La escalada de terror diaria es la consecuencia de la falta total de garantías constitucionales; sin los poderes judiciales, legislativos y ejecutivos nuestro país se sumerge en el tsunami del narcoestado con un proceso imparable que aglutina a la política, los poderes centrales, policiales y militares.
En tanto nuestro pueblo se bautiza a sangre y fuego y hunde su cabeza en la arena, la guerra entre el narcotráfico y los protagonistas políticos cobra víctimas a diestra y siniestra con el afán de llegar al poder en las próximas elecciones. Explosiones y advertencias, selección de víctimas y barrios preconcebidos, lingotes de oro incautados, avionetas repletas de droga, coches bomba y un sinfín de muertes violentas son los actos de cada día que inducen al ciudadano común al horror y a aventurar sus diagnósticos pero que, sin embargo, no provocan la unión entre vecinos y el apoyo mancomunado. El terror obliga a cerrar los ojos y a abrir las posibilidades para que aquellos que ostentan el poder (tanto en el uno como en el otro extremo) sigan haciendo de las suyas.
El dinero de la droga hunde sus garras en cada ciudadano y todos estamos en la mira; con los poderes del Estado debilitados e incapaces, con un control nominal sobre la población civil, sin proteger su vida y sus derechos, el Ecuador se encuentra en total indefensión.
Y solo atinamos a emitir diagnósticos; por otro lado, el enfrentamiento de la sociedad civil con los poderes estatales provoca mayores problemas, es decir, tomar la justicia por las propias manos acarrea desastres cuyas consecuencias son irreversibles.
Lamentaciones y quejas son inútiles; hasta tanto, provocar células de solidaridad entre vecinos puede ser (además de ingenuo) una única herramienta de solidaridad ante el fracaso de la democracia en este país anegado de corrupción. En un Estado fallido, quienes deciden sobre las cuestiones públicas son los políticos criminales, los criminales puros y las organizaciones con la capacidad suficiente para generar actos de violencia con gran impacto social.
Ceder el territorio nacional al narcotráfico y a la violencia es colocar la espada de Damocles sobre nuestro país pensamos que, todavía, no es tarde para enmendar los errores; intelectuales, políticos, gobernantes, periodistas, deben dejar de lado sus intereses particulares aunque eso signifique un acto heroico; sin demagogia y con la urgencia que nuestro Ecuador lo demanda.
En el libro “La guerra de los Zetas” de Osorno hay un párrafo que obliga a la reflexión “Han encontrado en la violencia, el sicariato y el narcotráfico una posibilidad de realizar sus anhelos y de ser protagonistas en una sociedad que les ha cerrado las puertas” No podemos permitir que ello suceda.
Recordar que “el valiente no es el que no siente miedo, sino el que a pesar de tenerlo actúa” Esa acción entre iguales nos espera.
Portada: Foto tomada de Notimundo.com.ec
Poeta. Gestora cultural. Articulista de opinión. Ha recibido varios premios de poesía y al mérito laboral. Ha sido jurado en diversos certámenes nacionales e internacionales. Ha publicado diversas obras, así como Literatura infantil, Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y figuran en diversas antologías nacionales y extranjeras.