Ecuador, tierra de Constituciones desechables, podría estrenar otra. Una más.
Como si las Constituciones fueran celulares: cada presidente llega con la suya, más moderna, más liviana, con “triple cámara de derechos” y “seguridad reforzada contra la pobreza, versión beta”.
Pero esta vez el país ensaya una novedad digna de melodrama político: el presidente Daniel Noboa —millonario, neoliberal y heredero de una dinastía bananera— ha propuesto que su madre forme parte de la comisión encargada de redactar la nueva Carta Magna.
Sí, su madre.
No un jurista, no una constitucionalista. La mamá.
Cuesta no imaginar la escena:
El Palacio convertido en sala familiar.
Daniel al frente, con PowerPoint en mano, explicando los artículos que quiere borrar, y doña mamá en la primera fila, con el ceño de quien ya corrigió demasiadas tareas, preguntando:
—“¿Y tú vas a salir con esa reforma vestidito así?”
Porque nada impone tanto orden en una república díscola como la autoridad moral de una madre.
Quizás ella esté ahí para recordarle al hijo que el neoliberalismo también se mama:
—“A ver, Danielito, ni se te ocurra meter impuestos progresivos. Que la gente trabaja mucho por su plata, ¿me oyes?”
Imagino el primer borrador de la nueva Constitución:
Artículo 1. Ecuador se declara un emprendimiento familiar, con responsabilidad limitada y visión internacional.
Artículo 2. La soberanía reside en el pueblo, pero las decisiones importantes se consultan primero en el grupo de WhatsApp “Constituyentes Familiares”.
Artículo 3. La patria ya no es de todos. Es de los que tienen acciones.
Y cuando el pueblo proteste, no faltará quien diga:
“Bueno, al menos la señora es honesta. ¿Y quién mejor que una madre para escribir la Constitución, si fue ella quien le enseñó modales al presidente?”
Claro.
Siguiendo esa lógica, que su esposa redacte el Código Penal, su primo diseñe la Corte Constitucional, Shakira escriba la nueva Ley de Cultura y que el perro custodie la democracia —que al fin y al cabo ya está domesticada.
Aunque, pensándolo bien, el perro no está solo.
Esta familia tiene un ejército entero de guardianes: ministros con pedigree, asesores amaestrados para ladrar a los disidentes y un hijo que obedece con entusiasmo filial.
Un modelo de seguridad nacional impecable: todos protegen el artículo no escrito donde dice “El que se mete con mamá, se mete con la patria”. Y los chicos creerán que la Madre Patria es la mamá de los Noboa.
Al final, esta “refundación de la patria” suena menos a proceso constituyente y más a lanzamiento de producto.
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Lo verdaderamente trágico no es el gesto maternal, sino lo que simboliza:
que la política ya no se ejerce, se hereda;
que la patria se amasa en la cocina, entre herencias, silencios y perros guardianes.
que el poder se juega en familia, mientras el pueblo lava los platos de la cena democrática.
Y mientras tanto, nosotros —los ciudadanos— seguimos ahí, apilados en el fregadero de la historia, esperando turno para ser fregados otra vez.
Portada: imagen tomada de https://n9.cl/25dv9
Johnny Jara Jaramillo, Cuenca 1956. Estudió Literatura en la Universidad de Cuenca y Musicología en la PUCE. Fue profesor de Literatura en el Colegio Benigno Malo de su ciudad y en el Colegio Agustín de Azkúnaga en Isabela-Galápagos. En Nueva York asistió a varios cursos sobre Literatura inglesa en la Universidad de Columbia y ha colaborado con varias revistas de literatura en Estados Unidos, México, Colombia, España y Finlandia. Es parte de Moderato Contable, antología de narradores cuencanos del Siglo XXI, Antología de Narradores ecuatorianos del Encuentro nacional de narradores ecuatorianos, en Loja 2015. Su libro “Un día de invierno en Nueva York” es su opera prima.