¡No renuncies Will Smith a lo que te corresponde! No fueron tres costillas rotas ni un ojo morado, fue un elegante chirlazo por una ofensa contra su esposa.
¿No se mandaba Maradona sus numeritos? Pero, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, sus numeritos no quitaban que sea un espectáculo digno de verse cada vez que pisaba las canchas, y conste que no soy futbolero.
Hace años un amigo poeta recitó sus versos en calzoncillo, unos se escandalizaron, otros lo celebramos y nos reímos.
Hace alrededor de cincuenta años cuentan de una escena de trompones entre Vargas Llosa y García Márquez, ambos, dignamente cada uno por su lado declaró, que tanto la descripción como los motivos de esa bronca se la dejan a sus biógrafos.
No son broncas, exabruptos, deslices amorosos, borracheras y toxicomanías lo que hace que ciertos figurones se me derrumben, todo lo contrario, se ganan mi simpatía porque les veo su humanidad. Me distancian otras cosas como la alcahuetería a regímenes represivos o corruptos, su funcionalidad a los poderes de este mundo, el poder usurero de la economía, el poder represivo de las armas y el poder hipnótico de las religiones y de los medios masivos de comunicación, no hablo de los insumos simbólicos y devocionales que legítimamente compongan una creación artística, ni de las particulares y diversas visiones de la realidad que puedan expresarse en ellas, hablo de ser sumisos y funcionales a aparatos de dominio, poderes que están siempre relacionados entre sí y se necesitan unos de otros porque son órganos del mismo cuerpo.
Me desencantan ciertos personajes cuando por alineamiento ideológico, político o dogmático defienden lo indefendible.
No creo mucho en la militancia y compromiso de los ricos y famosos, pues rascándose un poco el bolsillo podrían aliviarle la vida a mucha gente que sobrevive en la miseria –podrían hacer reparación ambiental–, es escandaloso que en un mundo que se muere de hambre haya quienes ganan más de cincuenta mil dólares al mes. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. En todo hay calidades.
Me arde y me ofende que por arte se entienda farándula y que por cultura se entienda industria cultural.
Hay una persecución hacia todo lo que se expresa de manera natural y espontánea, se condena alzar el volumen de la voz, estar con tres tragos adentro en un debate, aunque todo lo que digas sea lúcido y coherente. La moralina de cuatro reales y la corrección política envenenan e idiotizan el mundo. Me dicen que habían puesto un cartel en el que estaba escrito “denuncia al que te ve feo”, o algo por el estilo. ¿Qué es ver feo? ¿No puede ser que, por algún motivo personal, salí enojado de mi casa y en la calle o en el bus se toparon con mi cara descompuesta?
Quieren penalizar el lenguaje, el tono, la postura corporal y todo eso en nombre de la inclusión, los derechos y la civilidad.
Actor quiteño, vive en Cuenca desde 1990. Con cuarenta años de experiencia ha participado en numerosas obras de teatro y producciones cinematográficas, logrando algunos premios durante su trayectoria profesional. Ha sido instructor de varios talleres, ha publicado artículos en revistas especializadas y, en la actualidad, es miembro de la Compañía de Teatro de la Universidad del Azuay.