Estamos por celebrar una de las fechas más espaciales del año, el día de la madre. Cuando llega un niño o niña a este mundo, generalmente es un motivo de felicidad. Sin embargo, podemos decir, a riesgo de que alguien no concuerde, que la maternidad ha sido idealizada. De ahí la necesidad de revisar esta idea romántica señalando las implicaciones que tiene la idealización de la figura materna.
El embarazo y el parto, son etapas en las que muchas mujeres son susceptibles de trastornos emocionales debido a la alta carga de incertidumbre que enfrentan en este periodo. Las mujeres suelen sufrir situaciones anímicas delicadas, sobre todo cuando no cuentan con apoyo de otras personas. Incluso, pueden sufrir episodios de ansiedad y depresión, ya que maternidad atraviesa no solo su cuerpo sino también su psiquis. Existe una profunda conexión biológica y psicológica del bebé con su mamá, lo que no significa que ella es la única fuente de bienestar emocional del bebé. A pesar de ello, la expectativa social y la carga mental de este rol, están fundamentalmente orientados a la madre. Si las madres asumen otras responsabilidades, no falta quien opine que está descuidando su rol. El escrutinio social sobre ellas es altamente exigente.
La maternidad no es inofensiva, hay especialistas que señalan que cuando una mujer se convierte en madre, de alguna manera se debilita su ser de mujer, suscitando fuertes implicaciones psicológicas. Se necesita tiempo y condiciones adecuadas para restructurar emocionalmente todo su universo en función de dar acogida al nuevo hijo o hija. Este proceso coloca a las madres en una alta vulnerabilidad y aunque las leyes ofrecen a las nuevas madres un período de recuperación, el posparto no dura únicamente tres meses. Cuando ellas deben regresar al trabajo, la dependencia del bebé aún es muy alta. La preocupación y las tensiones de dejar al hijo o hija aumentan el estrés, la decisión de en qué manos dejarlos es sumamente difícil, no en todos los casos se cuenta con alguien o con dinero para ello. Las malas noches continúan, la lactancia es compleja, aparece el dolor y las heridas en los senos. El proceso de adaptación a esta situación ejerce una alta tensión, la misma que aumenta cuando no se comparte la responsabilidad con el padre, cuando él es un colaborador ocasional, o peor cuando se es madre soltera.
En la vida cotidiana coexisten el viejo y el nuevo orden. Las mujeres se han incorporado masivamente al mercado laboral, pero en la mayor parte de casos continúan siendo responsables de las tareas del ámbito privado. Las mujeres hoy, no pueden superponer el rol de maternidad a los roles del trabajo o la profesión. El cuidado de los niños sigue estando a su cargo. Las jornadas de trabajo suelen terminar en agotamiento, frustración o conflicto cuando no hay una conciliación adecuada entre estos roles y no existe corresponsabilidad por las tareas de cuidado, que por supuesto son de ambos padres. La acumulación de tensiones de la vida diaria, ocasiona una presión ambivalente marcada por las disyuntivas que las mujeres enfrentan al convertirse en madres, de manera especial cuando no cuentan con el soporte de los demás miembros de la familia, ni con políticas institucionales para mejorar esta realidad.
La maternidad no siempre es color de rosa. Su romantización se manifiesta especialmente en el día de la madre, en tiernas tarjetas que expresan gratitud y amor, en el macro de una cultura que no valora la inmensa carga de trabajo que representa. La maternidad tiene muchísimos retratos donde las madres no sonríen sino tienen ojeras, relatos que no se toman en cuenta y que muchas mujeres viven en soledad. Ser madre es un trabajo de tiempo completo, y romantizar la maternidad ha inhibido en gran medida la responsabilidad de los padres. El orden social establecido, guarda un pacto de silencio y normaliza la idea de que todas las tareas del cuidado de los hijos e hijas les corresponden a las mujeres, idea que tiene como consecuencia una inmensa presión sobre ellas. Al romantizar la maternidad se muestra únicamente su lado hermoso, creando expectativas poco realistas que, al no cumplirse, desencadenan reacciones desagradables entre las que destaca la sensación de ser “mala madre” por el hecho de creer que maternar implica total abnegación y sacrificio. Basta de esperar que las madres sean perfectas y esperar que siempre estén dispuestas y sonreídas, cargando con expectativas propias y ajenas.
Muchas personas piensan que la maternidad es una obligación de las mujeres o que determina su identidad. Sin duda, es una experiencia esencial y sublime, por ello es fundamental reconocer su lado bello, pero también es necesario reconocer su lado difícil, superando las falsas creencias que llevan a las madres a percibir como “naturales” sus renuncias, la postergación de sus carreras, sus estudios o su realización personal, en una surte de lógica sacrificial que considera un mérito renunciar a todo para atender a los hijos e hijas porque es atributo propio de las mujeres. La lógica sacrificial romantiza la parte difícil de la maternidad y la sobrecarga del trabajo. Este proceso de reproducir permanentemente determinados modos de pensar, se apoya en mecanismos que se deslizan hasta lo más íntimo de nuestra subjetividad, operando sobre nuestros cuerpos, nuestras conductas y nuestros afectos y son parte de la biopolítica, como lo advierte Foucault. El día de la madre es funcional a esta idea, pues se celebra en el marco de una mentalidad que reproduce esta idealización de la figura materna. En definitiva, la romantización de la maternidad esconde un trasfondo de violencia simbólica.
Portada: Foto tomada de https://www.zonadocs.mx/
Ex directora y docente de Sociología de la Universidad de Cuenca. Master en Psicología Organizacional por la Universidad Católica de Lovaina-Bélgica. Master en investigación Social Participativa por la Universidad Complutense de Madrid. Activista por la defensa de los derechos colectivos, Miembro del colectivo ciudadano “Cuenca ciudad para vivir”, y del Cabildo por la Defensa del Agua. Investigadora en temas de Derecho a la ciudad, Sociología Urbana, Sociología Política y Género.