La resistencia está en todas las acciones que, con valentía y fuerza, levantamos cada uno de los pueblos y naciones de Abya-Yala por justicia y supervivencia. Octubre resuena como algo fatídico y esperanzador. Creo que soplan nuevos vientos, los vientos de los pueblos. Temen las oligarquías perder el poder de las instituciones comandadas por ellos, temen los empresarios a las paralizaciones y acuden briosos a la protección del Estado, con el cual están sus aliados. Ellos, camuflados de “democracia”, de “gobierno para todos” construyen sus ideales incrementando sus arcas para cuando tengan que salir de sus funciones e irse con manos llenas y tener la fortuna individual y familiar bien garantizada. Los poderes y sus representantes tienen sueldos para toda la vida mientras el pueblo está sin educación, sin trabajo, sin alimento, sin derecho al paro, criminalizados, sin becas, sin derecho a una pensión.
En estos días, hay un despertar de conciencias de todos los sectores sociales. La resistencia es la capacidad de sobrevivir a las circunstancias no favorables. Es un concepto antiguo que ha existido desde que los seres humanos iniciaron su presencia en el planeta tierra, resistir a las inclemencias del tiempo y de la naturaleza; luego, la resistencia se volvió ante el mismo ser humano.
Los sistemas de dominación se caracterizan por la instalación de imaginarios y simbologías que demarcan zonas de residencia-resistencia, en las cuales se desarrolla el juego de fuerzas. En los palacios hay imágenes que tienen su espacio, en las plazas y avenidas están las enormes estatuas de bronce y cobre de los invasores, de quienes destruyeron las grandes civilizaciones, culturas y pueblos. Ellas son los símbolos e imaginarios impuestos sobre las sociedades nativas desde y para el conocimiento occidental (Verónica Renata López, 2018, p. 13), una cultura universal que negó el derecho de las otras culturas e impuso su singularidad como universalidad y modernidad. (López, 2018, p. 146). El símbolo está vinculada a sentimientos, intereses y propósitos concretos.
En las iglesias hubo imágenes de terror, dolor y violencia utilizadas para la “colonización espiritual”. La Biblia, imágenes de Dios, la garganta de los obispos y pastores. Todas ellas, tanto a nivel religioso y político, representan dominación, explotación, y asimilación. Son símbolos de continuidad de un estado que se creó y se sostiene a partir del genocidio y expoliación de los pueblos de Ecuador y Latinoamérica. La visión oligárquica liberal se enorgullece y elogia dichos símbolos como herederos de una falsa superioridad y sangre.
Con la resistencia se han desarrollado las revoluciones históricas que conocemos. Esas revoluciones rompieron el statu quo de los símbolos de poder, llamados “patrimonios”. El poder dominante tiene estructuras simbólicas y paradigmas instaladas justo en los lugares o sitios visibles como vigilantes de su dominio. Estos símbolos nos hablan de su tiempo, de su historia y su pensamiento. Por eso en este despertar, los pueblos nativos originarios y la juventud están tratando de borrar esa historia de sangre y dolor de las ancestras para levantar un mundo diferente, para hablar a la sociedad de lo que realmente pasó, para desempolvar y levantar la memoria.
El levantarse de varios pueblos y naciones desde Groelandia hasta la Patagonia, tomándose las carreteras y vías, así como derribando monumentos y estatuas de los invasores, son expresiones de rechazo a todo este sistema de dominio y muerte que venimos soportando los pueblos originarios. En nuestros reclamos están los derechos a la vida, el derecho al agua, a la tierra, al cuidado de las semillas, a la soberanía alimentaria, a nuestras formas de vida y de economía. Esta filosofía de vida también la expresan las seis naciones Haunodenosaunee: “Nuestro derecho a cazar, pescar, recolectar, cultivar y mantener semillas porque vivimos de la tierra”.
Para los dominadores, estas acciones son un sacrilegio, un pecado capital, dirían las iglesias, que son parte de lo mismo, aliadas del poder. ¿Qué sacan con destruir los monumentos, los patrimonios? ¿Eso cambia en algo la realidad? Pues sí. El símbolo está vinculado a sentimientos, intereses y propósitos concretos de un cierto grupo. Los símbolos juegan un papel muy importante en la normalización de las conciencias, tienen un lenguaje oculto: obediencia y aceptación.
Esta normalidad ha llegado a un punto en que ya no puede continuarse y los hijos e hijas de los sobrevivientes se están levantando; y, ante esto, los grupos de poder preparan todas las fuerzas, invierten millones de dólares en armamentos, en protección a las fieras represivas, mientras el pueblo, los pueblos nativos no tenemos que comer, nos morimos de hambre. Por eso, nos levantaremos una y mil veces, alzaremos nuestros bastones y wipalas, símbolos de paz.
Resistiremos por nuestros derechos, por cada hermana y hermano muerto, otros miles nacerán (Guardia Indígena de Colombia, octubre 2020).
En estos procesos de resistencia hemos hecho una minga por la vida y luchamos por mantenimiento de nuestras culturas y lenguas, por la soberanía alimentaria y el desarrollo de los mercados locales, por relaciones solidarias y de reciprocidad que subsisten pese al neoliberalismo individualista-consumista; además, nuestras luchas son por la exigencia a los derechos: a ser diferentes; a nuestro territorio individual y colectivo; a ser consultados frente a las políticas extractivistas; a no ser insultados ni discriminados; y, a nuestro propio modelo de vida y economía comunal, en armonía y salud con la Madre Tierra.
Hagamos una MINGA por la vida, Madres, hijxs, abuelxs de diferentes pueblos y comunidades como los Haunodenosaunee, Otomíes, Dakotas, Kansas, Misak, Nasas, Ingas, Afros, Emberas, Kichwas, Aymaras, Mapuches, Guaraníes y otras naciones están saliendo de sus territorios para realizar una movilización pacífica. En estas acciones es fundamental la unidad: o luchamos unidos para vencer al imperialismo en pos de reafirmar nuestra soberanía o estaremos condenados a vivir como vasallos.
La Minga representa una esperanza y el sentimiento de los pueblos.
Desde distintos sectores sociales y foros están llamando a reflexionar sobre la incertidumbre que vivimos y están dando señales de cuáles serían las alternativas posibles. Es importante pensar que las comunidades humanas debemos cambiar nuestras formas de vida, nuestro relacionamiento con los demás y la naturaleza a fin de garantizar la propia subsistencia.
Nativa de Saraguro. pertenece a la nacionalidad Kichwa. Estudió en Zamora en la Escuela de Líderes. Cursó estudios universitarios en Cuenca. Es abogada, tiene estudios en lengua y literatura, es magister de Estudios de la Cultura y un Diplomado en Educación Intercultural Bilingüe. Maestra de secundaria y educación superior, investigadora. Ha publicado varias obras, así como artículos en revistas y periódicos. Ha desempeñado varios cargos vinculados a Educación Bilingüe. Es conductora del programa Ñukanchik llata Kashpa (Nuestra identidad) en la Radio comunitaria de Saraguro “KIPA RADIO”, FM 91.3.