EL CONCEPTO DE VIDA Y MUERTE EN LOS PUEBLOS NATIVOS
“Así como nacemos, morimos. Nacer es morir y morir es nacer”.
A propósito de noviembre, Ayamarkay[1], llamado así en el mundo andino quiero compartir algunas tradiciones y formas de pensamiento sobre vida y muerte, que se mantienen vivas en la vida de los pueblos y comunidades nativas. Me refiero al paradigma del “ciclo vital andino”.
Según la percepción andina, el mundo es un ciclo vital que tiene 4 fases:
- El espacio de la creación. La creación viene del Hanan Pacha, o Alak Pacha, el mundo de arriba, del espacio de Illa Tiksi Wirakucha Pachayachachik. El origen de la luz o la Gran Energía Sagrada, desde allí se crea todo. Allí se encuentran las personas muertas, los seres que nos ayudan a crecer.
- El espacio del nacimiento, que es la matriz gestante
- El espacio del crecimiento, se da en el Kay Pacha, (el mundo de aquí), que es como una matriz de maduración de la vida. En la cual nos alimentamos del oxígeno, del agua, las plantas, las comidas. Este espacio tiene que ver con la materialidad presente; es la tierra material como una buena placenta que nos cría y desarrolla. El aquí es lo que legitima y fundamenta los otros mundos, no hay mundos separados; es la síntesis del mundo de los de arriba con los de abajo, los muertos y los vivos.
- El espacio de la muerte. Viene del Uku Pacha: el mundo de abajo, que es otra dimensión que los aymaras llaman Mankapacha. Allí se encuentran los mallkis de nuestras ancestras y ancestros. Los originadores o raíces de la vida. Por eso en el mundo andino vida y muerte son inseparables. Cuando morimos es porque salimos de es inmensa matriz y nacemos a otro modo de realidad. Es un modo transitorio porque vamos a nacer de nuevo, es decir que vamos a morir. Porque nacer es morir y morir es nacer (Vilca, 2019).
La vida y la muerte es el punto de origen y fin de un ciclo. La comprensión e interpretación es diferente en cada cultura según los principios de relacionamiento con el Gran Cosmos y de la visión del mundo. Son dos mundos diferentes que todos tenemos que transitar, sin importar ideologías ni religiones. La vida como un ciclo de luz que se origina al nacer, y la muerte una obscuridad y de descanso. Unos dicen que entre vida muerte hay un puente, un dispositivo de relación que se transita en dos direcciones (Martínez Luna, 2019, 64) para que los mundos diferentes que están a uno y otro lado puedan visitarse sin destruirse.
Existen algunas miradas para ver los mundos y los modos de vida de la América o Abya Yala de las culturas prehispánicas. Modos de vida y pensamientos que fueron invisibilizados por los invasores y profundizados en la colonia, reducidos a creencias, supersticiones, idolatrías de gente “primitiva, salvaje, sin alma”. Podríamos decir que estos modos de vida fueron dejados de lado por la modernidad, en su progresiva racionalización del mundo; siempre el estado y la educación occidental fue en contra de estos valores, principios y prácticas andinas. Y si los considera, el estado moderno, los toma como simple mercancía turística o folklórica. Los rituales y celebraciones que no representan dinero y utilidad son dejados de lado. Sin embargo, han resistido camuflados o sincretizados hasta estos tiempos, con el calendario católico y el estado moderno.
En la cosmovisión andina el mundo de los muertos no es algo separado del mundo de los vivos. De ahí que el hecho de morir no rompe los vínculos que había con la comunidad, el difunto sigue siendo comunero, aunque en una nueva situación.
El día de los difuntos tratamos de visibilizar esas formas de relación y de socializar “ Cómo se define un ser humano frente a entidades que tienen modos de materialidad” (Vilca, 2019) entendiendo que la materialidad se refiere a otras dimensiones de la existencia; el mundo se amplía no solo es humano.
Para los pueblos originarios la vida y la muerte son dos caras de la misma moneda, así como es el día y la noche. La vida es el reverso de la muerte, y ésta de la vida” (Vilca, 2019). Se tiene que morir para volver a nacer, es decir se tiene que morir para volver a vivir. La muerte es un paso trascendental en la vida porque la vida retorna a su principio, la muerte es el camino de retorno al principio. “De la muerte viene la posibilidad de una nueva vida (Bascopé, 2001). Al morir las personas pasan a otro nivel de vida y “Estos seres siguen actuando en la vida cotidiana, tienen una energía especial, son inspiradores de un ideal, están cotidianamente con nosotros”. (Vilca, 2019), son protectores que renuevan la vida. Esto nos permite pensar que uno no se termina aquí, sino que se vuelve a empezar. Para la cultura occidental, en cambio, la muerte es el fin de todo.
