Noviembre denominado Ayamarkay ha sido un mes relacionado con la muerte y la puerta de retorno hacia el mundo de los vivos. El aya, muerto, cadáver: markay, la acción de llevar en brazos. Por tanto, Ayamarkay es el mes de llevar a los muertos, sacándolos de los pukullos o bóvedas, en andas, pasearlos por las calles y plazas en medio de danzas y luego hacer una fiesta y compartir alimentos (G. Poma).
En el mes que acaba de terminar hay muchos aspectos que se relacionan con muerte y sufrimiento como fue el 4 de noviembre, el inicio de la insurrección de Tupak Amaru II ante la insostenible esclavitud de los invasores y criollos en América; el 15 de noviembre (1922), la muerte de miles de estudiantes en Guayaquil. Pero, la muerte no es el “final definitivo e irreparable” (Albó, 2006). Para el pensamiento andino, hay “muertes pasajeras” como el eclipse de la luna y del sol que son pasajeras, (Kaulicke, 2001, p. 26). Y como dijo el poeta Humberto Ak´abal “la muerte no es el último poema de la vida. ¡El hombre maya nunca muere, vive para siempre!
Las personas que ofrendaron sus vidas en las diferentes luchas se nos adelantaron y se encuentran en el ñawpa pacha y desde esa otra vida nos acompañan, están viendo. Están adelante como en un gran camino, los que llegaron primero y se fueron primero, caminaron antes que nosotros hacia ese espacio espiritual de lo no tangible y cósmico. Por tanto, vida y muerte es un “kiwiri”, un morir y vivir. En este sentido, los estudiantes, héroes y heroínas muertos regresaron porque nos dejaron sus corazones rotos “con la esperanza que la grieta pudiera servirte de puerta” (Humberto Ak’abal). Y, pues, por esa puerta, este 15 de noviembre surgieron voces de vida, de resistencia, de exigencia al derecho a la vida, al agua, a la educación, a la libertad.
La existencia humana es un paso y por ello nuestres ancestres practicaban la espiritualidad porque el tiempo sagrado de la vida estuvo interrelacionado con los cuatro tiempos: kay pacha, hanan pacha, uku pacha y el ñawpa pacha. Se consideraba a la Pachamama como el lugar en donde los humanos vivimos en relación con ella y con los muertos. Dialogando con las plantas con las piedras que guardan silencio y conocimientos. En estos tiempos de sequía se ha acudido a las “almitas”, a las rogativas. Y es menester recordar que los humanos teníamos una profunda relación con los apus de los urkus, con las diosas guardianas de los páramos y de las kuchas, pues ellas están allí guardando silencio para escucharnos.
Con la modernidad y globalización hemos olvidado lentamente esta conexión espiritual con la Madre Tierra y la hemos envenenado con plásticos, con residuos de las explotaciones mineras, petroleras, agrotóxicos y los bombardeos de las guerras. Y en estos tiempos que vivimos una larga sequía, con terribles incendios en Azuay y Loja, -ocasionados por humanos-, producto de tanta contaminación que hemos provocado, la Madre Tierra nos está hablando, nos está reclamando cambios en nuestros modelos de vida.
Por fin después de tiempos de olvido, las personas volvieron los ojos al Señor de Girón. La semana del 21 de noviembre las personas de las comunidades y otras del pueblo de a pie realizaron la romería para traer al Señor de Girón que desde nuestra visión andina es la sagrada waka protectora y dadora de agua de los cerros de Girón, San Fernando, Kimsakocha y Tinajillas. Como se dice “la fe mueve montañas”, este día, justo a las tres de la tarde llovió en la ciudad de Cuenca, durante quince minutos. Este hecho es la espiritualidad que permite analizar y resolver necesidades, conflictos y violencias en la vida cotidiana (Marngar, 2021); permite restaurar el equilibrio en los humanos con la naturaleza y en nuestras vidas. En este proceso de romería, rogativa o wakayllina que se hizo, contó con la presencia mayoritaria de las mujeres. Según la ley de origen, las mujeres son la representación de la Madre Tierra, existe una relación entre la Madre Tierra y el cuerpo de las mujeres, en ese sentido se comprende la situación del territorio y sus lugares sagrados. Esto nos ayuda a reflexionar sobre el impacto del extractivismo, las guerras, la sequía y su relación con la vulneración de derechos. Nos damos cuenta que algunos cerros, montañas y espacios están siendo minorizados y es necesario defenderlos desde un espacio público y político.
Si se protegen los sitios sagrados también las mujeres nos sentimos protegidas. Wallet (2021) señala que por la espiritualidad las mujeres se reúnen para componer cantos, dar una lección, compartir experiencias, cantar juntas y buscar soluciones a los casos de violencias del Estado y de género. Esta espiritualidad profunda con las montañas explica la presencia mayoritaria de las mujeres tanto en las rogativas como en la defensa del Agua, de los páramos. Así lo vimos, lo sentimos el día 15 de noviembre en la marcha contra la cumbre de presidentes que se reunieron en esta ciudad para delinear estrategias globales de mayor dominio y esclavitud de quienes controlan el mundo, encaminados a políticas de mayor represión, desaparición de organizaciones, disminución derechos, criminalización de defensores de derechos humanos, de la naturaleza, de los pueblos originarios y de los movimientos sociales.
Nos enfrentamos a regímenes dictatoriales, represivos policíacos; sin embargo, tenemos que vencer el miedo, el silencio para reclamar el derecho a la vida. Estamos ante una crisis civilizatoria que debe hacernos pensar: si cambiamos, resistimos o estamos condenados a morir y desaparecer. Por nuestra dignidad y permanencia urge fortalecer la organización y articulación de todos los sectores frente al aparato estatal represivo, para desmontar y proponer un proyecto de liberación.
Portada: foto tomada de https://n9.cl/lmpak8
Nativa de Saraguro. pertenece a la nacionalidad Kichwa. Estudió en Zamora en la Escuela de Líderes. Cursó estudios universitarios en Cuenca. Es abogada, tiene estudios en lengua y literatura, es magister de Estudios de la Cultura y un Diplomado en Educación Intercultural Bilingüe. Maestra de secundaria y educación superior, investigadora. Ha publicado varias obras, así como artículos en revistas y periódicos. Ha desempeñado varios cargos vinculados a Educación Bilingüe. Es conductora del programa Ñukanchik llata Kashpa (Nuestra identidad) en la Radio comunitaria de Saraguro “KIPA RADIO”, FM 91.3.