Como la vida no se reduce a la política, la cosa pública y el interés general –aunque muchas veces las dos primeras tampoco es que sean de interés general-, en esta ocasión –como dicen en España-, me apetece compartir en resumen algunas de las experiencias, impresiones y sensaciones acaecidas durante unas merecidas vacaciones.
Decidí en primer lugar que me tomaría vacaciones de todo, no llevé computador y el teléfono móvil lo utilicé únicamente para activar los boletos electrónicos y para comunicarme en caso de necesidad con los alojamientos o mis compañeros de viaje, ni siquiera lo usé como GPS pues el acuerdo fue que mis hijos harían la labor.
Disfruté enormemente de mirar, admirar, saborear, conversar, caminar, transitar, viajar, maravillarme, aplaudir, preguntar, leer, brindar… sin estar pendiente del aparato distractor.
Constaté, sin que sea un mérito que me lo pueda atribuir, que la adicción al teléfono celular puede catalogarse como una pandemia global.
La mayoría de mujeres transportan el dispositivo, adherido a la palma de su mano, con lo que ahorran tiempo y movimientos y logran –sin proponérselo- una ventaja comparativa respecto a los hombres, que tienen que mover el brazo y la mano para sacarlo innumerables veces por minuto, del bolsillo del pantalón, la camisa la chaqueta o el bolso.
En el metro, los trenes y los buses, la enorme mayoría de las personas están ensimismadas en la pantalla de su móvil, ya no leen libros como lo hacían hasta antes del aparecimiento de los “teléfonos inteligentes”.
En los restaurantes pocos de los sentados a una misma mesa conversan entre ellos, prefieren dirigir su atención al adminículo mentado.
En el proceso de observación, por un instante pensé ¡uf! no ha sido sólo en Ecuador, lo que no me provocó una sensación de alivio, sino de preocupación mayor al darme cuenta que en todo el mundo el relacionamiento humano está en serio peligro.
Somos demasiados los turistas que decidimos –sin que nos hayamos puesto de acuerdo por supuesto-, “inundar” las calles de las ciudades que queremos conocer, así como contribuir a llenar con nuestra presencia los hermosos lugares a los que podemos acceder. Aunque no es la primera vez que “turisteo”, en esta ocasión entendí la aversión que provoca el turismo masivo en los lugareños, pues sin ninguna duda altera la tranquilidad a la que tiene derecho cualquier habitante de cualquier ciudad o comarca del mundo; y, encarece el costo de la vida. Lo que provoca en algunos casos que no seamos recibidos con los brazos abiertos.
Se me hizo extraño caminar por las calles de día, de noche y de madrugada sin miedo, adoptando únicamente medidas de precaución respecto de los carteristas que probablemente podrían aparecer, aunque a veces ni eso, pues la sensación de seguridad nos hizo muchas veces olvidarlas. Añoré el tiempo en el que así vivíamos en casi todos los lugares de ese Ecuador considerado una isla de paz, de la que ojalá podamos un día no muy lejano volver a disfrutar.
En ningún lugar de los que estuvimos, encontramos a un solo compatriota en nuestra misma condición, o sea de turista, lo que nos hizo pensar que quizá sean los más inteligentes por no someterse a los calores extremos que tuvimos que soportar, aunque a decir verdad, el clima no impidió el disfrute de todo lo visto, hecho, caminado, comido y bebido.
Como dije antes, decidí tomarme vacaciones de todo, entonces, no vi noticias ni leí periódicos, lo que ha provocado que al regresar esté un poco perdida en el tiempo y el espacio, lentamente me iré poniendo al día sobre los escándalos, novedades y cambios que se han producido durante mi ausencia, pues de golpe puede ser fatal para mi salud mental.
La experiencia, como la de todo viaje, principalmente aquellos de placer, ha sido enriquecedora sin duda; y, sin distractores como yo lo hice, vale mucho la pena.
Portada: imagen tomada de https://papodemagistra.blogspot.com/

Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.