Introducción
Ramos Tolosa (inédito) sugiere que un paradigma adecuado para comprender la situación en Palestina-Israel es el colonialismo de asentamiento (y sus dinámicas de exocolonización y endocolonización). Para analizar la situación actual en Palestina, es crucial compartir la perspectiva de este autor, quien argumenta que el objetivo final del movimiento sionista, que busca obtener la máxima extensión territorial, se materializa a través de la segregación e incluso la expulsión de la población nativa no judía.
Sin embargo, de manera provocadora Collins (2011) nos invita a identificar los límites de las herramientas tradicionales del análisis social en la comprensión de este proceso. Dice que la exocolonización y la endocolonización se refieren al desplazamiento de las comunidades de su entorno geográfico. No obstante, sostiene el autor que el enfoque en el territorio no permite explicar los cambios respecto de la naturaleza del espacio y su subordinación respecto del tiempo. Considero importante que podamos profundizar esta perspectiva.
Los conceptos de guerra y territorio
En el periodo que va desde 1882 a 1903, conocido como la primera aliya se inició la “exocolonización” sionista de Palestina, predominando el modelo colonial de asentamiento de “plantación étnica” con mano de obra nativa. La minoría colonizadora busca el control de la tierra (restringiendo la puesta en cultivo de nuevas tierras y obstaculizando la expansión de la comercialización agrícola), sin expulsar a la población nativa. Es decir, se necesita la tierra, pero de algún modo también a la población autóctona. A partir de la segunda aliya (1904-1914) es cuando se desarrolla el modelo de colonialismo de asentamiento puro, a través de la “conquista de la tierra” y la exclusión del trabajo agrícola y del mercado laboral a personas que no fuesen judías (Ramos Tolosa, inédito).
En 1948 se lleva a cabo una política de expulsión masiva de los habitantes palestinos que habían labrado las tierras y poseído el suelo durante muchos siglos (Nur, 2011). A partir de ahí se pondrían en marcha mecanismos legales para impedir a la población nativa palestina refugiada a volver a sus casas (Ramos Tolosa, inédito).
“Después de la guerra, el Estado de Israel se hizo con el control de las tierras de 750 000 refugiados, a los que se les prohibió el retorno, mientras que la minoría palestina que pudo permanecer quedó sometida a leyes y normativas que la privaron de manera efectiva de la mayoría de sus tierras. Estas acciones fueron sancionadas mediante la promulgación de un abanico de leyes que reflejaban el punto de vista sionista según el cual los refugiados palestinos no eran bienvenidos, y elevaban así su posición llena de prejuicios a la categoría de política de Estado. La campaña masiva de apropiación de las tierras de los refugiados palestinos se hizo enteramente de acuerdo con la más estricta legalidad” (Nur, 2011: 41).
En 1948 el Estado sionista colonial provoca la destrucción de la Palestina histórica y la limpieza étnica de su pueblo (la Nakba), mediante un patrón de masacres y atrocidades de toda índole que precipitaron el éxodo de la población palestina. Los palestinos fueron sacados de sus casas, de sus pueblos, de sus tierras ancestrales, y conducidos a campos de refugiados. Entre 1948 y 1949 aproximadamente el 90 % de los palestinos fueron desalojados de los territorios ocupados (Nur, 2011).
El desplazamiento de los palestinos continuó después de la guerra de 1948. Los municipios palestinos se transformaron en “zonas militares cerradas” para impedir que los refugiados palestinos pudieran retornar a sus tierras. La minoría de palestinos que quedaron atrás sufrieron desplazamientos internos y la confiscación de la mayor parte de sus tierras (Nur, 2011).
Me parece interesante destacar el mito del “territorio vacío o desierto” que la narrativa sionista utilizó para justificar el desplazamiento de los habitantes originarios. Bajo este marco, una estrategia clave del proyecto sionista fue la construcción de una nueva cartografía que borrara los nombres de las poblaciones palestinas del mapa y los reemplazara por nombres hebreos similares a los bíblicos (Nur, 2011). En este mismo sentido, para eliminar el vínculo palestino con la tierra se sustituyó especies autóctonas como el olivo por árboles europeos. La estrategia de crear nuevos bosques buscaba ocultar los restos de localidades palestinas destruidas (Ramos Tolosa, inédito).
En 1967, tras la Guerra de los Seis Días y la victoria israelí, entre 200 y 300 mil personas palestinas fueron expulsadas de sus casas (la Naksa). Se llevaba a cabo lo que se ha denominado una limpieza étnica progresiva de la población autóctona no judía (Ramos Tolosa, inédito).
¿Cómo entender el contexto actual de Palestina?
Considero pertinente aceptar la invitación que nos hace Collins (2011) para considerar –y estudiar– un tercer modo de colonización: la dromocolonización, es decir, la colonización de la humanidad por la aceleración tecnocientífica. Para el citado autor, la dromocolonización es una realidad “emergente” respecto de la cual los otros dos modos (exocolonización y endocolonización) parecen cada vez más “residuales”. No obstante, como evidencia Ramos Tolosa (inédito), el objetivo último del movimiento sionista (máximo territorio) sigue teniendo como base la segregación, expulsión (y exterminio) del pueblo palestino.
Referencias
Collins, John (2011), “Más allá del ‘conflicto’: Palestina y las estructuras profundas de la
colonización global”, Política y Sociedad, vol. 48, no 1, pp. 139-154, disponible en:
http://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/POSO1111130139A/21460
Masalha, Nur (2011), “El problema de los refugiados palestinos sesenta años después de la
Nakba”, Documento de trabajo no 8, Madrid, Casa Árabe, documento online, disponible en:
Ramos Tolosa, Jorge (inédito), “Propuestas para un análisis decolonial de Palestina- Israel”.
Doctora en Jurisprudencia por la Universidad de Cuenca. Obtuvo un Maestría en Género y Desarrollo en la misma universidad. Posee un Doctorado (Phd) en Derecho por la Universidad Andina Simón Bolívar. Fue Directora del Instituto Nacional de la Niñez y la Familia, en Azuay, Cañar y Morona Santiago. Secretaria Ejecutiva del Concejo Cantonal de la Niñez y Adolescencia de Cuenca. Se desempeñó también como Jueza Provincial de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia del Azuay. Laboró en el Municipio de Cuenca y en el Gobierno Provincial del Azuay. Autora de artículos y libros sobre derechos y género. Ha participado como ponente y coordinadora en seminarios nacionales e internacionales vinculados a su campo de estudio e investigación