Hace pocos días, mediante un esfuerzo conjunto entre la Universidad del Azuay y la Asociación Flamenca de Cooperación al Desarrollo y Asistencia Técnica (VVOB), junto con otros colegas, provenientes de la antropología, el turismo y la economía, participamos como capacitadores en un Curso sobre Turismo Sostenible, dirigido a docentes de los Bachilleratos Técnicos en Turismo de las provincias de Pichincha y Manabí.
Turismo y patrimonio, a menudo, aparece como una ecuación compleja, polisémica y difícil de resolver. Por una parte, quienes provienen del ámbito del quehacer turístico, tienden a ver al patrimonio como un recurso al servicio del turismo; mientras que, quienes venimos del campo de la antropología, y también del patrimonio, solemos analizar las dificultades y riesgos de dicha combinación. Ni las posturas economicistas, que colocan al patrimonio al servicio de la lógica del mercado, ni las visiones culturalistas que creen que el patrimonio existe como una esencia dada y preestablecida, ayudan a encontrar líneas de fuga en la ecuación planteada.
Sin lugar a dudas, el patrimonio cultural alberga un doble valor: el valor simbólico y cultural en términos de identidad, cohesión social y fomento del diálogo intercultural y, al mismo tiempo, un valor económico, en tanto es un recurso capaz de dinamizar las economías locales. No obstante, en este último aspecto, se ha tendido a mirar al turismo como la panacea para solucionar los problemas de la sociedad; sin embargo, pocas veces se aborda y dimensiona los efectos negativos que el turismo también produce sobre el medio ambiente, la cultura y las propias comunidades.
En este contexto, el curso realizado por la Universidad del Azuay y la VVOB estuvo destinado a propiciar la reflexión sobre la complejidad de la actividad turística, la necesidad de abordar el turismo de manera responsable y de dimensionar los efectos negativos que este puede ocasionar. Por una parte, se generó espacios de reflexión a nivel teórico, pero también talleres de análisis y capacitación en herramientas participativas, enfatizando en la clave territorial para el abordaje responsable, tanto del patrimonio como del turismo.
Entre los efectos nocivos que se trató, se mencionó, entre otros, los problemas de gentrificación, especulación inmobiliaria, incompatibilidad de los usos del suelo, sobrecarga en los sitios y manifestaciones patrimoniales, contaminación ambiental, pérdida de calidad del destino y la, siempre preocupante, repartición inequitativa de las divisas provenientes del turismo que, en muchos de los casos, llegan de manera muy marginal a las poblaciones portadoras de los recursos patrimoniales. Pero, además, se discutió sobre la mercantilización de la cultura, la desestructuración de los valores del patrimonio inmaterial, la descontextualización de las manifestaciones culturales, la banalización y folclorización de la cultura, con su puesta en escena para la postal del turista.
Se enfatizó sobre la necesidad de mirar al patrimonio como un recurso no renovable y en priorizar su valor de uso, en lugar de su valor de cambio; también, se hizo hincapié en que el turismo es solo una de las posibilidades del patrimonio como recurso, mas no la única, ni siempre la mejor. Además, se reflexionó sobre la importancia de que las comunidades se pregunten ¿para qué quieren el turismo? ¿cuántos turistas pueden recibir? ¿cuántos turistas quieren recibir? ¿qué tipo de turismo quieren recibir? A la par, se habló del patrimonio como dispositivo y pretexto, para lo cual es pertinente cuestionar ¿el patrimonio de quién, para quién y para qué?, pues, tan importante como pensar el patrimonio, es pensar en el objeto del dispositivo patrimonial.
Todos estos temas que, en inicio fueron abordados en modalidad virtual, fueron ampliamente debatidos en talleres presenciales en las localidades de Nono, en Pichincha, y Agua Blanca, en Manabí. Allí, a partir de metodologías participativas, como la cartografía social, se indagó sobre la importancia de la mirada territorial en la gestión turística y patrimonial. Procesos como estos son espacios valiosos de intercambio de saberes y experiencias, pero también del necesario diálogo interdisciplinar entre antropología, turismo y economía y, quizá, a futuro, otras disciplinas.
Antropóloga, Doctora en Sociedad y Cultura por la Universidad de Barcelona, Máster en Estudios de la Cultura con Mención en Patrimonio, Técnica en Promoción Sociocultural. Docente-investigadora de la Universidad del Azuay. Ha investigado, por varios años, temas de patrimonio cultural, patrimonio inmaterial y usos de la ciudad. Su interés por los temas del patrimonio cultural se conjuga con los de la antropología urbana.