El sistema capitalista neoliberal al penetrar en las comunidades y áreas rurales, destruye el tejido comunitario, los conocimientos agroecológicos, astronómicos, económicos, de soberanía alimentaria y de salud. Las industrias se apropian culturalmente de los símbolos, del arte y sus tradiciones, descontextualizando su patrimonio y simbolismos. Nos ha llevado a la individualización, al consumismo, mercantilización y la globalización, rompiendo el sentido colectivo, y ha sumido al país en una profunda crisis económica, energética y de seguridad.
Los estados naciones surgieron para controlar el poder, vivir de los demás. Gobiernan para tener en silencio al pueblo. Cada cierto tiempo nos dicen que debemos ejercer la democracia. Pero esta democracia casi no existe, ya que únicamente nos llaman a que se les elija y ahí termina la participación. La democracia es una metodología de competir por el caudillaje político. Los elegidos en el poder se convierten en “dioses” para dictar políticas a intereses familiares y corporativos.
La política es un compromiso, una pasión por hacer algo por los demás, de escuchar las voces del pueblo, en palabras del gran líder político José Mujica: “Hay que vivir con la idea de la mayoría y no de la minoría”.
En las últimas décadas hay mucho interés en la política, por ello la presencia de diferentes candidatos para las elecciones que llevarán a un cambio de gobierno y que en su mayoría representan a los mismos grupos hegemónicos, salvo dos o tres de ellos. La presencia de diferentes candidatos, si en realidad pensaran en “salvar al país” deberían abrir espacios de reflexión sobre los derechos humanos, colectivos de los pueblos y nacionalidades, derechos de campesinos, de las mujeres, la cooptación de dirigentes a favor de los gobiernos de turno, la destrucción de la Madre Tierra, el Agua, la falta de atención al agro, la migración y otras necesidades de los sectores sociales empobrecidos.
Son los espacios de análisis en las asambleas organizativas, comunitarias, reuniones de familias –con la ayuda de los medios de comunicación alternativos– nos llevará a la toma de conciencia y socialización de un proyecto de país: ¿qué es lo que queremos de nuestro Ecuador?, ¿qué candidato tiene valores de honestidad, ética y de servicio o tiene solo el interés de bienestar personal?
Para tener una ciudadanía, un pueblo con formación política y conciencia crítica es menester la educación, una educación crítica reflexiva que abra el camino hacia la transformación, la construcción de un Estado plurinacional. Ello implica incluir en los currículos, al menos la cosmovisión, las historias y culturas de los pueblos y nacionalidades, sus conocimientos y sistemas de vida. Es menester leer y estudiar más sobre Latinoamérica, la descolonización, analizar las relaciones de nuestro país con las políticas internacionales, el efecto que produce el genocidio de Israel a Palestina, la lucha política y económica de China, Rusia, las elecciones de Bolivia, Ecuador y la relación con el gobierno de Trump; se debe incorporar estos temas en los talleres de capacitación y actualización docente e inclusive debe hacerse en idiomas nativos.
En el momento actual, el neoliberalismo se encuentra en crisis, en la etapa final del imperio estadounidense por lo que está creciendo la violencia, el discurso del odio, la polarización de las clases sociales. Hay una racialización de los sectores populares, indígenas, afrodescendientes, militarización de los pueblos nativos, criminalización a los pobres y los movimientos sociales. Los gobiernos del neoliberalismo están planteando más cárceles, mano dura para terminar con la delincuencia.
En definitiva, están sembrando más miedo en la población para que permanezca en silencio, facilitando así el control y dominio total. Ante esta realidad, a los pueblos y clases sociales empobrecidas nos urge la unidad, mirar desde el sur, desde las comunidades, pueblos y nacionalidades, es decir comenzar por el final de la cadena estructural que sostiene toda la jerarquía colonial patriarcal capitalista. Los pueblos nativos enfrentamos grandes desafíos y tensiones derivados de la relación con el Estado, la interacción entre nuestras realidades históricas y los cambios globales.
Uno de los conflictos es la desigualdad socioeconómica, marcada por una larga historia de dominación colonial que ha beneficiado a las personas más ricas. Por tanto, la economía del sistema capitalista no funciona para el bienestar de todos y todas, sino de un minúsculo grupo que ha generado mayor pobreza y que bordea el 50% en el área rural y 28% de extrema pobreza. Tenemos que entender que aquello que sirve en un lado, no funciona en otro porque nuestro país se caracteriza por su diversidad, que nace del contacto cotidiano con el mundo de su realidad, lo que Bolívar Echeverría considera como las formas identitarias de cada ser humano que permiten convivir en la diversidad.
En una sociedad secuestrada por el miedo y la frustración, la lucha política y las movilizaciones sociales van debilitándose y permitiendo la instauración de sistemas neofascistas.
El movimiento indígena ha sostenido luchas por más de treinta años, con aciertos y desaciertos. Ha impulsado un proyecto de izquierda porque busca la transformación social, la construcción de un Estado plurinacional frente a los neoliberalismos (I. Cartuchi). Los pueblos hemos estado confrontando las ambiciones coloniales por más de un siglo activando un proceso social y proyecto político emancipador alternativo que ha influido en la agenda política y social del país, y cuya fuerza radica en la organización popular y comunitaria.
La resistencia social surge ante las formas de dominación y proyectos hegemónicos políticos-económicos, minorizando e invisibilizando a los sectores sociales y pueblos nativos. Solamente cuanto el ámbito indígena se difunde hacia otras realidades, “en la medida que se proyecta sobre ellos, la diversidad de sangres, cultura e intereses adquiere el frescor rudo de una esperanza inédita…” (J.M. Arguedas) de recuperar otras formas de gobiernos y democracias comunitarias.
La resistencia no es solo el arma que llevamos, sino nuestro amor por una patria digna, soberana, justa y equitativa. Hemos perdido batallas, pero como naciones y pueblos originarios nunca dejamos de existir, somos como las rocas. Nuestra lucha no es una lucha pasajera, sino nuestro destino y lo llevamos hasta en la última gota de nuestra sangre. Nuestro Tayta Daquilema nos dejó una misión “Kunan kayna shina mishash tukushkanchikmi, shinapish shuk puncha kanka, kishpirinkapak. Chaymanka wawkikuna mana kalayashpa makanakuyta katina kankichik” .
“Hoy como ayer hemos dejado de ganar. Pero un día llegará nuestra liberación y para ello hermanos míos deben continuar luchando sin aniquilarse”. Y cierro el pensamiento de esperanza y sueño con el sentido profundo de Al-Hataba:
“Aquí estamos
librando la batalla
contra la hegemonía y el colonialismo
en nombre de los pueblos del mundo
y sobre la roca de nuestra firmeza,
se hacen añicos los proyectos del saqueo,
ocupación y subordinación”
(Imad Al-Hataba).

Nativa de Saraguro. pertenece a la nacionalidad Kichwa. Estudió en Zamora en la Escuela de Líderes. Cursó estudios universitarios en Cuenca. Es abogada, tiene estudios en lengua y literatura, es magister de Estudios de la Cultura y un Diplomado en Educación Intercultural Bilingüe. Maestra de secundaria y educación superior, investigadora. Ha publicado varias obras, así como artículos en revistas y periódicos. Ha desempeñado varios cargos vinculados a Educación Bilingüe. Es conductora del programa Ñukanchik llata Kashpa (Nuestra identidad) en la Radio comunitaria de Saraguro “KIPA RADIO”, FM 91.3.