Lo que pasa en el sector salud en Ecuador es dramático, no sólo por las enormes falencias institucionales de las que conforman la Red Pública Integral de Salud, sino por otros males lamentablemente convertidos en endémicos:
- La inexistencia fáctica del Sistema Nacional de Salud. Pues a pesar de estar establecido desde 2002 en la Ley Orgánica del Sistema Nacional de Salud, contando con mecanismos de coordinación y apoyo a la rectoría del Ministerio de Salud Pública, no se han dado pasos firmes para consolidarlo; y, los avanzados a lo largo de los años han sido borrados con las malas decisiones de quienes han estado al frente de los gobiernos y del Ministerio.
- Fallas enormes en los mecanismos de articulación y complementariedad de los integrantes de la Red Pública Integral y con los servicios privados que deberían ser complementarios.
- Debilidades y falta de capacidad instalada en el Primer Nivel de Atención, lo que provoca el colapso de las unidades de mayor complejidad, con la consecuente desatención de la población.
- Débil o ninguna rectoría del Ministerio de Salud Pública, atribuible a quienes han fungido como ministros, a los funcionarios que los han acompañado en la gestión y también al personal de planta que conociendo sus responsabilidades no las ejecutan con solvencia, eficiencia y eficacia.
- Problemas presupuestarios, ligados no necesariamente a la falta de recursos, sino a la baja ejecución producto de la mala o inexistente planificación, proceso que en muchos casos ha dejado de ser técnico, aunque conserve el nombre por exigencias legales.
- Concentración y centralismo que no permite a los servicios de salud cumplir su rol como garantes del imprescindible derecho a la salud.
- Inadecuada organización territorial, que impide el accionar centrado en las necesidades de salud de la población, pues las decisiones en muchos casos no tienen en cuenta la realidad epidemiológica local.
- Falta de equipamiento suficiente y adecuado, obsolescencia, incorrectas o nulas labores de mantenimiento y reposición, a lo que se suma la poca innovación tecnológica en el subsistema público.
- Falta de provisión de medicamentos e insumos médicos, lo que provoca dramas personales y familiares en muchos casos de proporciones, por la falta de acceso a esos productos necesarios para recuperar la salud o mejorar la calidad de vida de la población, sumado a los perjuicios financieros a las familias, al obligar ingentes cantidades en gasto de bolsillo, que no deberían producirse si el Estado cumpliera con su misión.
- Utilización de la salud con fines politiqueros o electorales…
- De la corrupción ni hablar.
Lo señalado es sólo una pincelada de la crítica situación en la que se encuentran las instituciones públicas de salud, que puede transformarse en peligrosa, entendido el peligro en el deterioro cada vez mayor de las condiciones de atención.
Un país que no es capaz de garantizar a su población derechos básicos, que deben ponderarse en su justa medida frente a otros, como son salud, educación y trabajo, está condenado al fracaso.
No hay una explicación razonable para la inestabilidad pavorosa en el ente rector en materia de salud, ¡5 ministros en 1 año y 8 meses!: Franklin Edmundo Encalada Calero (6 meses y 22 días); Manuel Antonio Naranjo Paz y Miño (faltando 3 días para cumplir 8 meses); Édgar Lama von Buchwald (3 meses y 12 días); Juan Bernardo Sánchez Jara (37 días); Jimmy Daniel Martin (al escribir este artículo, contando).
De ninguno tuvimos tiempo de aprendernos el nombre, pasaron sin pena ni gloria, pero en su hoja de vida ya pueden incluir el cargo.
Las decisiones gubernamentales en el sector salud, hacen presumir falta de conocimiento cuando no desidia, respecto de un ámbito trascendental no sólo para el bienestar individual y colectivo, sino para el desarrollo del país, pues incluso esperando réditos, la gente sana es sin duda más productiva.
Ahora, pensando mal como estamos acostumbrados, las malas decisiones, acciones y omisiones que desde hace más de una década se toman en el sector salud, a las que se suma hoy la veleidad del Presidente de la República y sus seleccionados para el cargo de Ministro, puede ser -dicen algunos-, parte de una estrategia para destruir lo público en beneficio de la práctica privada que campea sin control.
Esperemos que el nuevo contribuya a eliminar los malos pensamientos, que tome en serio su cargo, que le importe la salud de los muchos, que tenga conocimientos y experiencia –como dice su currículo-, que se rodee de buenos colaboradores, convoque a los que saben, y sea respaldado por el Presidente para hacer lo que se debe y bien.
Portada: Imagen tomada de https://n9.cl/ek771

Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.