Jaime Vargas, presidente de la CONAIE les fue simpático a muchos en octubre del año antepasado cuando, a la cabeza de miles de indígenas sembraron destrucción en Quito en demanda de conservar un subsidio a los combustibles que realmente favorece a las clases medias y altas. Hoy, cuando el mismo Vargas amenaza con asediar el Consejo Electoral y quemar las urnas, (lo que en el gobierno de la correa le hubieran costado una investigación penal por instigar a la rebelión), llueven contra él las reacciones.
Pero aparte del revanchismo, prepotencia y sentimiento de venganza en las palabras de Vargas -que revelan su verdadero espíritu-, hay detrás un sentimiento de odio, reacción y vindicta que es de temer no sean solo suyo sino de una buena parte del sector indígena. Lo de octubre demostró que aquellos están convencidos de que pueden imponer su voluntad al país a base de la movilización y la violencia.
Esa movilización fue en su momento apoyada tontamente por el correísmo, sin prevenir que no era contra Lenin Moreno sino contra todos los que no eran ellos: contra los no indígenas, contra los mestizos, contra los blancos, contra los citadinos.
Lo de fondo no son las palabras incendiarias de Vargas sino la conciencia de exclusión que siente buena parte del sector indígena, por lo que ya no solo reclama igualdad de derechos si no lo hace con furor por el relegamiento sufrido por 500 años.
Es lamentable que las posiciones de este sector se hayan radicalizado, alentadas por parte de la dirigencia de la CONAIE. Hace 25 años, altos mandos militares estaban inquietos por el concepto de plurinacionalidad que promovía la CONAIE, mas hoy se percibe una alarmante distorsión del concepto de plurinacionalidad en la propia dirigencia indígena, en personajes como Vargas o como Leonidas Isa.
La plena plurinacionalidad exige, por parte de todos los sectores del país, avanzar en una concepción cívica, ciudadana ý ética bajo la noción de igualdad entre todos, respeto a las diferencias de los otros, pero también de interacción con todos. Consiste en un saber valorar las culturas de los otros pueblos y reconocer su derecho a autodeterminarse en sus territorios y gobernarlos según sus valores, pero con sentido recíproco de todos en igualdad de condiciones con los demás y sin preminencia de ninguno.
No es coexistir, ni cohabitar:
tolerar, convivir, interactuar
Vivir el valor de la plurinacionalidad establecida en la Constitución exige que indígenas y no indígenas superemos actitudes del pasado: no es coexistir, porque coexistir es compartir el espacio con el otro pero a pesar de ambos, es simplemente soportarse, aguantarse sin llegar a la violencia, tragándose la hostilidad.
Cohabitar tampoco es lo más aconsejable porque esto es como estar en el mismo lugar, sin violentarse, sin indiferencia pero tampoco en intimidad ni cooperación. Al contrario, la plurinacionalidad e interculturalidad nos exige a todas las nacionalidades del país, indígenas y no indígenas, a tolerar, a convivir, interacturar, compartir e intercambiar lo del uno y del otro, como son los valores del mismo principio indígena del “Ayni”.
De lo contrario, si en el sector indígena no se modera y reorienta ese sentimiento, ese “tomémonos todos los CNE y hagamos el conteo y pidamos, y sino, quememos todas las urnas”, esa revancha reactiva y destructiva corre el riesgo de desbordarse hasta llegar a un punto sin retorno y terminar en un enfrentamiento con resultado de sangre. Lo vimos en octubre, estuvo muy cerca.
Periodista, comunicador social, abogado. Hoy, independiente. Laboré 27 años en medios locales como editor, redactor y reportero. Diarios El Mercurio, La Tarde y El Tiempo; revista Tres de Noviembre del Concejo Cantonal de Cuenca; radios El Mercurio, Cuenca y América.