Un pueblo colonizado, domesticado, con libertad condicionada rinde tributo a la colonialidad.
La Constitución de Montecristi contempla derechos, muchos de ellos desconocidos porque el Estado no lo ha socializado de buena fe y también la población, las comunidades, pueblos y nacionalidades no hemos leído. Al Estado le conviene la ignorancia ante los derechos. El conocimiento de los derechos humanos, políticos, económicos y sociales deberían ser parte fundamental de la educación en todos los niveles. Esto nos haría críticos, reflexivos y practicantes de derechos para enrumbarnos en un sociedad justa plurinacional e intercultural, se disminuiría el racismo que late en las venas de ciertos mestizos y colonos. Hoy en día fortalecido desde el gobierno de las oligarquías que afloró en todas sus expresiones y formas a propósito del paro nacional.
Experimento con tristeza que no hemos superado, cuando siento las miradas acres, de odio al cruzar los espacios públicos, al tomar el bus. Inclusive entre dientes murmuran “terrorista”, “india”. Viene a la mente rápidamente la década de los sesenta y setenta del siglo pasado esas miradas coloniales. Entonces, ¿estamos todavía en un territorio colonial? Se continúa dándose en nuestras vidas, ¿cómo se siente y se afronta una mirada colonial? Y allí se revive lo que dijo Fannon, una mirada colonial es considerarte menor, inferior, un objeto desechable.
La categoría “indio” responde a un error histórico, fue creado por España y luego afirmado por países colonialistas y el neocolonialismo. En base a esta categorización el colonizador mediante el poder del Estado ha venido racionalizando y justificando la dominación y la posición de privilegios. Antes no habían indios sino pueblos y naciones del Abya Yala con una identidad propia, cultura, lengua, territorio y constituyéndose en nacionalidades (Kichwas. Aymaras, Mayas, Aztecas).
En las comunidades de pueblos nativos está normalizado la racialización, el menosprecio. Expresan que “ya no hay racismo, eso era antes”. Las leyes hoy en día nos favorecen, no obstante, no basta que se contemple en la Constitución. Es evidente que hay que pelear esos espacios para el ejercicio de nuestros derechos. En el caso de la justicia indígena, en una investigación, manifestaron “tenemos espacios ganados, los jueces del cantón ya respetan a las autoridades indígenas. La justicia ordinaria, respeta y colabora en los casos que hemos tenido. Cuando ha habido caso de personas individuales que se han ido a la justicia ordinaria, ellas son respetadas, entonces ya estamos ejerciendo nuestra justicia” (Chukidel, 2023).
El Estado garantiza nuestros derechos, artículos 1, 10, 57 y 171; hay un marco legal que nos habla de sujetos de derechos a las comunidades, que el castellano, el kichwa y el shuar son lenguas oficiales. Sin embargo, en las instituciones públicas y privadas no se puede comunicar en lengua nativa, caso patético de los jueces de Quito en la audiencia de juzgamiento a los 12 detenidos de Otavalo que no permitieron a la defensa la comunicación en kichwa; esto, a más de ser una violación de derechos es una clara demostración de racismo e inferiorización al “otro diferente”. La lengua es una facultad propia del ser humano y en este sentido se halla íntimamente vinculada a la comunidad de sus hablantes, a los individuos que lo utilizan para comunicarse y aprehender el mundo que los rodea, sin embargo los juzgadores y autoridades nos silencian.
Por tanto, para no tener “malos momentos”, ser “objeto de burlas” y aislamiento se tiene que aceptar y hacer lo que digan las autoridades mestizas. Nos atemorizan y entonces “tenemos miedo de reclamar y ejercer nuestros derechos”. Algo similar ocurre en los bancos, en el Registro Civil, en las oficinas de licencia de manejo y en las iglesias que se obliga a despojarnos de nuestra vestimenta. Y entonces qué distancias hay para ser una sociedad intercultural y plurinacional.
Las comunidades y el pueblo todavía están colonizadas, no existe una independencia real. Hablamos de Independencia de Cuenca (3 de noviembre), de Loja, (18 de noviembre) y de otras; sin embargo, seguimos dominados política, cultural y económicamente y en este sentido calza muy bien la expresión “último día de despotismo y primero de lo mismo”. Estamos emboscados en arquetipos de pensamiento prejuiciados. Si para ejercer derechos se tiene varios obstáculos, sea por miedo o desconocimiento, moldeado, colonizado por un flujo de tribialidades, aceptado sin crítica, ¿qué va a ocurrir cuando el sector oligárquico pretende borrarlos? Cabe cuestionar ¿cuánto de colonialidad existe en las ciudades y el sector político y económico? ¿Qué cambios hay hoy en día después de 533 años? ¿Cómo se rinde tributo a esta colonialidad? Pues diríamos, sin educación, salud, sin trabajo, sin seguro social, sin justicia, sin dignidad humana y con el planeta Tierra destruido.
En este sentido, no es prioritario escribir una nueva constitución en la que se corre el riesgo de perder los derechos alcanzados mediante luchas históricas; no es posible perder en papeles lo que con sangre hemos conseguido, por cuanto el estado colonial jamás ha considerado otorgar derechos a las clases sociales pobres y a los pueblos nativos. Enfrentamos un escenario del poder, que nos ha quitado la capacidad de pensar, ha erosionado el pensamiento crítico, la cultura es entendida como decoración y mercancía con una libertad condicionada. Y en esta realidad, la decisión está en nuestras manos. No dejemos que nos corten nuestros derechos y sueños de vivir con dignidad, libertad y justicia. No permitamos el retorno a un Pachakutik de la oscuridad.
Shuk shunkulla. Shuk yuyaylla, Shuk shimilla. Shuk makilla, kana kanchik.
Portada: imagen tomada de https://n9.cl/67mwfl

Nativa de Saraguro. pertenece a la nacionalidad Kichwa. Estudió en Zamora en la Escuela de Líderes. Cursó estudios universitarios en Cuenca. Es abogada, tiene estudios en lengua y literatura, es magister de Estudios de la Cultura y un Diplomado en Educación Intercultural Bilingüe. Maestra de secundaria y educación superior, investigadora. Ha publicado varias obras, así como artículos en revistas y periódicos. Ha desempeñado varios cargos vinculados a Educación Bilingüe. Es conductora del programa Ñukanchik llata Kashpa (Nuestra identidad) en la Radio comunitaria de Saraguro “KIPA RADIO”, FM 91.3.