Mihaela Ionela Badin
En el telar de la vida, Ángeles Martínez Donoso entreteje una narrativa única que fusiona el ritmo de la tecnocumbia con la profundidad intelectual. Su historia resuena con ecos de valentía, pasión y autenticidad.
Desde los entrañables recuerdos compartidos por su hermana Paula, se vislumbra el espíritu indomable de Ángeles, desde una edad muy temprana. Una niña que desafiaba las expectativas, brillando con una inteligencia excepcional y una curiosidad insaciable por el mundo que la rodeaba. En los pasillos de la escuela y en los sueños de la infancia, Ángeles dejaba una huella imborrable de su singularidad. Con el cabello pintado de morado, verde o azul, a sus 20 años, Ángeles reflejaba su rebeldía y autenticidad. La esencia valiente y apasionada que ha marcado su camino, muy bien la describía su abuela Tere: “Ángela María, la gitana más flamenca y más bravía”.
Su padre Juan, enorgullecido y admirado, contempla la fortaleza y determinación de su hija. En un país donde las barreras y prejuicios a menudo oscurecen el camino de las mujeres intelectuales y poetas, Ángeles se enfrenta a los moldes establecidos, algo curuchupas, y redefine los caminos para las generaciones venideras de mujeres auténticas y empoderadas, con su voz y su arte.
Su amiga Ñusta revela el alma, profunda y vibrante, que late en el corazón de una mujer de miedos y sueños, de luchas y victorias, cuya generosidad y entrega trascienden las fronteras del tiempo y el espacio.
En la danza entre lo mundano y lo trascendental, entre el ritmo de la calle y la profundidad del pensamiento, Ángeles Martínez Donoso nos muestra que la verdadera grandeza reside en la capacidad de abrazar todas las facetas de nuestra existencia. En su poesía, en su vida, ella nos recuerda que ser intelectual no está reñido con la pasión, que la tecnocumbia puede coexistir con la erudición, y que la verdadera libertad radica en la autenticidad de ser uno mismo.
Su vida y obra son un testimonio vivo de la fuerza transformadora del arte y la palabra
Más allá de sus logros profesionales, Ángeles irradia una humanidad cálida y generosa. Su herencia de bondad y solidaridad, arraigada en las tradiciones familiares, se reflejan en su diario accionar.
La niña que jugaba con las palabras y se deslizaba entre los versos recoge hoy los frutos de la semilla que, con grandeza literaria, ha sembrado: la Insignia Guadalupe Larriva González, como contribución excepcional al ámbito cultural, científico y social.
Presea Mami, presea, que de sobra te lo mereces…