Cuarta entrega:
Siguiendo con la línea reflexiva propuesta y luego de la visión crítica presentada en la anterior entrega a cerca de las concepciones en torno de la interculturalidad continúo en esta cuarta entrega, abordando una noción de interculturalidad, a partir precisamente de su sentido esencial de ser una relacionalidad entre culturas libre de dominio
La Interculturalidad: Una calidad relacional libre de dominio que transversaliza la vida humano social.
En el mundo coexisten, complejos compuestos de diversidades, y de elementos que se interrelacionan de infinidad de maneras, dentro de lo cual, son los procesos humanos los más complejos. Más aún si consideramos los cruces en la diversidad cultural, lo étnico, lo etario, lo generacional y de género. Todo esto en el marco de lo social, la movilidad humana y la permanente dinamia inherente a las culturas, que hace que como dice Mires una cultura es “… un momento de tránsito entre una forma de ser y otra…. Alguien puede adscribirse a múltiples culturas…… Si alguien renuncia a una cultura entra en otra” (MIRES, 2001, p. 132).
Esto invita y desafía a construir un pensamiento interpretativo y sobre todo proyectivo sobre las relaciones entre culturas, que implica dejar de vernos y ver a los otro ssólo desde la visión cultural propia, para abrirse a hacerlo también desde los otros y sus culturas y establecer un diálogo. Es una tarea compleja, marcada por la diversidad de comprensiones propias de las distintas lecturas e interpretaciones del mundo, las ideologías, saberes y sentires e inclusive intereses políticos.
Abordar un debate sobre la construcción de la interculturalidad, sugiere entonces una apertura a varias entradas posibles y concepciones, siempre, en el marco de una vida libre de dominio, con la intencionalidad de aportar a una filosofía crítica al servicio de la construcción de una nueva calidad de humanismo y de transformación social
Esto exige una comprensión de la interculturalidad como filosofía y modo de vida, que cruza todos los aspectos de la vida del ser humano y de la sociedad, y adquiere especificidades propias a la hora de pensar en los distintos aspectos de la conviencia humana y la construcción social.
Propongo la idea de Interculturalidad: como “… una forma particular, convenida deliberadamente para una relacionalidad entre culturas cuya característica básica sea la ausencia de dominio; es decir una relación de equidad entre diferentes mundos filosóficos y visiones cósmicas que no apunten a una universalidad, sea como “aldea global”, sea como “cultura global” sino a una fraternidad de reciprocidades, de legitimidad no beligerante de diversidades. Una forma de convivencia, de opción integralmente deliberada de vida, que se asiente sobre una raíz identitaria cultural – es decir desde la legitimidad de la diferencia- desde donde se encuentre con el/los otros desde un sentido de libertad y liberación” (Andrade, 2002, p. 21)
La ausencia de dominio comporta que la interculturalidad se retroalimenta, complementa, cruza y garantiza recíprocamente con otras entradas filosóficas y prácticas sociales como las que se plantean eliminar la explotación económica de clase, eliminar el patriarcado y discriminación que impiden la equidad de género. Así mismo, al ser una postura libre de doinio la interculturalidad incluye relaciones de cuidado y el no dominio a la naturaleza, contrariamente a las visiones culturales que la ven como fuente de explotación y acumulación económica.
