En días pasados se realizó en nuestra ciudad, un encuentro de mujeres sanadoras que convocó a varias representantes de diferentes etnias y comunidades del Ecuador. El espacio, organizado por la Dirección de Género y Equidad de la Prefectura, fue una valiosa oportunidad de compartir y reconocer los conocimientos ancestrales de estas mujeres, relevantes en el marco de la actual realidad, cuando el mundo enfrenta el dolor del odio, la guerra y el conflicto a todo nivel. El aporte de sus reflexiones, su filosofía de vida, sus concepciones y su ética vital, es fundamental para encontrar salidas a las adversidades que enfrentamos como personas, pero también como sociedad y como país.
Escuchar su inmensa sabiduría, permitió para abrir la mente y el corazón a los principios de nuestras culturas andinas, a la experiencia y afectividad que encierran las prácticas del cuidado de la salud en las comunidades rurales; recuperar, reconocer y validar este conocimiento empírico acumulado de generaciones en generación. Uno de los imperativos éticos que estas mujeres sabias, supieron compartir, fue el de la GRATITUD. Valorar lo que tenemos, el afecto de nuestras familias y amigos, las oportunidades de aprender, de relacionarnos y disfrutar de los alimentos de la tierra, de poder respirar y sentir a el aroma de las hierbas y las flores sanadoras, de tener la bendición del agua que es sagrada como sagrado es el aire y el sol que nos da energía y de tener conciencia para defender nuestra dignidad, es motivo de gratitud. Lo demás lo podemos conseguir con la unidad, la lucha y la resistencia.
El conocimiento sobre la medicina natural, es una acción que multiplica la energía espiritual de quienes aplican su saber sanador y el arte de los cuidados. Las prácticas sanadoras reivindican la defensa de vida, hoy amenazada por una industria alimenticia que prioriza los intereses económicos, de la misma manera que la industria farmacéutica capaz de crear enfermedades y adicciones a peligrosos fármacos, solo para ampliar sus negocios. La falta de ética de la cultura del mercado, ha terminado por atentar contra el bienestar y la salud, no solo de los seres humanos, sino de los otros seres que coexisten en este planeta y por su puesto del planeta mismo.
Las mujeres negras Alodia y Yama, hermosamente ataviadas, cuidan su cabeza con floreados turbantes. Ellas saben que la primera y más valiosa energía de los seres humanos está en el cerebro, que es el que piensa, aprende y construye todo lo que tenemos. Para ellas, el cabello es el canal de trasmisión de las energías y el turbante, lo que hace, es proteger esas energías y la sabiduría aprendida de sus madres y abuelas. Las manos sirvan fundamentalmente para transmitir esa energía de manera inteligente, para transmitir el conocimiento a través del trabajo y por supuesto también para transmitir afecto a los otros seres vivos, y prodigar cuidado. El útero y los ovarios son los órganos que entran en contacto con la energía creadora y son capaces de engendrar a vida, de ahí la fuerza interior que tenemos las mujeres.
Mama Celia, de cultura quechua, compartió su basto conocimientos sobre las propiedades de las plantas, que lo aprendió de sus abuelas. Las plantas tienen espíritu, ellas están en conexión con la luz del sol del cual toman su energía; y con el agua que las nutre y las fortalece. Los dos elementos más poderosos de la naturaleza están alineados en tres demisiones necesarias para cuidar la armonía: arriba, aquí y abajo. Nosotros estamos en el medio, en el aquí; somos los responsables de usarlos sabiamente, de cuidarlos y de utilizarlos para hacer el bien y cuidar la vida de personas y de la naturaleza puesta en nuestras manos.
El Ecuador es un país, donde su gente vive y convive con los elementos de la naturaleza. Las montañas cargadas de agüita, son manifestación de la vida misma, son seres animados que nos cuidan, que nos acompañan. No podemos atentar contra quienes nos protegen y alimentan. Entre los principios más relevantes de la cultura andina, están la reciprocidad y la complementariedad. Nosotros somos parte de la Pachamama y estamos obligados a cuidarla y defenderla. Todos los elementos de la naturaleza, tienen una relación cotidiana con nuestras comunidades, una relación que implica afecto. La cultura del consumo, por el contrario, solo busca dominar la naturaleza, apropiarse de ella, explotarla, saquearla y por eso a veces la Pachamama reacciona con dolor y con tristeza.
Entre las sabias andinas, estuvo Verónica viceprefecta de Imbabura, quien explicó el vínculo entre su cosmovisión y la política. Estos días, dijo, estamos en un tiempo femenino, el tiempo cuando el campo se prepara para recibir la semilla, hay que limpiarlo de las malas hierbas y hundir profundo la simiente, para protegerla del calor del sol y de los malos vientos. La vida se debe cuidar con esmero en nuestros campos, protegerla de los venenos y de los que generan muerte. Pero también, estamos en el tiempo de prepararnos para lo que viene. La situación de nuestros pueblos está amenazada por la codicia de las corporaciones transnacionales ávidas de llevarse nuestra riqueza y recursos naturales. Nuestro pueblo está en riesgo frente a las políticas de muerte y precarización de la vida por parte de políticos corruptos y populistas que nos ofrecen la felicidad a cambio de nuestro voto. ¡La madre no se vende! La propuesta de las mujeres sanadoras es construir un paradigma basado en el cuidado de uno mismo, de los otros y del planeta, contenido en el significado de la palabra Kawsay o búsqueda del equilibrio y del encuentro armonioso de todos los elementos de la naturaleza y que en política implica la construcción del Estado Plurinacional.
Todas las sabias mujeres, destacaron la importancia de la gratitud como un principio sanador. Alli, Ashe o UBUNTO representa, la riqueza de corazón, la energía que nos conecta con los orisha o guardianes que nos cuidan y de quienes debemos aprender. El valor de este inmenso conocimiento, es invisibilizado. La práctica de la medicina natural y el cuidado de las plantas se inicia con la defensa del territorio. La historia de estas mujeres sanadoras, está enmarcada en la historia de resistencia y lucha de nuestros pueblos en defensa de los derechos colectivos de sus comunidades, de sus culturas y de sus territorios.
Ex directora y docente de Sociología de la Universidad de Cuenca. Master en Psicología Organizacional por la Universidad Católica de Lovaina-Bélgica. Master en investigación Social Participativa por la Universidad Complutense de Madrid. Activista por la defensa de los derechos colectivos, Miembro del colectivo ciudadano “Cuenca ciudad para vivir”, y del Cabildo por la Defensa del Agua. Investigadora en temas de Derecho a la ciudad, Sociología Urbana, Sociología Política y Género.