Los últimos resultados de los deportistas olímpicos ecuatorianos, una especie de huérfanos y solitarios corredores de pistas, nadadores de piscinas, pedaleadores de rutas y levantadores de pesas –entre otros- está acorralando a todos: dirigentes, entrenadores, Gobierno, hinchas, incrédulos, y obviamente también a la prensa deportiva.
El interés público en tiempos de pandemia por los juegos olímpicos Tokio 2020 (que se desarrollan por esa misma pandemia en 2021) ha ido creciendo en la misma medida en la que se van descifrando las inequidades, falta de planificación, desapego de todos quienes rodean a los deportista, los únicos que en su reciente ciclo olímpico los han visto como una oportunidad de darle al país un espacio en el contexto mundial y una razón para que al final del día se repitan a sí mismos: “confieso que he vivido”.
Veamos: Richard Carapaz, ciclista carchense, se cuelga la segunda medalla de oro olímpica en la historia deportiva del Ecuador, 25 años después de que Jefferson Pérez nos haya dado esa inmensa alegría desde la pista de la marcha. Y tras el festejo y orgullo, los reclamos: “me la pertenece”, “sin apoyo”, “no me dieron masajista”.
Más adelante, más logros para el país: Neisi Dajomes, medalla de oro en halterofilia categoría 76 kilogramos, y Tamara Yajaira Salazar, medalla de plata en halterofilia categoría 87 kilogramos. Se suma una serie de Diplomas Olímpicos que corresponden a quienes se quedaron en las puertas mismas del Olimpo, que mantienen intacto su orgullo de deportistas, su agradecimiento de hijos e hijas, su reconocimiento por cada gota sudada en los entrenamientos. Para variar, las quejas que muestran una realidad cansina: “me la pertenece”, “sin apoyo”, “no me dieron masajista”, “el cupo de mi entrenador, le dieron a la esposa del dirigente”.
Resulta que solo así, el trascender desde el podio con el oro y la plata olímpica, se consiguen las herramientas para poner los puntos sobre las íes, los cascabeles a los gatos y sacar los cueros al sol de lo que ocurre dentro del campo deportivo ecuatoriano, una tarea que siempre, siempre le ha quedado grande a aquello que muchos llaman “periodismo deportivo”. O solamente periodismo.
¿Guardianes del poder?
Al parecer no. Porque el que se haya esperado a que un oro olímpico respalde finalmente la denuncia de un deportista sin que haya la posibilidad de que en revancha la dirigencia –a la que apuntan 17 millones de índices- lo deje fuera de sus sueños, solo muestra que tal fiscalización ha pasado a ser también la puerta a ese sistema de privilegios, periplos, favores. Guardaespaldas comunes.
El tema no es nuevo, tampoco el reclamo. Dese las ligas más pequeñas, el privilegio de contar los resultados ha sido una suerte de promoción para el dirigente de turno que visionario como son quizá también apuntan a un mundial o un olímpico. Así, llegan a tener en sus pasaportes abultados registros de viajes: recuerdo a un dirigente al que llamaban “Niño viajero”, en alusión a una imagen religiosa con pasaporte diplomático propio y que también ha viajado “como los dioses del olimpo”.
Y la precaria historia en este tema tiene algunos escándalos en ciernes: ¿cómo se pudo dejar pasar capítulos bochornosos como el del FIFA Gate que tiene en prisión domiciliaria al infalible Luis Chiriboga Parra por hacerse de algunos millones de dólares para el blanqueo? Al parecer se compraba el silencio periodístico con viajes al exterior en las comitivas oficiales.
¿Hay una verdadera fiscalización del poder desde la prensa cuando a lo que se limita la agenda es a revelar resultados y no procesos ni ciclos?
Bueno, hay que ser justos. Un pequeño segmento de la prensa escrita investigó temas relacionados con la falsificación de edades de jugadores para obtener beneficios de ciertas categorías, aunque a esos sabuesos del periodismo deportivo les haya tocado luego caminar con seguridad policial.
Lo que nos toca
Como periodistas, revindicar el oficio para que asumamos con la parte de nuestra responsabilidad:
- Formación permanente. Sobrepasando lo aprehendido en las aulas universitarias, dominando leyes y reglamentos de todas las disciplinas, tamaños de escenarios, formas de clasificación, relaciones políticas del deporte y realidad nacional.
- Manejo de fuentes. En su manejo ético: el periodista argentino Thomas Eloy Martínez dice que hay que estar lo suficientemente cerca de las fuentes como para obtener información, y al mismo tiempo lo suficientemente lejos como para publicar esa información sin compromisos previos.
- Independencia y agenda. La lealtad principal debe ser con el público, más que con el deportista o con el dirigente. Así construiremos una diversidad de temas periodísticos que vayan más allá del resultado y se centre en los procesos.
- Honestidad intelectual. La que nos invita a despojarnos de todo compromiso u interés a cambio de decir la verdad.
Periodista profesional por la Universidad de Cuenca. Articulista de Opinión en diario El Universo. Director de la Carrera de Periodismo de la Universidad de Cuenca.