La vida en el grado de evolución, diversidad y complejidad es un milagro y, hoy por hoy, sabemos que es un milagro de este hermoso y único planeta que llamamos tierra. Toda vida está dotada de un anhelo por vivir, desde la semilla hasta la plenitud de la realización de cada ser y especie para continuar su evolución en el tiempo y el espacio, adaptándose a la realidad cambiante. La vida no quiere morir sin garantizar la continuidad de la vida y hasta se puede decir que la muerte es el presupuesto de la vida. La vida es siempre precaria y vulnerable, siempre está amenazada por la propia lógica de la vida; alguna forma de vida ha de morir para que otros vivan, paro hay una condición constante: el resultado de la tensión entre vida y muerte no puede ser de suma cero; para que la vida siga, prospere y triunfe sobre la entropía se necesita que la suma sea siempre positiva.
En la naturaleza, los proyectos de vida de los progenitores y los engendrados normalmente van en consonancia: la procreación es el gran reto de la vida como garantía de su continuidad. En los animales superiores el éxito total se produce cuando los padres sobreviven para cuidar de las crías y las crías se preparan a su vez para ser padres exitosos cuando llegue el momento. Territorio para la alimentación y la procreación son necesarios para que la especie permanezca y prospere. Cuando estas condiciones son adversas la propia naturaleza diezma las posibilidades de vida, procreación, alimentación y reproducción. En estos casos la muerte predomina sobre la vida, los progenitores no engendran ni gestan, se producen abortos espontáneos o provocados por la escasez y la violenta competencia por los recursos, las poblaciones se estancan, descienden y eventualmente se extinguen. Durante cientos de miles de años también el homo sapiens estuvo muy ligado a estos condicionamientos naturales.
Los humanos modernos somos fruto de una larga evolución que se ha acelerado en las últimas decenas de miles de años. Hoy somos bastante conscientes de nuestra instintividad, racionalidad y emotividad, pero sobre todo de nuestra libertad y autonomía. Nos ufanamos de los progresos de la ciencia, el mercado, la industria y la tecnología. Ya no estamos a merced de la naturaleza, por el contrario, la pretendemos y creemos dominar. Nos ufanamos, con justa razón, de haber construido un sistema democrático, del estado laico tolerante, de la progresividad de los derechos humanos, de asumir la plena autonomía y libertad individual frente a toda heteronomía. Hoy, concebir y parir ya no es una determinación insoslayable de la naturaleza, esta mediada por la libertad de elegir, las posibilidades de la ciencia. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro en nuestra avanzada civilización, hay pobreza, desigualdad, violencia, exclusión. En este escenario mundial y nacional se discute y legisla sobre la despenalización del aborto en el caso de embarazos ocurridos por violación. El eterno conflicto entra la vida y la muerte. Algo tiene que morir para que otra vida pueda prosperar hacia una deseada plenitud.
En nuestra Asamblea legislativa, una vez que la Corte Constitucional determinó la existencia de un conflicto de valores y derechos, encargó a la legislatura ponderar los plazos y tiempos para resolver dicho conflicto a fin de que el efecto de la interrupción el embarazo sea menos traumático y la decisión fatal lo más humanamente ejecutable. Así la Corte arbitró un camino jurídico aceptable para la ética laica entre los extremismos de los movimientos abortistas y provida. En la Asamblea se dispararon las opiniones sobre los plazos, entre máximos y mínimos de semanas. Sean cuales sean los términos en los que la Ley termine aprobándose, el debate debe continuar. El tema lo amerita desde todos las aristas éticas, jurídicas, médicas, sociales y culturales de la problemática. Me parece que faltará más institucionalidad y capacidad del Estado y más ecuanimidad en la sociedad para evitar los males mayores y lograr el mayor bien posible. Ojalá que en un País donde reina la corrupción en todos los ámbitos y niveles, la vida de mujeres, embriones y fetos no terminen en el mercado negro de los grandes negocios de la informalidad del crimen organizado.
Me identifico como ser humano y me agrada cuando me relaciono en ese nivel. A mis 75 años sigo aprendiendo y compartiendo las lecciones de la vida. Durante todos mis trabajos y servicios he considerado como tarea más importante pensar y suscitar el pensamiento. Puedo ser incómodo preguntando y re preguntando. Por ello tengo la estima y el afecto de muchos y también la resistencia de otros. No busco aceptación sino estar bien con la búsqueda de la verdad esquiva, hacer el bien que pueda y disfrutar de todo lo bello que hay en todo lo que existe.