La semana pasada, apenas terminaba el feriado de noviembre, nos sobresaltó un nuevo escándalo, producido por las revelaciones de los chats encontrados en el teléfono de Fernando Villavicencio.
Hay quienes dicen que lo que se publica puede haber sido manipulado; otros reclaman porque no se publica todo;varios que aparecen en los chats han reconocido la veracidad de lo publicado; un comunicado de la Fiscalía, del 5 de noviembre, dice que la información que circula es falsa, en los días posteriores calla; hay quienes atacan a los medios y personas que han hecho la publicación; dicen que se quiere asesinar la reputación de las personas; se dice que existen intereses políticos; se dice que es verdad; se dice que es mentira; se dice…
Hay personas enojadas porque la imagen de sus ídolos se empaña, otras por haberlos encumbrado a ese sitial, muchas por haber creído en una honestidad publicitada que parece no haber sido tal -alabanza en boca propia es vituperio, dice el dicho; y, dime de que presumes y te diré de qué careces, es otro de la sabiduría popular-.
A muchos no nos deja de sorprender y asquear, los niveles de corrupción a los que se ha llegado, no hay a quien quedarse –dirían mis mayores-; el desasosiego nos vuelve a asaltar, frente a la certeza de que no podemos confiar en casi nadie.
Hay que ser y parecer honesto, ético, buena persona, leal, confiable. Por lo que se devela en estos días y lo que hemos visto en casos anteriores, hay mucho postureo, nos engañan y caemos en el engaño –cuando digo nos, me refiero a los ecuatorianos en general-.
Para suerte de la mayoría y desgracia de unos pocos, la verdad siempre sale a la luz. Amanecerá y veremos.
No hay crimen perfecto, siempre, siempre quedan cabos sueltos y tarde o temprano aparecen, pues jamás se puede tener todo controlado, ni el más sagaz y prolijo de los individuos puede tenerlo todo atado, más si en el asunto, triquiñuela, componenda o delito participan otras personas.
¿Se puede confiar ciegamente en que otra persona te guarde un secreto?, creo que no, de partida quien compartió el hecho o el dato, le quitó esa calidad. En la realidad actual, en la que casi todo queda o puede ser registrado por herramientas o dispositivos electrónicos, hay poco espacio para la privacidad, la confidencialidad y menos el secreto –hay varias pruebas al canto-.
¿Se puede confiar en otras personas?, por supuesto, de lo contrario no podríamos vivir en comunidad, pero debemos desarrollar la inteligencia e intuición para saber en quienhacerlo y para qué.
Las cosas que pasan, por grotescas que sean nos deben dejar lecciones, que nos sirvan para avanzar como nación y como personas.
No debemos idealizar a nadie, ni adherir sin beneficio de inventario a una posición, sea política, ideológica y menos personal, más si en verdad no conocemos, ni hemos tratado nunca personalmente con un sujeto, al que sólo hemos visto a la distancia, en los medios de comunicación y escuchado sus ofertas, pues la mayoría serán ídolos con pies de barro.
No defendamos a capa y espada, un hecho o una persona, sin tener de primera mano todos los elementos de juicio para hacerlo, estando conscientes que nadie tiene patente de corso.
Recordemos los episodios de corrupción y deshonestidad que involucran a candidatos, para no favorecerlos con nuestro voto.
Tengamos claro que la reputación de una persona, se construye en base a sus acciones a lo largo de su vida, siendo ella la principal responsable de cuidarla.
No nos acostumbremos, ni normalicemos el cinismo y la mentira, estemos atentos, no permitamos que nos vuelvan a engañar.
No cerremos los ojos, ni nos tapemos los oídos porque lo que dicen no nos gusta. No miremos para otro lado, ni ataquemos al mensajero, exijamos que los servidores públicos y aquellos que lo fueron nos den las explicaciones suficientes sobre sus actuaciones y nos cuenten toda la verdad, no merecemos menos.
En este caso seguro habrá mucha cola que cortar…
Portada: imagen tomada de www.revistavive.com
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.