Tercera entrega
Mirada crítica de posturas y entendidos en torno de la interculturalidad.
Continuando con la línea de reflexión propuesta, en esta entrega abordaré críticamente algunas concepciones que aceptando la diversidad cultural, relativizan, banalizan, y niegan el dominio como asunto central de la interculturalidad y de las relaciones entre culturas. Se trata de evidenciar sus alcances y proyecciones en la perspectiva de diferenciarlas de la Filosofía Intercultural cuya esencia es precisamente una forma particular de “entre culturas”, libre de dominio que transversaliza todos los aspectos de la vida humano social.
- Partamos de la crítica a la noción de interculturalidad como la simple constatación de la realidad de existencia de varias culturas y sus relaciones, como un entre culturas general, susceptible de cualquier calidad de relacionalidad en su convivencia. Esta interpretación, soslaya y no se compadece con la realidad histórica de relaciones de dominio. Lejana de aportar a procesos transformadores, tiende a naturalizar tanto la diversidad cultural como las relaciones de dominio, mientras oculta una postura conservadora, detrás de una supuesta neutralidad.
Un abordaje no “neutral” sin embargo puede reconocer procesos y situaciones históricas y vivenciales en donde se hayan tejido formas de convivencia con otros, compartido valores, experiencias y manejado diferencias, lo que significa un aprendizaje y una condición importante para una perspectiva intercultural, siempre y cuando no se desdeñe el ejercicio del poder como dominio. En este sentido “…Hay, por tanto, un saber práctico de la interculturalidad como experiencia que hacemos en nuestra vida cotidiana en tanto que contexto práctico donde ya estamos compartiendo vida e historia con el otro. Se trataría entonces de cultivar ese saber práctico de manera reflexiva, y con un plan para organizar nuestras culturas alternativamente, para que la interculturalidad se convierta realmente en una cualidad activa en todas nuestras culturas”[1]
- Las nociones de pluriculturalidad y multiculturalidad, son afirmaciones que en principio se refieren al reconocimiento de varias o de una pluralidad de culturas en un territorio. Estas son importantes para la construcción de una interulturalidad en su sentido transformador y de pensamiento crítico, en tanto significan niveles de conciencia de la existencia de la diversidad cultural y evidencian la monoculturalidad, como expresión de las identidades nacionales o inclusive globales. Particularmente la idea de pluriculturalidad, aunque definitivamente no llegue a constituirse en una postura crítica de la calidad de dominio en las relaciones entre culturas, ha sido de alguna manera usada como un enfoque plural del tratamiento de las diferencias en sociedades diversas.
- El llamado multiculturalismo, adoptado con mayor fuerza en Europa, particularmente en el discurso y el tratamiento institucional dirigido a los diversos grupos culturales, especialmente los que se han ido instalando en su territorio en el proceso migratorio, a lo sumo avanza a plantear un reconocimiento de la diversidad cultural para una forma tolerante de convivir.
Se llega a reconocer la convivencia inclusive como un espacio de intercomunicación aunque sin embargo no constituye un proyecto, sino “…una realidad anárquica, conflictiva y pendenciera de la ciudad global, en donde el problema es cómo organizar una multiculturalidad que ya se ha instalado.[2] Se siguen instalando nuevas ediciones de guetos que no solo guardan y sirven de refugio resistente en los valores culturales de las culturas migrantes sino que han trasladado el tercer mundo a la metrópoli sorprendiendo y planteando, en cualquier caso, el más grande desafío desde que las tribus bárbaras cercaron a Roma Imperial. De esta manera el multiculturalismo europeo, se desborda por la invasión cultural de la Europa tercer mundista y por las culturas del tercer mundo de ultramar.
El multiculturalismo europeo es la preservación tolerante de varios tipos de diversidad, en donde se destaca, la pluralidad lingüística. La tolerancia de este multiculturalismo, que en alguna versión se la denomina también interculturalismo, es un estado deseado y óptimo de relacionalidad a través de reservaciones de atención y asistencia al “otro” que invade, pero siempre en torno de una integración como súbdito del orden socio político continental configurado en este caso como Unión Europea. Este proyecto de multiculturalidad constituye, por tanto, un estado de visibilización tolerante entre culturas, que dista completamente de la Interculturalidad.
Podría hablarse también de una edición de multiculturalismo norteamericano en Estados Unidos, sería una versión marcada por un Estado con identidad antiterrorista que lucha por preservarse como la primera y única potencia mundial.
Es por ello que el multiculturalismo europeo plantea la “excepción cultural” que en términos francos significa preservar identidad como salvaguarda frente a intereses externos geopolíticos o internos invadientes, que pongan en riesgo el mencionado orden. En ese contexto, las culturas tienen también la opción de encontrar en el mercado la nueva razón de su existencia y sentido. Esto hacer presumir que una vivencia humana y civil de interculturalidad, solo será una construcción desde la actoría de las culturas subalternizadas, porque los Estados se han resignado a subordinarse y morir en el multiculturalismo globalizador, que nada tiene que ver con una postura Intercultural.
