Casi como un karma, el ciudadano común de estas tierras, soporta el menosprecio de los gobernantes de turno y sus eufemismos lo dejan impávido; como si su destino lo obligara a sobrellevar todas las desgracias, sucumbe con una mezcla de indiferencia y rabia ante los acontecimientos diarios que lo obligan a ser estoico.
Marzo y abril son los meses que ponen de manifiesto el aserto. Los derrumbes de la zona sur del Ecuador son incontables; en Sayausí las noticias son, cada vez más, desmoralizadoras con su continuo desmoronamiento. La ignorancia de la población que construye al filo de la montaña, la depredación de la naturaleza, el taponamiento de quebradas y el cambio climático son algunos de los factores que inciden en las continuas desgracias; hasta aquí los “diagnósticos”
Sin embargo, la desidia, vacuidad y demás atributos de las autoridades cuencanas, se suma a la indiferencia y casi desprecio del estado y sus representantes, los cuales hacen el tour consabido por la zona y regresan, como alma que lleva el diablo, al confort de los otros Ecuadores: esos que tienen carreteras, autopistas glamorosas y aeropuertos internacionales, entre otras maravillas.
Y el azuayo se queda con una sonrisa irónica y mira para otro lado. Solo se atreve a entregar sus enseres y su corazón a los que más necesitan.
De igual forma la lacra de Turi, en pleno centro de la ciudad, es la verruga en la frente de esta zona indefensa.
El domingo tres de abril se declaró, una vez más, una revuelta en la cárcel ¡que debe ser regional por un mínimo de pudor! ante este sur burlado. Con la misma actitud, los aviones llegaron todo el día, ministros, militares y demás funcionarios se presentaron y exhibieron cinco armas, cincuenta celulares, 197 casquillos, 329 sobrecitos de cocaína, 197 cuchillos, y 1.312 litros de alcohol por ingerir. Trasladaron a los cabecillas a Guayaquil y ejercitaron sus eufemismos en las ruedas de prensa. Luego regresaron a la capital para seguir con los procedimientos. De esta forma se aplacaron momentáneamente las disputas entre las bandas.
Así de simple. Y la cárcel sigue en el sur.
Canta Leon Gieco. “Sólo le pido a Dios que la guerra no me deje indiferente/ es un monstruo grande y pisa fuerte/ toda la pobre inocencia de la gente”
Y es que no podemos quedarnos callados. Este Sur explotado por los impuestos, con la minería, la corrupción, el desprecio y la desidia nos necesita de manera urgente.
Nos preguntamos ¿Dónde están los bravos cañaris que no permitían la invasión de sus tierras?
Con el corazón mirando al sur de Eladia Blázquez escribimos desde la indignación y la furia de aquellos que no tienen voz.
[simple-auhor-box]