Quería escribir algo bonito, esperanzador, hacer balance, buscar lo bueno.
Quería que me habite el espíritu de la navidad, que mis pensamientos se trasladaran a palabras y expresiones que motiven, que al leerlas provoquen sensaciones y sentimientos gratos.
Quería que hubiese cosas buenas que decir.
De hecho hay cosas buenas, pero en mi vida y en mi entorno, lo que sin duda no es de interés para quienes leen está columna.
Mis intenciones y ganas se quedaron en eso, pues en el país, en la cosa pública, la situación es diferente, poco hay para relievar.
Imposible pasar por alto lo que sucede en el Consejo de la Judicatura, una institución cuestionada por sus atribuciones y actuaciones, pero más aún por obra y gracia de quienes lo han presidido y presiden, antes Wilman Terán (condenado por delincuencia organizada, obstrucción a la justicia y asociación ilícita); hoy Mario Godoy, designado y luego electo por Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Muchas voces se levantaron en su momento rechazando la decisión, pues el individuo en cuestión había sido defensor de dos sujetos vinculados con el cartel de Sinaloa, sus cuñados cuando los patrocinó, a los que dijo no conocer, mintiendo sin ruborizarse. Ninguna de las impugnaciones contra Godoy prosperó, se lo eligió y encumbró. Imposible olvidar que está allí llevado por el presidente de la Corte Nacional de Justicia, José Suing, que lo incluyó en la terna.
En estos días –diciembre de 2025- se informa por distintos medios que la cónyuge de Godoy, Dolores Vintimilla, habría sido la abogada defensora de sujetos vinculados con el narcotráfico, como alias “Fito”, o el serbio Jezdimir Srdan. Vintimilla dice haber renunciado al patrocinio del último luego de casarse con Godoy, sin embargo a su correo seguían llegando las notificaciones, es decir estaba al tanto del proceso, por lo que no sería descabellado pensar que podía seguir operando desde la defensa a la sombra, no es una acusación, únicamente una presunción.
Escuchando y leyendo la información, las opiniones de varios colegas, analistas y periodistas, estoy convencida que quien debía renunciar al cargo de presidente o cualquier otro en el Consejo de la Judicatura, era Godoy y debió hacerlo antes de casarse. No convence ni cabe la burda defensa en una entrevista con Fabricio Vela, cuando dice que las notificaciones que ha recibido su cónyuge en el proceso en contra del serbio Jezdimir Srdan, no le acreditan para la defensa, sin embargo ni él lo dice ni el entrevistador pregunta respecto de la información a la que accede y en función de la cual potencialmente podría actuar o realizar injerencias por sí o por interpuesta persona incluido su marido.
Siempre he pensado –y lo he dicho- que el pasado importa, somos y estamos dónde estamos gracias o como consecuencia de nuestro pasado, de lo que hemos hecho y de cómo lo hemos hecho. No caben los aspavientos de Godoy, señalando que lo que se dice es un ataque personal y a su familia, y amenaza con develar información –muletilla de todos los que no quieren rendir cuentas ni responsabilizarse de sus actos-, pues la persona con la que contrajo matrimonio y por el momento comparte su vida, ha sido abogada de narcotraficantes, eso es un hecho. Cómo dijo Felipe Rodríguez en el programa que conduce Andrea Bernal: Godoy “se casó con alguien que llegó a defender a narcotraficantes, lo cual no está mal, todo ser humano tiene derecho a un abogado y todo abogado tienen derecho a elegir sus casos, pero lo que no tiene derecho un abogado que defiende al crimen organizado o que está relacionado familiarmente con el crimen organizado, es a dirigir el máximo órgano de administración del sistema de justicia que va a luchar contra el crimen organizado, esto se llama conflicto de interés”
Como dice Felipe Rodríguez, lo relevante en este caso, no es si Godoy pidió u ordenó que se trate de influenciar en la decisión de los jueces, sino la duda que se cierne sobre sus actuaciones, que dicho sea de paso, ha estado presente desde el día uno; hoy hay muchos más motivos no sólo para mantenerla sino para acrecentarla.
Lo que se ha hecho y lo que se cuenta genera muchas suspicacias, no sé ustedes pero yo no le creo a Godoy, dice que con Henry Gaibor –director provincial del Consejo de la Judicatura de Pichincha- tiene “una relación de articulación como tenemos con todos los directores provinciales a nivel nacional”, al escucharlo pienso que quizá como hizo con sus ex cuñados, en este caso está negando a su amigo, porque de ser como él señala, la pregunta que surge es: ¿invitó a todos los directores provinciales del Consejo de la Judicatura a su matrimonio?. Dice también que si hubiera hecho algo malo deliberadamente, pensaría en renunciar, que es víctima de un feroz ataque político y personal a él y su familia. Sin contexto, escucharlo provoca conmiseración, aunque quien sabe, capaz está convencido que nada de lo que ha hecho está mal, así piensan aquellos que en sus actos no se rigen por valores y principios éticos sino por conveniencias.
Si le importara la institución (CJ) y el país, no se hubiera postulado al cargo, no lo hubiera aceptado y no se aferraría a él (aunque dice que no).
La solicitud de renuncia a Henry Gaibor, por parte del Consejo de la Judicatura, luego de escuchar la grabación de una conversación con el juez Carlos Serrano, en la que sin duda busca influenciar su decisión, es un lavado de cara, es decirle váyase pero sin consecuencias, lo que debió hacer el Pleno del Consejo de la Judicatura es ordenar se abra el proceso administrativo disciplinario y frente a las pruebas, destituir al mal elemento, para alejarlo aunque sea momentáneamente del sector público.
El pasado y el presente importan, así como las compañías, “dime con quién andas y te diré quién eres”. Cada quien puede hacer lo que quiera con su vida y en ella, defender a delincuentes si le place o le reporta, más no pretender vernos la cara de pendejos a todos todo el tiempo.
Vamos a ver cómo sigue este nuevo capítulo de la tragedia institucional del Ecuador.
Lo cierto es que con tanto sinvergüenza, no mismo hay como prosperar, ni confiar.
Portada: imagen tomada de: https://www.facebook.com/
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.