EN LA MITAD DEL DÍA…
Hace 532 años, Colón desembarcó en América, trajo cristianismo, castellano y gripe entre otras cosas. Dicen últimamente que Colón era judío y que organizó la expedición para salvar a su comunidad de la Inquisición que ya se la veía venir. Entre la masacre, la gripe y la viruela, la población americana quedó reducida al 15%, muertos los abuelos y quemados y destruidos códices e íconos en nombre de extirpar la idolatría, se perdieron lenguas y conocimientos, sistemas de vida en consonancia con las fuerzas primordiales y de interacción con los demás seres de la naturaleza… “Anocheció en la mitad del día”.
¿Dónde están los relatos que nos antecedieron? En alguna metáfora, en algunas fiestas, bajo alguna máscara, en los pasos de la danza, oculto en alguna fábula en que los animales fablan y confabulan.
Y hubo también encuentros y deserciones, cópulas y mestizajes y se mezclan los tonos y las lenguas, y unos relatos sobreviven bajo los ropajes de otros y entonces la cruz del sacrificio es también el cruce de los cuatro puntos cardinales, y adoran al mismo santo, solo que unos a la imagen de un personaje de ultramar y otros al hueso del anciano sabio, abuelo de esta tierra, que habita en secreto dentro de la escultura devocional.
Pactos con caciques, acuerdos, matrimonios, y luego dominio total por parte de los peninsulares del otro lado del mar, pero no solo vinieron encomenderos abusivos, vino también mucha gente de pueblo, trabajadores, artesanos, moros y judíos huídos del Santo Oficio. Allí empieza el blanqueamiento, la racialización del dominio, tendríamos que hacernos un examen genético para saber cuánto de nuestra morenidad corresponde a lo indígena, cuánto a los moros y cuánto a la África profunda; felizmente en los tiempos actuales la identidad se define no por el color de la piel, los rasgos o la estructura ósea, sino por un imaginario común, la lengua, los símbolos, la común valoración de las cosas. Una montaña es una fuente de vida y un referente espacial, pero esa misma montaña para un capitalista sin identidad ni raíces no es más que una mina para vender su material al peso y convertirle en billetes que se gastan y se devalúan rápido, también el dólar puede devaluarse, las apuestas en las bolsas de valores no están en lo útil o necesario sino atrás de lo que es vendible.
Si la invasión española significó la destrucción de una cultura para imponer otra, el capitalismo significa el arrasamiento de todas las culturas.
Actor quiteño, vive en Cuenca desde 1990. Con cuarenta años de experiencia ha participado en numerosas obras de teatro y producciones cinematográficas, logrando algunos premios durante su trayectoria profesional. Ha sido instructor de varios talleres, ha publicado artículos en revistas especializadas y, en la actualidad, es miembro de la Compañía de Teatro de la Universidad del Azuay.