, que goza de otros atractivos que pasan desapercidos y no se les está dando la importancia que revisten. Por ejemplo, pocos saben que esta urbe cuenta con un archivo histórico catalogado como Memoria del Mundo por la UNESCO, debido a su colección de la Notaría Tercera que salvaguarda documentos datados entre 1563 y 1950.
Dicha situación pone sobre la palestra un axioma cultural, pero que conjuga de una manera casi imperceptible las potencialidades de fomentar otro tipo de turismo y simultáneamente una regeneración social. Muchos se preguntarán a qué exactamente se alude con esto, para lo cual, primeramente, es esencial clarificar que es un archivo, ya que existe una tendencia generalizada a confundirlos con las bibliotecas. Este tipo de repositorios tutela documentación notarial datada desde época virreinal destacando testamentos, compras, ventas, juicios, entre otros.
En este contexto, hay una frase del prolífico filósofo español José Ortega y Gasset que me encanta y otorga pistas acerca de la importancia de esta clase de acervo: “el hombre no tiene naturaleza, tiene historia”. Respecto a esto he de afirmar que estoy de acuerdo con dicho postulado en un 90 %, ya que en mi opinión hay cuestiones genéticas y fisiológicas que influyen en el comportamiento del ser humano, pero considero que el modus essendi de una sociedad y, por ende, de los que la componen, sí está determinado mayormente por todo su bagaje histórico, o sea el mismo incide en la forma de pensar y por añadidura de actuar.
Es por esto que, desde mi juicio, al investigar sobre temática histórica y difundirla podemos entender el presente y la idiosincrasia de un pueblo, con el fin de buscar herramientas y estrategias para generar un futuro más prometedor, equitatitivo y ecuánime. Dicho de otro modo y anteponiendo un ejemplo práctico, en los archivos históricos existen testimonios que nos permiten vislumbrar formas de vida del pasado y cómo aquellas han incidido en la configuración actual de nuestra sociedad; así, recuerdo cuando hallé un documento del siglo XVIII que hablaba sobre la sodomía, manera que antaño se definía a la homosexualidad y que en nuestros días equivaldría al colectivo LGTBIQ+++, donde se enfatizaba que este tipo de actos inmorales y pecaminosos se practicaba en un boliche, forma de referirse a una suerte de discoteca de características clandestinas, de aquel entonces.
En este sentido, se puede colegir que esa cosmovisión dieciochesca imbuida por los valores judeocristianos que condenaba la homosexualidad, vinculándola a la inmoralidad y el pecado penetrara en las mentalidades y desembocara que, en la configuración cosmogónica del Ecuador hasta bien avanzado el siglo XX, dicha tendencia natural sea condenada y equivalga a una vida en las sombras. A pesar de que esto se ha superado, de cierta manera, es innegable que nuestra sociedad aún carece de conciencia y en ciertos grupos no se reconoce la plausibilidad de las personas que se insertan fuera de la heteronorma, quien aún son marginadas ocasionando que muchos opten por el suicidio o que alcanzar una salud mental plena entre los miembros de esta comunidad sea algo más complejo.
Así, de existir un conocimiento basado en la cientificidad, en este caso la historia, sobre este tipo de situaciones y muchas otras se podría edificar un presente con menos mitos y simultáneamente un futuro más empático e incluyente. Es por esto que apelo al cuidado de dichos repositorios, ya que estoy al tanto de que la Notaría Quinta, muchas veces, ha insinuado su interés en donar a un espacio especializado toda la documentación histórica que tutela, pero la parvedad de políticas en torno a este particular, la falta de un lugar físico y sobre todo el exiguo interés está menoscabando uno de los puntos más sustanciales del acervo cuencano, pero también menos visibilizados. Desde mi criterio, dicha documentación tiene un valor similar, en términos patrimoniales, al de la Catedral Nueva.
Por mi campo profesional, he escuchado sugerencias de aglutinar los distintos archivos históricos de la urbe en uno solo, lo cual sería un golazo, coloquialmente hablando, para Cuenca, ya que la excelsitud de los mismos es consabida en muchos círculos y desde hace tiempo atrás. Por ejemplo, el Archivo General de Simancas, ubicado en la localidad española del mismo nombre, fue construido y planificado a mediados del siglo XVI, para lo cual se contrató a uno de los arquitectos hispanos más renombrados de aquel entonces, Juan de Herrera, quien diseñó un espacio donde se reúna toda la documentación producida por el aparato burocrático castellano. Así, con esta propuesta también se estaría propendiendo a fomentar un tipo de turismo especializado, aquel de los investigadores históricos, quienes estudian procesos sociales, culturales, demográficos, entre otros.
Para concluir he de enfatizar, que el mencionado repositorio debería erigirse en un lugar icónico del centro histórico y emplazado en zonas de gran complejidad, hablando en términos sociales, como la Nueve de Octubre, El Vecino o la Convención del 45; ya que a través de su instauración se tendería a regenerar desde sus raíces a dichos sectores. Ejemplos en torno a este modus operandi, donde se han beneficiado barriadas asoladas por la delincuencia, drogradicción entre otros males, hay varios y destaca la recuperación de Medellín, donde se implementaron bibliotecas y centros culturales en lugares marginados lo que repercutió, de forma positiva, en la vida de sus moradores, lo que a su vez generó una urbe con menos delicuencia y más calidad de vida para todos.
Humano curioso, observador y pensador innato. Amante de la historia, cultura y geografía. Licenciado en Gestión Cultural por la Universidad de Los Hemisferios (Quito); máster en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla (Sevilla); especialista en Gestión de Museos y Centros Culturales por la Universidad del Azuay (Cuenca). Se dedica a la investigación de manera independiente y su área principal de indagación está centrada en la historia arquitectónica, social y cultural de la capital azuaya y sus alrededores.