La “ética urbana” es parte de los contenidos de una de las asignaturas de las que soy docente. Me gusta mucho la primera clase de este tema porque suelo empezar con una lectura en voz alta del significado de “ética”, dado por la RAE: “Parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores”. Entonces, les pregunto a los alumnos si están de acuerdo que se deben hacer “bien” las cosas en la ciudad, es decir bajo principios éticos, y todos siempre responden que sí.
Sin embargo, luego de esta respuesta afirmativa, les pongo algunos casos para analizar ¿qué es lo que está “bien” en temas urbanos? Uno de los primeros ejemplos que solemos abordar es el de la vivienda informal construida sobre terrenos ajenos. La primera reacción por parte de los alumnos es considerar antiético el construir asentamientos humanos sobre terrenos de otros y sin autorización; pero luego les hago imaginar que ellos son padres/madres de familia, que no tienen un techo para guarecer a sus hijos, y que la única opción de hacerlo, por falta de recursos, es construir de manera informal. Es entonces cuando la “ética urbana” pierde sus límites exactos, decidir entre qué está bien y qué esta mal ya no resulta tan sencillo.
En el mismo ámbito de la informalidad, suelo lanzar la pregunta sobre qué tan ético es permitir a los vendedores informales ocupar el espacio público. De igual manera, la primera respuesta suele ser que “no es ético ocupar el espacio público para ventas informales”; entonces lanzo la siguiente pregunta: ¿Es ético ocuparlo para ventas formales? Pues bueno, de acuerdo a la Ordenanza que regula las actividades del comercio ambulatorio en Cuenca, sí, al menos en el centro histórico, ya que su artículo 13 señala: “Con fines de promoción turística y cultural, se podrán utilizar, en ciertos horarios, los espacios de las veredas y portales contiguos que lo permitan, para actividades comerciales que las desarrollen quienes presten servicios de comercio formal en el Núcleo Restringido del Centro Histórico”. La reflexión inicial de los alumnos suele ser que esto es lógico porque los comercios formales pagan impuestos y patentes; entonces hacemos un juego de roles y les obligo a imaginar, nuevamente, que son padres/madres de familia, que han llegado a la ciudad en búsqueda de mejores condiciones de vida, que no han encontrado trabajo formal, que esa noche tienen que llevar algo de comida a sus hijos, y que si no venden unas espumillas en el parque no podrán alimentarlos. Una vez más se difuminan los límites exactos entre el bien y el mal en temas urbanos, ¿verdad?.
Y así continuamos la clase analizando innumerables situaciones urbanas, en las cuales no es fácil distinguir entre el bien o el mal, y que por ende se convierten en dilemas éticos. Muchas de estas situaciones ya las he tratado en entradas anteriores a este blog (construcción en altura, construcción de pasos peatonales elevados, conjuntos habitacionales cerrados), y otras más las trataré en el futuro.
Doctora en Arquitectura y Estudios Urbanos de la Universidad Católica de Chile. Máster en Arquitectura por la Universidad de Kansas-EEUU. Docente/investigadora en la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Azuay desde el año 2009. Coordinadora de Investigaciones de la Facultad y Directora de la Maestría de Arquitectura. Docente en diferentes módulos de posgrado a nivel nacional. Ha sido Secretaria de Movilidad y Directora de Planificación del Municipio de Cuenca. Sus trabajos de investigación, publicaciones y ponencias se centran en la ciudad con un énfasis en la movilidad y el transporte.