
POLÍTICA Y COMUNIDAD
Monseñor Luis Alberto Luna T.
Diario El Mercurio, 2007
El poeta, enfermo de dolencias íntimas, le dijo un día al Señor Jesucristo: “El mundo está enfermo Señor, de un mal imprevisto” y ese Señor calla mientras el hombre que lamenta las miserias del mundo busca los imprevistos, pero demasiado experimentados males, para proponer soluciones médicas, casi todas irreales, Fray Beto, el sociólogo y teólogo brasileño que más ha dedicado su vocación religiosa de servicio social, le propuso hace algunos años al pueblo enfermo de su patria y de toda nuestra amerindia, que se empeñara en hallar una medicina efectiva que no la tienen las farmacias políticas, pero que sí la poseen y donan las sociedades consolidadas. Esa medicina se llama economía solidaria y tiene la especifica y terminante curación, en al conciencia personal y comunitaria organizando la esperanza.
He revisado con detenimiento casi todas las proclamas políticas del momento fundamental que vivimos y siento preocupación muy grande al constatar que una mayoría de ellas, con rara excepción, está dominada por un complejo de globalización, en virtud de cuyo poder proponen su ideal político muy al margen de la estrictamente real y social. “El mundo está enfermo de un mal imprevisto” y calofría el alma sentir que el globo nos ha despersonalizado y no nos ha dado la imprescindible unicidad o personalidad para medir mi hambre y el tuyo, mi ignorancia y la tuya, mi soledad y la de todo vecino o acompañante mío, ubicado en mi mismo globo. Nos basta la economía de la globalización…
Frente a ella, el humilde teólogo brasileño, lleno de fe y de eclesialidad, que quiere decir comunidad creyente, propuso hace algunos años y hoy se renueva por sí misma su propuesta, por la que a una necesaria economía solidaria, adjuntamos en pensamientos, declaraciones y actitudes con una gama de posiciones económicas, por las que repartimos el mundo y sus necesidades en estas posiciones de auténtica sanación universal; Economía de la superfluidad, economía de la carencia-necesidad, economía de la opulencia, economía de la suficiencia. Los idealismos políticos y las experiencias gubernativas llevan a la comunidad desde lo superfluo inútil pero impresionante, por medio de la carencia y de sus exigencias necesarias perturbadoras, a la ostentosa opulencia irritante. Aquí se detiene el idealismo o el aventurerismo económico. Llega de inmediato la natural necesidad de adoptar la economía de lo suficiente, que es lo digno y lo que abre camino a la justicia que da paz.
Se hace muy impresionante detenerse en el camino de los procesos sociales para revisar sus aciertos y sus fracasos y encontrar que, después de tantos siglos de problemática vivencia entre una proporción mínima de opulentos y una profunda densidad de necesitados, las políticas del universo se refugian soberbias en idealismos retóricos, mientras la humanidad tiene hambre. Se impone organizar la esperanza con una economía que desde lo suficiente universalice la paz en la justicia.
Foto tomada de: https://n9.cl/euqo9
