Buscando materiales para clases volví a encontrarme con la película “Prometeo deportado” de Fernando Miéles (2008). Acabo de revisar completamente la peli solo y frente al computador. Ahora estoy convencido que la meta del cineasta no es caricaturizar ni enmascarar la realidad. La obra cinematográfica tampoco busca teorizar, ni colocar conclusiones. El cine es solamente hijo de un momento cultural. Con sus límites “Prometeo deportado” de Mieles, traza muchas líneas a manera de ensayos sobre lo que somos y aquello que no queremos ver los ecuatorianos en 110 minutos.
El tema de la migración en Ecuador es profundamente doloroso. El drama social ha pasado de lo individual a lo general. Es común entre los cuencanos, por ejemplo, la sensación de despedida y encuentro. Abandono, olvido y sepelio. Promesas, amor y consolidación. Es posible abrir cualquier diálogo cotidiano y salpicarlo con anécdotas, memorias, peripecias, malabares, estafas y corrupción originadas en la migración. “El cuencano siempre vuelve” dicen, mientras se afana una nostalgia con esperanza en aquellas despedidas aeroportuarias.
El cuarto de reclusión para migrantes de un país europeo no avisado que se convierte en un curioso laboratorio de imágenes patéticas, mágicas, realistas, clasistas, racistas y otras imposibles. Es la múltiple versión de “lo ecuatoriano”, es un microcosmos –un todo el mundo de nosotros-, es un relato en sí mismo barroco, logrado en corto tiempo y poco espacio. Aquí la mente del espectador puede recorrer la historia nacional. Vibrar con la desfachatez del costeño sapo. Identificarse con el sentido de desarraigo. Repudiar, pero comprender la actuación camaleónica de la mimetización a la que tantas veces hemos apelado.
En “Prometeo deportado” está todo o casi toda la colección de imágenes de lo ecuatoriano, inclusive, la visión pesimista de lo nacional traducida como en un pasillo a lo J.J. La cámara también hace guiños a lo que nos queda del orgullo patrio caricaturizando la bandera, el himno que no termina sino enredado y el escudo nacional en la cabeza rapada de un anodino personaje fracasado.
Descubrimos que el vivo criollo tiene talla nacional, que sus alcances no pueden globalizarse. Que somos ingenuos y comemos el cuento fácilmente ¿cómo sería un Ecuador con personajes buenos como la Juana Guarderas? buena nota, acolitadora, solidaria, organizadora, seguramente algún reallity televisivo le pondría como candidata para mejor ecuatoriana y nada más. Me detengo en el momento del caos –pongo pausa para pensar-, es el momento del saqueo y la demolición. Ese debería ser un presagio de un relato que enrumbaría la historia hacia la reorganización social, la cordura y la planificación; pero no, los ecuatorianos preferimos tanto en la ficción como en la realidad, incendiar al país, botar al gobernante, para que las cosas sigan igual o peor que antes. Cambiamos para que no cambie nada. Enarbolamos un pseudo espíritu nacional que se desinfla en el “sí se puede” o en el archifamoso “todos o nadie”. En el chuchaqui con el que nos levantamos luego del after party de una victoria en las elecciones.
Me preguntaba si la frase del personaje “Ecuador país de mierda” ¿resume lo que somos? Recordé los textos de Hurtado: “Las costumbres de los ecuatorianos”, Adum: “Ecuador, señas particulares”, Valdano: “Identidad y formas de lo ecuatoriano” y la historia según Ayala Mora. Entonces reconocí el mérito de Fernando Mieles, al poner con imágenes lo que miles de palabras en textos escritos no han logrado decir y definir aún. Luego de ver “Prometeo deportado” pienso que Ecuador tiene mucho más que mostrar, más allá del centralismo y el regionalismo. Más allá de la disputa entre serranos y costeños. Hay algo más allá del relato de la corrupción y a impunidad. Por decir algo, hay un oriente ignorado. Esas lenguas raras que se escuchan como fondo, ratifican la existencia de un país esperanza ocultado.
Finalmente. La única salida como país resulta huir por la puerta del baúl de mago. Una salida fácil en lo narrativo difícil en la realidad. Una salida que no significó retorno sino escape con lo que nos queda, mientras suena una murga carnavalesca desesperada.
Les recomiendo volver a ver Prometeo, con seguridad este ciclo mis alumnos lo van a disfrutar.
Periodista amazónico y Profesor universitario.