Por Isabel Paqui Quizhpe
En todos los paros, allí está mi mami; todo el tiempo sosteniendo, pese a los problemas y necesidades que tiene en la casa, allí está ella. La gente dice que el paro es pagado, pero mi mami siempre carga una mochila. En esa mochila, primero lleva una esperanza, de ver algo distinto para sus nietos, para sus hijos; luego, allí, siempre anda cargando alguna cosita, una libra de haba, una libra de ajo, pelados el día anterior. Y, mientras camina con la gente, mientras canta, mientras grita pidiendo justicia, ella va ofreciendo sus productos, para pagar su pasaje a donde vaya, sustentar la comida para esos días; a veces, no tiene ni siquiera dónde quedarse a dormir y pasa hambre cuando no logra vender.
Mi mami, sobre todo, carga la esperanza; quiere demostrar que hay otras formas de vida, que necesitamos vivir dignamente, que no necesitamos el dinero para disfrutar de nuestra agua, de nuestra tierra. Mi mami todo el tiempo sale, todo el tiempo carga su mochila, su fuego, su medicina; todo carga en su espalda. Ella no es egoísta, podría hacer como muchos, taparse los ojos y seguir con su vida; pero no, ella coge sus cosas del mercado, lleva sus productos, a ella no le importa estar fuera del puesto por una semana, que sus cosas se dañen, que no pueda vender. Ella sale a Cuenca, a Loja, a Quito ¿y quién le da vendiendo todo eso? ¿quién le hace recuperar todo eso? Nadie. Pero ella sale, porque quiere que nosotros podamos vivir tranquilos, que nosotros no vivamos lo que ella ha tenido que pasar.
Ella se va a Loja, viaja a Oña, a Cuenca. Ella está defendiendo por todo lado y no solo para ella, porque ella sabe que lo que perjudica a un pueblo, también perjudica a otro. Mi mami defiende los derechos de nuestros pueblos, defiende a la comunidad, defiende a Fierro Urco y también vino a Cuenca a defender Quimsacocha. La gente ha querido tratar de humillarla, de callarle, de decirle que no sabe.
Mi mami defiende el valor que tiene la vida en comunidad. Si logran desaparecer a las comunidades, ya no habrá nadie que de luchando. Ese poquito que nos dejan es lo que está sosteniendo a las comunidades, es lo que hace que la gente salga a reclamar los derechos, desde lo más chiquito, desde el espacio que uno comparte y cuida. No queremos que la gente crea que el dinero puede comprar todo. Hemos aprendido a luchar para poder disfrutar del agua, del aire puro, sentarnos juntos en nuestra casa y decir: estamos aquí, estamos bien, estamos en nuestra comunidad. Desde fuera, nos enseñaron a tener vergüenza de la comunidad, de nuestros nombres; nos dijeron que lo que allí se aprende no vale. Pero hay quienes sabemos lo que importa la comunidad, compartir mientras se está al lado de la candela, al lado del fogón, mientras se hace unas tortillas, mientras se cocina el zambo; acompañar al velorio, a la fiesta; porque ayudar es acompañar, es cuidar.
Los periodistas y analistas dicen que el movimiento indígena está dividido, que nuestra lucha está debilitada, pero no hablan de las causas que han llevado al debilitamiento de las comunidades, de cómo los gobiernos han cooptado a nuestra gente y nos han separado; no han respetado a nuestras autoridades, han negado la fuerza que tiene vivir en comunidad. Y eso a mi mami también le duele.
Mi mami, para llegar a tener la fuerza que tiene hoy, primero tuvo que salir de muchas violencias, y arreglárselas para darnos de comer, para que podamos estudiar. Ella no descansa, nunca ha descansado. Ella también se ha ido a acompañar en la Amazonía, y ha visto todo lo que pasa allá; ella ha estado en Esmeraldas, en Guayaquil, en todo lado. Y con lo que ella va viendo, ella llora, llora todo el tiempo, llora con ira.
A todo lado lleva su bayeta, es como que la protege; con su mochila y su bayeta, anda cargando toda su esperanza para cambiar la vida. Ella camina; ella siempre está caminando, siempre está saliendo a todo lado, acompañando en todas las luchas. A veces, su cuerpo va cansado, sus pies van cansados y el momento que no puede más, que su cuerpo no puede más, que su cuerpo siente cansancio, que siente indignación y llora; entonces se limpia con el filo de la bayeta y sigue, sigue porque no puede mostrarse débil ante tanta gente indiferente.
Y nos dicen que salir al paro es “no dejar trabajar”, que somos “atrasa pueblos”, que “vayamos a trabajar”, que “no seamos vagos”, pero ¿en dónde trabajamos? ¿cómo trabajamos? si todo el tiempo nos toca estar cuidando el agua, cuidando los territorios, cuidando que nuestras comunidades se organicen, cuidando que el gobierno no capte a nuestros líderes. No tenemos tranquilidad, nos han puesto un chip de estar siempre alerta. Nos preocupa dónde vamos a vivir y cómo vamos a vivir. Nos dicen vagos, pero nos quitan el agua, nos quitan la tierra donde trabajamos. Nos quitan los subsidios y nos dicen que “no debemos vivir gratis y mantenidos”, pero sí se llevan todo lo que nosotros tenemos y, cuando exigimos, nos quieren callar.
A nosotros nos han enseñado a regalar nuestras cosas; cuando sacamos los productos, nos regatean todo, desde un huevo hasta un culantro. El tongo de culantro nos compran en 25 centavos, 50 centavos; lo que tardó dos meses de siembra y cuidado. Y los que salen a vender en el centro o en la ciudad, salen con la lluvia, venden con sus pies mojados. Yo también estoy con el agua, pisando lodo, pasando frío. Nadie está mirando las condiciones en que vendemos, en que trabajamos. Hay gente que trae, desde las comunidades más lejanas, solo una canasta de nabo, y su ganancia es de 5 dólares diarios; de eso, debe pagar la carrera, el espacio al Municipio, y ¿cuánto le queda? no le queda nada para llevar el pan a sus hijos, o darle de comer a la guagua que está cargada.
Cuando mi mami vino a la marcha del agua en Cuenca, vino trayendo duraznos; mientras bailábamos, ofrecía sus duraznos para poder regresar a Saraguro. Ella vino a defender otro territorio. Ella siempre es la primera que dice: “ya vamos, hay que ir, hay que caminar, hay que acompañar”. Cuando salimos a la ciudad de Loja, para hacer bordados colectivos, le decía “mami, no me está alcanzando la plata”, ella contestaba “no importa, ya vemos cómo hacemos”. Mientras cortábamos las telas para bordar y mostrar todo lo que están haciendo con la minería en Fierro Urco, al mismo tiempo, ella sacaba su libra de ajos para vender y con ello pagar el regreso a casa. Siempre dice: “tranquila, comoquiera hemos de hacer; ya venderemos un collar, con cualquier cosa hemos de salir”. Y, aun así, la gente se atreve a decir que somos vagos, que el paro es pagado, que somos terroristas.
Mi mamá trabaja, mi mamá camina, mi mamá se va al paro, mi mamá acompaña. Mi mamá soy yo, son mis hermanas, son todas las mamas, todas las abuelas y todas las warmis de mi pueblo.
foto tomada de: https://acortar.link/j7qPv5