Es uno de los aspectos comunicacionales más complicados en la acción de un gobierno. No por ello deja de ser fundamental y necesario en ciertos momentos de la gestión. Un gobierno, especialmente su líder y rostro más visible, tiene que saber pedir perdón a la ciudadanía y al público en general.
No importa si los asesores o el propio presidente sienten que no se ha hecho nada malo o no se ha cometido ningún error. En el momento en que el público, los mandantes, perciben que desde el gobierno se cometió alguna falta, el perdón debe colocarse sobre la mesa y barajar como una opción en la construcción del discurso en días venideros. No sé hasta qué punto el gobierno de Lasso ha contemplado siquiera la opción de pedir perdón al Ecuador en algún momento.
Pensemos en el año de gestión que Guillermo Lasso lleva al frente de Carondelet, ¿cuántos perdones hemos escuchado? Si hago esfuerzo, recuerdo uno en específico. Sin embargo, no fue una disculpa hacia al Ecuador o hacia el pueblo, sino al presidente de Colombia, Iván Duque, tras las declaraciones de que uno de los aviones presidenciales había sido vendido al ejército del vecino país. Ese perdón, tal vez necesario para las relaciones diplomáticas entre los dos países, no es un perdón hacia la ciudadanía que también se sintió afectada por las contradicciones entre los gobiernos de los dos países.
Así como el engaño que pudo sentir la ciudadanía frente a la venta del avión presidencial, ¿cuántos otros acontecimientos se han dado donde el Ecuador ha percibido un error gubernamental? Depende de la línea ideológica de cada uno y su simpatía hacia el presidente, pero hasta los más acérrimos defensores de Lasso tendrán algunas situaciones en mente.
Sin embargo, no se ha sabido pedir perdón al Ecuador. En lugar de ello, se ha adoptado una estrategia que mezcla el silencio prolongado, el desvío del foco de atención y la transferencia de culpabilidad a otros actores del campo político. Frente a las masacres carcelarias, más de 48 horas sin respuesta que terminaron en una photo op entre el presidente y algunas autoridades del Poder Judicial; frente a la oleada de violencia en las calles de ciertas ciudades del país, organizar una reunión con la Fiscalía y la Corte Nacional para hablar sobre el peligro de los habeas corpus; frente a la falta de medicinas y la destrucción del sistema de salud, la culpa es de Correa.
En resumidas cuentas, el libreto no contempla pedir perdón en ningún momento. Señor presidente, algo similar hizo Lenin Moreno durante su mandato, ¿se acuerda de sus índices de aprobación hacia el final de la gestión? Aunque no es necesario que se remonte al anterior gobierno, ¿recuerda sus índices en agosto en comparación con los que tiene ahora? Apenas surgieron las crisis y su capital político ganado durante la vacunación empezó a quemarse, sus números han entrado en una trayectoria descendente y la ciudadanía siente que no está haciendo nada para revertir los problemas que se viven en el país.
Pida perdón una vez, señor Lasso. Ponga a sus ghost writers a trabajar en un discurso corto, emotivo, que convenza y que llegue al corazón. Escenifíquelo de la manera que mejor considere, coloque a María de Lourdes y a sus hijos a su lado, difúndalo por los canales que su equipo le recomiende; pero pida perdón de verdad. Quizá así dejen de sangrar sus números por un momento.
Pero, y esto es de vital importancia, sepa pedir perdón bien. En el Informe a la Nación hubo un esbozo de disculpa pero la construyó de la peor manera posible. Intentó reconocer que hubo errores durante su año, pero terminó transfiriendo la culpa de esos problemas desde su gobierno a la ciudadanía. El problema es del pueblo que no le entendió bien lo que quería decir, el problema es del pueblo que se impacienta, el problema es del pueblo que no puede dimensionar todos esos grandes proyectos que le estamos ofreciendo. Esa idea quedó latente tras escuchar su discurso el 24 de mayo.
Sonó un poco a las disculpas que se dan los novios tras una pelea. “Perdón porque no me entendiste bien lo que te quise decir”, “Si es que te ofendí, perdóname, aunque creo que no es para tanto”. Ese libreto, que puede resolverse con una caja de chocolates y una cena elegante, no puede aplicarse a nivel del ejecutivo de un país.
Señor presidente, el pueblo no puede ser el culpable de los errores del gobierno. La próxima vez que intente pedir perdón, que le tocará hacerlo en algún momento de su gestión, tiene que asumir responsabilidades, transmitir confianza, rectificar el problema y darle a entender al Ecuador que ha comprendido lo que enojó al ciudadano común y que, en lo más profundo de su corazón, siente haber cometido el error.
Comunicador Social graduado por la Universidad del Azuay en el año 2020; apasionado desde pequeño por el periodismo, la política y las temáticas sociales. Orgullosamente latino, ha tenido la oportunidad de vivir en países como Brasil y Chile, además de su natal Ecuador. Inquisitivo y crítico, gusta de hacer trabajo periodístico que combina la fotografía y la escritura.