En general, la interculturalidad es una postura convergente y de acuerdo transversal con todas aquellas las que se fundamentan en la eliminación del ejercicio de poder como dominio, que se han resistido y resisten a sus diversas formas y expresiones que se han desarrollado, complementándose y retroalimentándose para garantizar la existencia de sociedades opresivas, verticales y monocultuales
Desde la interculturalidad, se trata de deconstruir las formas históricas de pensar y ejercer el poder, como dominio y rescatarlo y ejercerlo en tanto capacidad de ser, de hacer, de construir, lo cual implica un alistamiento y un impulso de dinámica crítica dentro de las culturas y en la construcción y mantenimiento de acuerdos que podrían dar forma al ejercicio de la interculturalidad, pues esta demanda de la voluntad de las y los distintos grupales e incluso individuales, sostenidas fundamentalmente en su opción, con independencia de la voluntad del otro, pero desde el ejercicio de ponerse en el otro para conocerlo, aprender de él, sin violentarlo ni someter ni someterse, como filosofía y práctica vital. (Andrade, 2017, p. 23)
Por otra parte, La calidad relacional de la interculturalidad se afirma como encuentro que no deja fuera ni se reduce a un diálogo racional, sino que incluye las heterogéneas maneras de dialogar propias de las diversas lógicas culturales, tanto en su contenido como en las expresiones y formas de comunicación, lo que implica un ejercicio de ponerse en el otro como condición de una real intercomunicación. Siguiendo a Fornet Betancourt, diré que “… la interculturalidad es …una cualidad que puede obtener cualquier persona y cualquier cultura a partir de una praxis de vida concreta en la que se cultiva precisamente la relación con el otro de una manera envolvente, es decir, no limitada a la posible comunicación racional a través de conceptos sino asentada más bien en el dejarse “afectar”, “tocar”, “impresionar” por el otro en el trato diario de nuestra vida cotidiana” (Fornet- Betancourt, 2001, p.342).
La interculturalidad es una apuesta transformadora, que completa y da mayor sentido a las filosofías y corrientes de pensamiento y vida emancipadoras que han fundamentado procesos revolucionarios en el mundo. Esto constituye un punto de partida para establecer la diferencia esencial con corrientes que se dicen interculturales, pero que al relativizar o prescindir del fundamento de eliminación toda relación de dominio, banalizan la noción de interculturalidad, quitándole su fuerza transformadora que es su sustento esencial.
La interculturalidad, es entonces es una postura filosófica, una opción política, una actitud de vida, cuyo fundamento es la ausencia de relaciones de dominio, por ello la retroalimentación y complementariedad con otras entradas filosóficas de clara posición política contrapuesta a las corrientes de pensamiento, expresiones y sistemas de dominio y explotación.
El pensamiento intercultural se opone categóricamente a los afanes de universalismo y superioridad de la tradición filosófica occidental, sin embargo, lejos de negarla, aprecia su valía, sus aportes que son fundamentales para la humanidad, así como la agudeza de su racionalidad. Así mismo, tampoco es dable la absolutización ni el dominio de cultura alguna, lo que constituye una precaución en la construcción de una Filosofía intercultural.
Finalmente diré que La interculturalidad es un componente básico, aunque no único, de una nueva calidad de vida, de otro humanismo y de un distinto orden social y político. Constituye una respuesta a la apelación al aporte de las culturas en conjunción con el sentido de justicia social para construir un nuevo orden planetario, pues planetario y de carácter humano es el desafío fundamental del contexto actual del mundo.
Bibliografía citada
Andrade, M. Cecilia, La Interculturalidad como fundamento y desafío de una experiencia universitaria. Tesis de Maestría, UDA, Cuenca, 2002
Andrade, M. Cecilia, Metodología Intercultural del conocimiento: Consideraciones Teóricas y elementos para su práctica. Guaranda 2017
FORNET- BETANCOURT, Raúl, Transformación Intercultural de la Filosofía, Col. Palimsesto, Descleé de Brouwer, Bilbao-España, 2001.
MIRES, Fernando, Civilidad: Teoría Política de la Posmodernidad, Trotta, Madrid, 2001.
Madre y abuela. Caminante, aprendiz del conocimiento mágico y místico. Socióloga. Magíster en Estudios de la Cultura, Estudios en economía Social y Solidaria. Experticia en Cultura Andina y Filosofía de la Interculturalidad. Investigadora. Militante en procesos de transformación. Investigadora y Profesora en la Universidad de Cuenca. Coautora, cofundadora y profesora de la Escuela de Educación y Cultura Andina de la Universidad de Bolívar. Docente de escuelas de formación de organizaciones sociales obreras, campesinas, indígenas y de género. Autora de varias publicaciones en temas sociales, filosóficos