Calas a la última novela de Carlos Vásconez
“Ay, hija, si tan solo el mundo no fuera tan redondo y nosotros no viviéramos en círculos” con esta frase, pronunciada por uno de sus protagonistas, el autor define su obra. Así en círculos la mariposa y su alfiler, clavado en pleno centro, obliga al lector al sobrevuelo encandilando con su luz la grafía; la reflexión que, desde sus inicios, lleva en círculos concéntricos a un singular ejercicio de espejos, el cual, nos remite al mito griego que da origen a la psicología y en la literatura contemporánea a los laberintos borgianos, la ironía de Poe y a los desencuentros orbitales de Palacio.
Prosa poética oscura, el texto invade en las primeras estaciones con una suerte de interrogación y un sin final argumento que vuelve sobre sí mismo para llevarnos, una y otra vez, en un remolino de pasado y presente, con su carga ambivalente de misterio.
“La Mariposa y el Alfiler” de Carlos Vásconez se lee despacio, degustando el sabor añejo del buen vino azul de esos capítulos en los que la magia prevalece; esta novela larga que aventura a su autor en una primera tentativa de narración dilatada, ofrece al lector un caleidoscopio por el que puede transitar en distintas direcciones, pero con el convencimiento de que, indefectiblemente, se retornará al centro.
Los primeros epígrafes ya anuncian aquello con lo que nos toparemos a lo largo de la lectura y, sobre todo, es en Salvador Elizondo que se encuentra el Ars Poética y el ideograma de la mariposa y la escritura. Una aventura poética y narración visual que no decae; a momentos fotográfica, los reflejos en la habitación de la clínica, las marcas de ceniza en el papel y los pensamientos de la hija ante el moribundo, sobrecogen.
La trama de la novela se desdibuja y regresa a cada instante; el argumento cambia y queda estático para, volver en su sobrevuelo a planear bajo la luz amarillenta que inunda todo el texto. Y entonces surge el alfiler de la costura, esa urdimbre con la que juega Carlos Vásconez para definir las puntadas y “el estilo” que afirma en otro de sus personajes porque el autor, igual que el texto, se mimetiza con su obra “el alfiler define las puntadas y, estas, las siluetas, también el estilo”. El alfiler pasó a formar parte sustancial de su instrumental de costurería.
Más tarde y con el fin de adelantar en la lectura, la sorpresa llega para trastocar a la protagonista y enmarañar la trama; una vez más la escritura destella y nos lleva por parajes en los que el erotismo invade sobrio y decantado, sutil e irónico en un delicioso pueblo con olor a vino azul.
La Azulada y el diálogo trivial: “Encima, fíjate bien, hace que mi mirada se pierda en el vacío, como si estuviera viendo el horizonte, como una miserable poeta. Tú sabes, querida, que las mujeres no estamos para ver el horizonte. Nosotras somos el horizonte, y las pelirrojas, más aún. ¿Tú eres pelirroja?…” La burla, la ironía y el sarcasmo que desdibuja una supuesta venganza…
Los personajes se suceden como en una obra de teatro, a ratos comedia y en otros poesía. Cada uno trae consigo un naipe diferente, el humor, la carcajada, lo cursi y ridículo muy bien estructurados con el fondo de una ciudad a momentos humanizada, con figura de mujer. Y seguimos en la trama, en estos senderos bifurcados con los que el autor, nos dirige en la lectura. Y es que Vásconez sigue con su alfiler, con su mariposa en este círculo que nos impone.
Trescientas cincuenta páginas de una novela abisal. El apellido como resorte para un panegírico de Roberto, obligado por su esposa a usar el de ella, es uno de los deltas en la lectura que provoca al humor negro del autor y no deja de inducirnos a la sonrisa.
“El cielo iba abriéndose, allá arriba estaba el viento. Una luz fría bajaba de los pozos azules cavados en el espesor de las nubes” ensayo poético a cada paso, como en las Bodas de Camus “Tenía ganas de romper a llorar, de gritar. Lloró en silencio. Lloraba en silencio y enniñecía; de niña y llorando en silencio solo quería ser grande. A esas horas de la mañana, con ese frío, le temblaba la herida hasta arderle. “Así es en el infierno”, se dijo, “quema lo helado” oxímoron y metáfora además de recursos ficcionales sin tregua.
Minuciosa y barroca la urdimbre de esta trama cuelga como los hilos de un chal de seda, a ratos detectivesca con sorpresas que nos dejan abismados. Diálogos que nos remiten a las lecturas del autor: la amada Justine del Cuarteto de Alejandría de Durrel y muchas más.
Escuchemos al escriba a través de uno de sus protagonistas:
…/ “ya no puedo volver a ser Ferrán Heras Tamayo, porque Ferrán Heras Tamayo decidió un buen día escribir una obra maestra, una pieza insuperable que se refiriera a algo que no ocurre, a algo que está inánime. Grandes plumas lo consiguieron antes, pero siempre pecaron al referir algún movimiento o una mínima variante. Ferrán soñó con algo inmóvil que se pudiera narrar desde mil aristas. Más difícil todavía, soñó con narrar algo desde dentro del summum o fujaika. ¿Sabe qué es la fufaika? Es lo que de verdad nos vuelve mortales, el despertador de nuestro lenguaje oral. Soñó en contar el mismo paisaje repetido cien veces y la misma emoción repetida cien veces sin repetir nunca la forma en la que se contaba. Lo logró con pulcritud el señor Elizondo; lo logró el señor Barnes, sin percatarse de su éxito; lo logró el señor Manguel; lo logró el señor Macedonio; lo han logrado muchos poetas. Pero todos fallaron en el aspecto de la movilidad. Ferrán Heras Tamayo intentó edificar ese lugar kafkiano del que salir era tarea imposible porque nadie había entrado ahí”…/
He aquí el efecto mariposa, el aleteo de cada sílaba, la fufaika de Vásconez, una tela rasgada de parte a parte, un vuelo que nos retrotrae una y otra vez a la palabra, esa palabra perfecta que no existe. El final inaudito nos remite a lo mejor de Rulfo, Lowercraf, García Márquez y los otros aquellos que quedan en la memoria porque caminamos hacia el olvido. Así escribir es callar y revelar al unísono pero también, y sobre todo, es lograr el punto justo del equilibrio para que el texto se despedace una y otra vez hasta que al fin ilumine. Ese resplandor lo concreta; es el vuelo de la mariposa terminado.
Poeta. Gestora cultural. Articulista de opinión. Ha recibido varios premios de poesía y al mérito laboral. Ha sido jurado en diversos certámenes nacionales e internacionales. Ha publicado diversas obras, así como Literatura infantil, Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y figuran en diversas antologías nacionales y extranjeras.