La representación performática a cargo de un grupo de drag queens en el marco de los Juegos Olímpicos de París 2024 ha desatado las más álgidas controversias. Por un lado, varios grupos religiosos espetaron frases contra el colectivo LGBTIQ+++, las cuales enfatizaban que había una clara intencionalidad de burla en torno a una iconografía muy significativa para el cristianismo; claro está que el símil entre el show y el falso fresco no fue percibido por el ciudadano de a pie, sino por gente, un tanto, más letrada, poseedora de conocimientos rededor de Historia del Arte Universal y con un nivel de instrucción que le permitía encontrar la analogía entre el mural y el espectáculo.
En este contexto, la réplica no se hizo esperar y el director artístico explicó que la polémica puesta en escena no aludía a La Última Cena, autoría del italiano Leonardo Da Vinci, sino a la obra “La Fiesta de los Dioses” pintada por el neerlandés Jan van Bijlert en 1635, la cual se halla en un museo en la ciudad francesa de Dijón y que, iconográficamente, alude a una escena pagana. Desde mi perspectiva al cotejar ambas pinturas encuentro más paralelismos con la pieza holandesa y, por ende, lo que se evocó en el controvertido espectáculo; de hecho, existe un tweet que hizo la página oficial de los Juegos Olímpicos París 2024 justo al finalizar este performance que, textualmente, reza “L’interprétation du dieu grec Dionysos nous fait prendre conscience de l’absurdite de la violence entre les êtres humains” lo que quiere decir “La interpretación del dios griego Dioniso nos hace tomar conciencia del absurdo de la violencia entre seres humanos”.
Pues bien, en este sentido e inclusive con dicha prueba contundente en mano, muchos grupos conservadores insistieron en que lo que se buscó representar fue “La Última Cena” sólo para burlarse del cristianismo, ya que nunca se atreverían a hacerlo contra el islam, por las consecuencias que ello acarrearía. Hecha esta precisión, supongamos que, en efecto, lo que se pretendió fue evocar el cuadro de Da Vinci, no sería pertinente tratar de entender el por qué de esto, sin repetir argumentos de terceros como plegarias y tratando, en base a la reflexión, obtener nuestras propias conclusiones.
Así, en primer lugar, cabe hacerse la pregunta ¿qué exactamente se busca con el espectáculo que se monta cada inauguración olímpica?
Para aquellos que ignoran el objetivo de dichas aperturas, las mismas tienen por finalidad mostrar la cultura de la nación anfitriona y en este caso se tomaron referentes muy prototípicos galos como María Antonieta decapitada, santa Juana de Arco y, supongamos, que el tercero no fue “La Fiesta de los Dioses” sino “La Última Cena”; pues esta pintura, aunque se encuentra en Italia ha tenido mucho influjo en la cultura francesa (¿recuerdan la película El Código Da Vinci?). De hecho, su autor murió en Ambois, ciudad que dista dos horas de París, debido a que fue invitado como pintor de la corte por Francisco I.
Otro dato, quizás, desconocido, es que este italiano era homosexual, sí el autor de La Última Cena pertenecía a lo que, en la actualidad, se denomina el colectivo LGBTIQ+++. Dicha aseveración está sustentada por el dilatado juicio por sodomía al que fue sometido y que se le perdonó, quizás, por su genialidad, eso sí a cambio de que no vuelva a “delinquir”. Además, esta pieza ha sido parodiada un sinnúmero de veces, en la fotografía que observan se ve las múltiples ocasiones en que se lo ha hecho yendo desde los Simpsons, pasando por los Looney Tunes y continuando con muchas otras series televisivas. De hecho, es tal su popularidad que, a pesar de ser una obra renacentista, inconscientemente podría decirse que forma parte del arte pop.
Así, volviendo a suponer que la puesta en escena se basó en el mural que se halla en Milán, seguramente la razón de elegir esta iconografía sobre una de corte islámico no hubiese sido por miedo a las repercusiones sino porque Francia, cultural e históricamente, es un estado católico y, por ende, sus referentes van a tener dicho sustrato. Una particularidad que debe acotarse y subrayarse, de ser el caso que hubo una intencionalidad de irrespetar un símbolo sagrado, es que en territorio galo existe una larga tradición de laicismo y anticlericalismo; de hecho, la blasfemia no solo tiene el estatus de legal, sino que es catalogada como un pilar esencial en la libertad de expresión. Por lo tanto, figurando que la performance tuvo como propósito burlarse, aunque todas las pruebas presentadas demuestran lo contrario, se estaba apelando a mostrar uno de los valores de esta nación europea, en clara concomitancia a la función que posee el show de apertura en los Juegos Olímpicos.
La inclusión de diversidades sexo genéricas en la presentación, como yo lo veo, más bien puso sobre la palestra que la cultura gala de la actualidad es inclusiva y abierta; por lo tanto, carecen de problema que un grupo de drag queens hayan formado parte de este performance tan mediático, pero aún si se hubiese tratado de evocar una escena proveniente del Nuevo Testamento ¿cuál es el problema? acaso ¿sólo puede hacerlo gente heterosexual?, ¿son tan indignas las personas del colectivo LGBTIQ+++ para representar algo así? Pues este tipo de pensamiento sólo tiene una catalogación denominada homofobia.
Varios grupos se excusan diciendo que esta condición no existe y es una invención; sin embargo, ellos mismos son capaces de conjeturar e interpretar situaciones a conveniencia con el único objetivo de desprestigiar esta causa, que aún es larga. Definitivamente, todavía disgusta lo diferente, lo que carece de la estética a la que nuestros cerebros están condicionados, muchos prefieren vivir en la burbuja en vez de entender y abrazar la diversidad que, sin duda, es la característica por antonomasia del ser humano.
Humano curioso, observador y pensador innato. Amante de la historia, cultura y geografía. Licenciado en Gestión Cultural por la Universidad de Los Hemisferios (Quito); máster en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla (Sevilla); especialista en Gestión de Museos y Centros Culturales por la Universidad del Azuay (Cuenca). Se dedica a la investigación de manera independiente y su área principal de indagación está centrada en la historia arquitectónica, social y cultural de la capital azuaya y sus alrededores.