El diccionario de la lengua española define el verbo “arrebatar” y su derivado “arrebato”. Arrebatar es un verbo transitivo que implica quitar algo de manera brusca o violenta, pero también tiene un segundo significado en su forma pasiva: “ser arrebatado”: sufrir un acceso, un arranque, un ataque un rapto, un impulso, un ímpetu, un éxtasis. Existen arrebatos de ira, de pasión que nos sacan de nosotros mismos, pero felizmente, pasado el arrechucho, volvemos a la normalidad.
Muy lejos el equilibrio y firmeza que el poder necesita para mantener el rumbo necesario para llevar a feliz término la responsabilidad encomendada, la historia demuestra que quienes lo ejercen pueden sufrir arrebatos de furia con los que, en general acaban arrebatando por la fuerza los derechos de los gobernados. Es menos frecuente que los gobernantes sufran arrebatos de bondad y si lo hacen, con frecuencia esas demostraciones forman parte de libretos propios de la propaganda.
Los medios de comunicación nos han sorprendido en estos últimos días con una noticia, que quizá no atraiga la atención suficiente y se mantenga en la vitrina de lo noticioso: El presidente derogó, la noche de este 23 de febrero de 2024, el decreto número 86, con el que él mismo, en diciembre, emitió el Código de Ética de la Función Ejecutiva en su primer mes de su gobierno.
El Código de Ética emitido por el Presiente prohibía el nepotismo hasta el cuarto grado de consanguinidad y segundo de afinidad dentro de las instituciones del Ejecutivo. Además, prohibía que la primera dama reciba remuneración y establecía que el avión presidencial se pueda usar solo para asuntos de carácter oficial o cuando la Casa Militar Presidencial lo disponga por temas de seguridad. Obligaba a funcionarios públicos a declarar no tener conflictos de interés con el cargo, y a rechazar regalos y beneficios extraños a su remuneración.
El comportamiento del presidente resulta verdaderamente sorprendente y tiene sin duda un efecto desorientador de la conciencia ética, y más todavía, precisamente cuando la urgencia de sanar la corrupción galopante requiere de posiciones definidas, firmes y valientes. El presidente, como nos tiene acostumbrados, es de pocas palabras y no ha dado ninguna explicación a un giro tan inesperado; como la opacidad da pábulo a cualquier interpretación maliciosa nos preguntamos. ¿Acaso nos podrá decir el presidente que en diciembre pasado sufrió un arrebato de honestidad, y que ahora hemos vuelto a lo normalidad?
La ministra del Interior, Mónica Palencia, ha hecho declaraciones al medio digital Primicias justificando la derogatoria, explicando que el código tenía “falencias y absurdos” como el de “exigir a los ministros que un ministro dé a conocer sus actividades, hasta por seguridad”, o la “disposición de que los familiares de los funcionarios del Ejecutivo no puedan tener contrataciones con el Estado. E todo caso anuncia “que está trabajando en una norma ética totalmente coherente”, junto con la Secretaría Jurídica de la Presidencia. Se me ocurre un comentario: no parece necesario demoler la casa para cambiar un par de vidrios que estén mal. El mensaje a la sociedad sigue siendo ambiguo y peligroso.
Foto tomada de: www.compassionandwisdom.org
Me identifico como ser humano y me agrada cuando me relaciono en ese nivel. A mis 75 años sigo aprendiendo y compartiendo las lecciones de la vida. Durante todos mis trabajos y servicios he considerado como tarea más importante pensar y suscitar el pensamiento. Puedo ser incómodo preguntando y re preguntando. Por ello tengo la estima y el afecto de muchos y también la resistencia de otros. No busco aceptación sino estar bien con la búsqueda de la verdad esquiva, hacer el bien que pueda y disfrutar de todo lo bello que hay en todo lo que existe.