MEMORIA, PUERTO DE PARTIDA
Si lo que nos acontece como nación no nos hace reflexionar seriamente, creo que estamos perdidos.
Muchos dicen que frente a la crisis energética no debemos buscar los culpables, sino las soluciones, que no es momento de mirar atrás sino proponer alternativas que resuelvan en el presente y eviten nuevas crisis a futuro. Frente a la incertidumbre en la que nos encontramos, la necesidad imperiosa e incluso desesperada de ver luz al final del túnel –nunca mejor dicho-, parece un pedido adecuado.
Sin embargo si no vemos atrás, si no aprendemos de los errores, si seguimos haciendo lo mismo y esperamos resultados diferentes, estamos indefectiblemente condenados al fracaso. Como dice Eduardo Galeano en Las palabras andantes, para los navegantes con ganas de viento, la memoria es un puerto de partida.
En la crisis energética y en las otras que hemos soportado, es mandatorio arrancar desde el puerto de partida de la memoria, pues no se puede soslayar por qué hemos llegado a este punto, que han hecho y que dejaron de hacer, cuáles los errores cometidos, para corregir, emprender y deshacer lo que esté mal y se pueda.
La planificación es indispensable, sobre todo en el accionar público y para hacerla con propiedad hay que saber de dónde venimos, en dónde estamos y hacia dónde queremos ir, la improvisación no cabe, nos cuesta mucho en todos los sentidos y casi nunca da buenos resultados. En esa mirada atrás no sólo se encuentra –a criterio de los entendidos- malas o interesadas medidas, falta de previsión, poca diversificación, falta de capacidad y conocimiento de los tomadores de decisiones, opacidad en la información, debilidad en el posicionamiento o transmisión de los criterios técnicos, corrupción, exceso de centralismo (presente en todos los sectores).
Hay quienes dicen que el problema no está en la Constitución ni en las leyes, sino en los individuos que las aplican o no, en definitiva en la corrupción; coincidiendo en parte en lo que tiene que ver con el accionar de los sujetos, pero sería necio no dimensionar el rol de las disposiciones constitucionales y legales, o no emprender con seriedad y urgencia la tarea de dilucidar si los candados impuestos respecto de las competencias exclusivas deberían abrirse y en qué condiciones.
Lo urgente es que el gobierno proponga y ejecute acciones que eviten no sólo los apagones, sino la pérdida de empleos, el incremento de precios, el agudizamiento de la crisis, el caos.
Se deben plantear alternativas de largo plazo. No podemos seguir dependiendo de las condiciones climáticas, de las rogativas a Dios, la Virgen y Todos los Santos para que hagan llover, pues al poco hay que implorar todo lo contrario para que paren los derrumbes, el daño de las vías, la pérdida de vidas y cultivos.
Parafraseando a Galeano, el Ecuador necesita que lo conduzcan buenos navegantes, que tengan a la memoria histórica, como su puerto de partida, pues nada –o casi nada- comienza de cero. No se trata de fundar ni refundar con cada nueva administración, sino de conducir al país y su población salvos a buen puerto.
Al gobierno de Noboa le queda muy poco del escaso tiempo que siempre tuvo, en lo que afrontamos poco tiene que ver -sin duda hay que mirar atrás-, pero no puede seguir siendo justificación para no hacer, o equivocarse en las decisiones, pues dos errores no hacen un acierto.
Estamos ya en los prolegómenos de un nuevo proceso electoral, en mayo de 2025 tendremos nuevo presidente y asambleístas. Las reglas de la débil democracia que tenemos nos dan a cada uno parte de la responsabilidad cuando votamos; el llamado es a reflexionar nuestros votos, a pensar en el país, porque las decisiones macro también afectan a las familias y los individuos.
Es importante y necesario que nos informemos antes de votar, no hacerlo por el amigo, la conocida, el simpático, los que muestran el mejor show, los que nos ofrecen aquello que puntualmente nos puede beneficiar. Es importante que también tengamos como puerto de partida a la memoria, que exijamos a los postulantes información completa y transparente sobre su vida y ejecutorias; a los presidenciables que nos presenten a su equipo de trabajo, a quienes proponen como ministros, porque el presidente de un país es el jefe pero no el todólogo ni el ejecutor.
Apelando nuevamente a la metáfora, la conducción del país a buen puerto requiere de un capitán con inteligencias, arrestos, valentía, intuición, que sepa leer y capear el temporal, junto a una tripulación competente, técnica, capacitada, de confianza y confiable.
No debemos tener mala memoria y no podemos seguir equivocándonos, las facturas que tenemos que pagar son ya muy altas.
Portada: imagen tomada de www.almedron.com
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.