Vilca sostiene que la cultura Moche muestra esta concepción, en los dibujos los muertos están relacionados con los vivos, todos sometidos a ese nacer, crecer y morir. Los muertos no están en un ámbito separado de los vivos, como en la cultura judeo cristiana, aquí los muertos ya no vuelven más. Guamán Poma en sus dibujos nos recuerda que “la muerte es otro viaje de la vida misma”, los muertos están representados como dormidos más que muertos; son cuerpos “muertos pero vivos”.
Además, en los pueblos nativos, la muerte tiene que ver con la tierra, no sólo por el lugar donde está enterrada la persona que muere, sino por el sentido: es el lugar donde vuelven los ancestros, un lugar sagrado. La tierra es fundamental para darle sentido y retorno a esos seres.
Según el pensamiento andino, al morir las personas, el alma caminará una larga distancia en la cual puede tener hambre, sed, frío, quizás camine en forma solitaria o acompañada de muchos otros. Las almas no se marchan de manera inmediata a la otra dimensión de la vida. Ellas permanecen en el Kay Pacha durante tres años; no abandonan a la familia y sus seres queridos. Bascopé señala “es un tiempo de peregrinación del alma en busca de su plenificación” (Bascopé Caero, Victor, 2001). Luego de los tres años son despedidos pero no son olvidados. Cada año en el mes de Aya markay killa son recordados y esperados como “ñawpa almas” o almas que se encuentran en el tiempo pasado pero que al mismo tiempo están presentes en la vida cotidiana de su familia y comunidad. Ese sentido se manifiesta en las peticiones de bendición a la tierra cuando se siembra, se cosecha o se realiza una comida familiar y comunitaria. Siempre se nombran a los antepasados.
Es importante que después de muerto se hagan tres recordatorios o misas: al cumplirse el primer mes, a los 6 meses y al año, llamada el “quite del duelo o “ duelo pitina”.
El día de difuntos es el reencuentro de vivos y muertos, esta es una expresion profunda del ayni ya que todos y todas llegaremos a ese retorno. La fiesta de los difuntos y el reencuentro es una tradición mantenida desde muchos tiempos atrás, las mismas que se celebran hasta hoy en noviembre. La última semana de octubre llegan las almas de los niños y niñas. Luego la primera semana de noviembre llegan las almas mayores. El grado de compromiso de renovación y armonía es responsabilidad y compromiso de cada persona frente a los nuestros que se adelantaron. Según la costumbre se preparan altares en la casa de la familia del difunto con ofrendas y “figuras simbólicas en miniaturas preparadas de masa de pan y dulces” (Bascopé, 2001). Se va a los cementerios para el “encuentro y diálogo con las almas de sus antepasados. Las almas de los difuntos vuelven para compartir en la convivencia de difuntos y vivos de la comunidad. Esta convivencia da sentido de unidad y restauración de la armonía cósmica y el equilibrio de las relaciones existenciales. Son tiempos propicios para el inicio de una vida nueva.
Es importante señalar que cuando las personas se olvidan y abandonan a sus antepasados, ellos y ellas sufren, lloran, buscan por todas partes, esperan cada día por si acaso se retrasaron y lleguen”. Al no encontrarlos, emprenden el retorno expresando “Ichapish shamuk wata shamunkakuna” ( quizá el otro año vendrán, Regresaré el otro año. Información de María Francisca Quizhpe Lozano, 1985). La presencia de las almas se determina por los signos del viento, la presencia de aves, mariposas, insectos o se puede sentir la energía de ellas. Las ofrendas para las almas mayores son las velas, chicha, flores y comida preferida por ellas. Las ofrendas para los niños y niñas son la colada morada o “api”, chocolate y leche. Las guaguas de pan, figuritas de masas de pan adornado con flores de colores son símbolos de las almas de niños y niñas muertos.
[1] Guamán Poma (1987) señala que noviembre es Aya markay killa, mes de llevar difuntos, la fiesta de los difuntos. Aya quiere decir “difunto”, es la fiesta de los difuntos.
Nativa de Saraguro. pertenece a la nacionalidad Kichwa. Estudió en Zamora en la Escuela de Líderes. Cursó estudios universitarios en Cuenca. Es abogada, tiene estudios en lengua y literatura, es magister de Estudios de la Cultura y un Diplomado en Educación Intercultural Bilingüe. Maestra de secundaria y educación superior, investigadora. Ha publicado varias obras, así como artículos en revistas y periódicos. Ha desempeñado varios cargos vinculados a Educación Bilingüe. Es conductora del programa Ñukanchik llata Kashpa (Nuestra identidad) en la Radio comunitaria de Saraguro “KIPA RADIO”, FM 91.3.