Mi duda casi casi pasa a ser existencial. ¿Qué pasó? Digo, ¿Qué nos pasó?
Veamos, para que me entiendan mejor: leo, sin poder ocultar mi sorpresa matizada con indignación, una “noticia” que habla de un señor viajando en bicicleta, que llega a una intersección, que se apea, que se recuesta y que se muere. Un par de clichés para parecer riguroso: “Al lugar arribaron organismos de socorro y constataron la muerte.”, y, “Policía Nacional toma procedimiento para el levantamiento del cuerpo y llevarlo al Centro Forense.” (Periodistas emergentes guarden este par de frases hechas, en tiempos de procrastinación funcionan siempre y para todo hecho donde estén involucrados policías o agentes).
Los comentarios, que ya no provenían del “medio emergente”, se encargaban de completar la especulación: ¡Murió porque pedaleaba! ¡Iba a hacerse atender de covid! ¡No, qué va, murió porque pedaleaba con mascarilla!
Fin de comunicado.
Seguramente a esto lo llamarán inmediatez. O idiotez. Informar “primero y mejor” como dice el cliché de tiempos inmemoriales. Pero ¿qué le está causando esta torcida “inmediatez” al oficio del periodismo? Para ensayar una respuesta, analicemos los problemas de la nota en mención:
- Falta de reportería.- Ese maravilloso hábito a caminar la ciudad. De caminar la realidad. De hablar con la gente, con todos aquellos a los que llamábamos “fuentes informativas”. La inmediatez está peleada con la reportería, porque para qué si lo que se necesita es que haya pasado algo, que alguien haya tuiteado una foto y el resto se arma con un par de lugares comunes. En este caso ¿resultaba muy complicado ubicar a algún familiar cercano? ¿Los miembros de los organismos de socorro tienen una hipótesis atribuible? Y si encontrábamos una causa ¿la podemos aplicar para desarrollar un tema más amplio, lleno de datos y fuentes que prevengan situaciones similares? ¡Ah no, eso significa trabajar! ¡Y para qué trabajar si podemos ser inmedatistas!
- Falta de precisión.- O imprecisión en su máxima expresión. En la sala de reacción solíamos decir que para que una noticia sea publicable debería contar con al menos tres fuentes informativas. Este es el principal problema, pues desde el siglo pasado se da por aceptado el valor indiscutible de responder en una noticia las preguntas básicas de un hecho: ¿Qué ocurrió? ¿A quién? ¿Cómo fue que le ocurrió? ¿Dónde ocurrió y cómo influyo ese dónde? ¿Cuándo ocurrió? (Y ese cuándo no se refiere sólo al día del hecho, sino a las efemérides que ese día se celebraban, si es que tiene importancia para el hecho). Y el profesionalismo del periodista debería avanzar al por qué ocurrió el mentado hecho, para que no vuelva a pasar. Con toda esta tarea ¿importa el inmediatismo por sobre el rigor?
- Lugares comunes y frases hechas.- Esto sí es inmediatismo en su más pura esencia. Para decir, por ejemplo, que “Al lugar arribaron organismos de socorro y constataron la muerte.” no se requiere nada más que… ¡inmediatez! Y pereza mental. Así, cómo dudar de que la “Policía Nacional toma procedimiento para el levantamiento del cuerpo y llevarlo al Centro Forense.” ¿O a dónde más creen que llevan los cuerpos luego de que la Policía Nacional toma procedimiento? Las frases hechas y los lugares comunes no solo se nutren de los consabidos hábitos lingüísticos de una región; también adoptan recursos propios del habla de determinado grupo (“tomar procedimiento” es tan tan lenguaje policial como el “arribar al punto”, “tras varios meses de investigación”, “agotar todos los recursos”, “hasta la últimas consecuencia”, “dar con los culpables”). La gama es tan amplia y ayuda a caminar menos la noticia. O a permanecer cómodamente inmóvil detrás de la pantalla de Twitter.
- ¿Cómo lo contamos mejor?.- Para eso sirven los géneros periodísticos informativos. Para contar una historia, contarla bien, y contarla oportuna. La inmediatez no es la única condición a cumplir cuando tenemos los hechos en la libreta de apuntes. La primera condición es verificar que el hecho sea noticioso, de interés público, y luego determinar las condiciones que me ilustran si tengo una noticia, una crónica, un reportaje, un reportaje gráfico; o, salomónicamente hablando, un trino de dos párrafos y la foto. El periodismo es mucho más que inmediatez.
La estirpe periodística de la que provengo estaba destinada a sobrevivir a los rigores de una especie superior llamada “editores”. Una suerte de verificadores de información hasta el último detalle: involucrados, fechas, horas, consignas, nombres, lugares, declaraciones, contextos, cifras, fuentes; color, textura, olor, sabor, sonido…
El editor era un filtro del cual no te escapabas: te revisaba la tarea, te tomaba la lección, te exprimía si querías publicar. Era un periodismo decente logrado a fuerza de escritura y reescritura. De verificación permanente. Si la nota no era lo suficientemente explícita, entonces la retenían, sino descartaban.
Al editor le debían tu vida misma. Y los lectores, su tiempo.
Pero esta figura no está en todos los espacios del periodismo “emergente”. La inmediatez con la que uno o dos periodistas en formación pasan a ser propietarios de sus espacios prestados en Facebook es determinante en este nuevo ejercicio del periodismo, en el cual solo se necesita que pase algo, y que alguien tuitee una foto.
Periodista profesional por la Universidad de Cuenca. Articulista de Opinión en diario El Universo. Director de la Carrera de Periodismo de la Universidad de Cuenca.