- La interculturalidad, como una postura interesada del pensamiento globalizador, que valida las diferencias y la diversidad cultural, para incluirlas en el mercado global. La globalización neoliberal, precisamente es eso, la extensión del mercado a los espacios del globo que se escapaban a su control, entre ellos las culturas no contactadas o las que se han resistido desde las fortalezas de sus valores distintos a los del consumismo y la acumulación, y por el apego a la naturaleza e inclusive aquellas que han estado marginadas por las propias estructuras de dominio. El mercado global las reconoce y “aprecia” sus diferencias, funcionalizándolas a sus intereses, en donde todos somos transformados en consumidores y vendedores de riquezas culturales, de productos tenidos como exóticos, aunque sometidos a un único sistema de dominio económico mundial.
Este manejo, instrumentaliza el “reconocimiento y valoración” de las culturas porque dejando de lado y relativizando la explotación e inequidad social de la globalización neoliberal le ofrece buenos réditos políticos, al tiempo que fortalece la ficción de dar oportunidad a todas las diferencias.
El pensamiento único globalizador niega la Interculturalidad, y en cambio, hace aparecer con la libertad del mercado, la existencia de las diversidades, como pluralidad en quienes controla la posibilidad de intervenir críticamente a su poder.
Lo más perverso de este manejo es que la globalización se constituye en una Cultura que pretende despojar a las otras de su sentido, de su esencia, al invadirlas con sus valores y símbolos a través del poder del mercado. Se constituye en una supra cultura que invade el espacio-territorio en donde las culturas materializan su existencia, crean producen y reproducen sus sentidos como mundos filosóficos, desde donde tendrían que proyectarse y regirse en la construcción y reproducción de su existencia.
- Es importante también reconocer en el contexto social, la existencia de posturas débilmente críticas, que a través de la interculturalidad viabilizan su acceso tardío a las “bondades y oportunidades” de la modernidad, al consumo y al acceso a derechos de los que el mismo sistema político moderno unicultural les ha excluido tradicionalmente. No necesariamente buscan una relación igualitaria entre culturas diversas, sino que recurriendo a su diferencia y discriminación cultural, pretenden incluirse en el sistema social de dominio e integrarse en lo que se considera la “cultura global” aun a riesgo de readecuar la subordinación de su cultura o incluso perderla. Esta postura empata desde la situación de dominio y discriminación de unas culturas, en el sitio que el mercado les conceda una aparente oportunidad; algo que ya sucedió con el espejismo de un también supuesto del subdesarrollo al imaginario de las oportunidades del desarrollo.
Si bien esto, puede resultar comprensible, como efecto y reacción del dominio generado en algunos grupos o inclusive individuos, es muy importante hacer una lectura crítica de esta posición, que implica integración desde el sometimiento y pérdida de identidad cultural, así como una suerte de traición a las culturas, propias. Esta postura amenaza la existencia misma de la riqueza que significa la diversidad cultural. Con lo dicho es evidente que esta dista completamente de la idea de la interculturalidad como una filosofía liberadora.
- Finalmente quiero referirme críticamente a la comprensión, de la interculturalidad como un acuerdo universal compuesto de determinados y escogidos aspectos tomados como “lo mejor” de cada cultura.
Si bien esto podría entenderse como una manera de revelarse a la imposición de una cultura “universal” sobre otras, vale decir la universalización de una cultura por la vía del dominio, constituiría un desenlace empobrecedor de un encuentro intercultural, que redundaría en otro modelo de universalismo, cuyo contenido sería el acuerdo de lo seleccionado como lo mejor. Aún en el supuesto de la participación de varias culturas habría que preguntarse qué culturas y desde donde tienen el derecho de seleccionar.
Así y todo es también una negación de la interculturalidad, porque tendería a la desaparición de la diversidad cultural y porque esa “nueva cultura universal” resultaría discriminatoria, con otras culturas y propuestas que no adscribieran el acuerdo o cualquier otro tipo de relación entre culturas
Habiendo
examinado estas posturas, propias de un proceso de enfrentamiento de intereses,
pero también de búsqueda y construcción una nueva calidad transformadora de las
relaciones entre culturas, concluyo esta parte, con el compromiso de abordar en
la siguiente entrega los elementos constitutivos de la construcción del concepto
de Interulturalidad desde una visión
crítica y transformadora.
[1] FORNET- BETANCOURT, Raúl, Transformación Intercultural de la Filosofía, Col. Palimsesto, Descleé de Brouwer, Bilbao-España, 2001.
[2] MIRES, Fernando, Civilidad: Teoría Política de la Posmodernidad, Trotta, Madrid, 2001. p.113
Madre y abuela. Caminante, aprendiz del conocimiento mágico y místico. Socióloga. Magíster en Estudios de la Cultura, Estudios en economía Social y Solidaria. Experticia en Cultura Andina y Filosofía de la Interculturalidad. Investigadora. Militante en procesos de transformación. Investigadora y Profesora en la Universidad de Cuenca. Coautora, cofundadora y profesora de la Escuela de Educación y Cultura Andina de la Universidad de Bolívar. Docente de escuelas de formación de organizaciones sociales obreras, campesinas, indígenas y de género. Autora de varias publicaciones en temas sociales, filosóficos