Este día 21 de junio se conmemora la celebración del Inti Raymi en Ecuador y Perú, tradición de origen incaico, que se realiza alrededor del solsticio de invierno en el hemisferio sur. Esta no solo es una fecha especial de las culturas andinas; además es parte de la espiritualidad ancestral del pueblo quichua, momento sagrado para renovar la alianza con la Tierra, que simboliza la gratitud a la Paccha Mama por la bondad de haber permitido una buena cosecha.
Inicialmente el Inti Raymi era una celebración de 9 días en honor al dios Sol, que marcaba el inicio del nuevo año inca, pero fue prohibido por los españoles en el siglo XVI quedando postergada durante más de 400 años. En el Ecuador, se lo retoma como parte de proceso político de la recuperación de la tierra (Kawsaymanta) llevado a cabo el siglo pasado, en el marco de las reivindicaciones sociales, políticas, culturales; hoy constituye una de las conmemoraciones más importantes de los pueblos indígenas. Más que como patrimonio, como reivindicación identitaria.
En un país multicultural como el nuestro, es imperativo conocer sobre esta ritualidad para respetarla en su verdadera dimensión, pues es parte de la cosmovisión y espiritualidad ancestral de los pueblos precolombinos. Sabemos que el Sol o Inti era el dios más venerado del panteón del Tahuantinsuyo, considerado creador de vida pues él creó a los primeros incas Manco Cápac y Mama Occlo. En su honor, se construyeron varios templos a lo largo de todo el territorio incásico, entre los más significativos están Qoricancha y Sacsayhuamán en Cusco. También sabemos que los incas eran excelentes observadores de los astros y conocían que este era el día en el que el sol más se aleja de la tierra y por lo tanto el más corto del año. Pensaban que el sol se enojaba y temían que se alejara cada vez más e incluso desapareciera por completo, así que oraban para que volviera pronto de la oscuridad y para ello organizaron el Inti Raymi. El emperador Pachacútec estableció su culto como religión, ordenando la construcción de templos, ofreciéndole sacrificios y promoviendo su propia representación como la encarnación de Inti en la tierra. El nombre del emperador Pachacútec, significa cambiador de la tierra que traerá una nueva era. Fue él quien ordenó la realización del festival en honor al sol, durante el cual hablaba directamente con Inti. De esta manera, logró impulsar la expansión del Tahuantinsuyo, hasta tierras ecuatorianas donde también se implementó su culto.
La importancia del solsticio de invierno se evidencia en algunas de las estructuras más famosas del imperio, en particular el Intipunku o Puerta del Sol en Machu Picchu, por donde los rayos del sol pasan con precisión en este día, y el observatorio, que también se alinea perfectamente con el sol el 21 de junio. Es muy interesante comprobar que múltiples de las construcciones incásicas, fueron diseñadas bajo los parámetros de un cálculo perfecto del movimiento del sol para permitir el ingreso de su luz durante todo el día.
Como ya mencioné, el festival del Inti Raymi fue prohibido por el virrey Toledo en 1572, unos 40 años después de la llegada de los españoles pues lo consideraban una afrenta a sus creencias católicas. En la actualidad se lo ha vuelto a conmemorar, lamentablemente en el marco de una serie de conceptualizaciones no siempre tan correctas. Se podría decir que este legado del Patrimonio Cultural Inmaterial enfrenta un proceso de múltiples bifurcaciones, algunas de carácter esencialista, otras folklorizantes, otros mercantilistas, e incluso turistificadoras donde se mezclan ideas y acciones que nada tienen que ver con la esencia genuina de esta celebración, desvirtuando su sentido e irrespetando la cosmovisión de la cultura indígena y desviando la trascendencia espiritual que implica.
El cuidado del patrimonio cultural no solo es un deber del Estado, es una responsabilidad de todos, tanto de los portadores de saberes y conocimientos, de los grupos y comunidades, así como también de las instituciones gubernamentales y no gubernamentales, de la academia y de la ciudadanía en general. Las personas que lo conocen y lo celebran deben saber que la ritualidad andina involucra sentimientos, anhelos, acuerdos y desacuerdos comunitarios e individuales y debe ser conmemorada con mucho respeto y consideración, en la misma dimensión que todas las espiritualidades que la población practique. La compresión y el respeto por el patrimonio cultural indígena, no solo deben generar una memoria nostálgica, o romántica, sino como dice Astudillo (2024), “son un ejemplo de cómo el patrimonio es también un ejercicio de recreación del pasado…una forma de imaginarlo y crear una memoria colectiva como fuente de identidad”.
Foto tomada de: https://n9.cl/3manp

Ex directora y docente de Sociología de la Universidad de Cuenca. Master en Psicología Organizacional por la Universidad Católica de Lovaina-Bélgica. Master en investigación Social Participativa por la Universidad Complutense de Madrid. Activista por la defensa de los derechos colectivos, Miembro del colectivo ciudadano “Cuenca ciudad para vivir”, y del Cabildo por la Defensa del Agua. Investigadora en temas de Derecho a la ciudad, Sociología Urbana, Sociología Política y Género.