En el reciente mes de noviembre se cumplió un aniversario más del inicio del levantamiento de Túpac Amaru (4 de noviembre de 1780) que, después de casi un año, terminó con el asesinato y masacre a los pueblos originarios. A 241 años, cuánto de sus ideales interpela a la sociedad actual y al Estado colonial para lo cual traigo a la memoria este hecho histórico.
Ningún movimiento conmovió tanto los cimientos del orden colonial de Latinoamérica como el masivo levantamiento de los pueblos originarios de Perú, Bolivia, Chile, Argentina. Algunas de las populosas ciudades de la región fueron sitiadas y ocupadas por las fuerzas rebeldes. Estas fuerzas contaron con el apoyo de algunos mestizos de los centros urbanos.
El corazón del imperio español era el espacio económico atravesado por la ruta que unía Lima con Buenos Aires estuvo articulado alrededor de Potosí –el gran centro mundial de explotación de la plata– con ciudades mineras como Puno y Oruro, así como en torno a zonas productoras de granos, azúcar y aguardiente como Cochabamba, Arequipa, Ollantaytambo, las yungas y Abancay, a más de los alrededores del Cuzco con los obrajes textiles.
La región estuvo habitada por poblaciones descendientes de las grandes confederaciones kichwa, de los reinos aymaras, los puquinas y otros pueblos que trabajaban en las minas, en los obrajes, en los centros urbanos o en las haciendas. De estas comunidades la corona española obtenía los recursos fiscales, la minería se movía a través del trabajo forzado mediante la mita que era la boca que engullía a los trabajadores. Ahondó la crisis el traspaso del Alto Perú a la órbita de Buenos Aires y la consiguiente articulación de la minería de plata con el Atlántico, los tradicionales circuitos mercantiles que por siglos habían unido a Lima, la sierra sur peruana y Potosí cambiaron. La canalización del comercio de importación-exportación por el puerto de Buenos Aires, hizo que las principales actividades productivas cuzqueñas –el azúcar, la coca, los textiles– compitieran cada vez en peores condiciones en el espacio económico andino (Serulnikov Sergio, 2010, p,62)
El aumento de la alcabala y la instalación de aduanas para garantizar su cobranza, así como el aumento del impuesto al aguardiente y tabaco agravó la situación de productores, mercaderes y consumidores. Todos los sectores sociales se vieron afectados el descontento social no se limitó a los sectores indígenas.
La magnitud del alzamiento desbordó a la milicia local. Tuvieron que despacharse ejércitos desde Lima y Buenos Aires. Solo en el Cuzco se movilizaron más de 17.000 soldados. Tras este levantamiento quedaron nombres históricos y un pensamiento que hoy continúa hablándonos: la conciencia histórica y el imaginario político de los pueblos nativos de esa región. José Gabriel Condorcanki, Tupac Amaru II, un curaca de la provincia de Canas y Canchis se levantó para reivindicar el nombre y la lucha de Tupac Amaru I, el último inca asesinado.
Los dramáticos levantamientos de 1780 constituyen un momento insoslayable en la historia de los países andinos. Luchas que han asumido variadas encarnaciones a lo largo del tiempo. Así para el siglo XX, la conjunción de importantes cambios políticos, el desarrollo de movimientos sociales y la influyente prédica de intelectuales indigenistas y marxistas de variada inspiración contribuyeron a la gestación de una nueva narrativa. A partir del levantamiento de junio de 1990 en Ecuador se registran los primeros ensayos de reconocimiento a los pueblos y nacionalidades como sujetos de derecho, se implementaron programas de educación intercultural bilingüe y de salud. En línea de esto se encarna también el levantamiento de 0ctubre de 2019 gesta heroica con la muerte de 11 compañeros y un centenar de heridos.
En este nuevo clima de luchas y resistencias la gesta patriótica del prócer de la Independencia latinoamericana Túpac Amaru aparece ahora como la encarnación de la resistencia de los pueblos del Abya Yala a la opresión colonialista y neocolonialista. Las luchas anticoloniales ahora no solo son étnico-culturales, son en esencia geopolíticos con un fuerte componente de clases. En este sentido la gesta patriótica de Túpac Amaru y sus ideales de liberación o autodeterminación de los estados y pueblos sigue vigente y desde su sitial contemplará satisfecho el caminar de los pueblos.
La expansión de este monopolio capitalista y depredadora de la Madre Tierra ha incrementado mayor violencia estatal y los grupos económicos de poder se enriquecen cada día más a sacrificios de los más desposeídos. La pobreza, el hambre y la carencia de trabajo conduce a mayores conflictos sociales, a los que el Estado mira de reojo y cree solucionar criminalizando las luchas sociales e incrementando los centros carcelarios para luego matarlos. Es el caso de lo ocurrido el viernes 12 de noviembre, una masacre a personas privada de libertad en la penitenciaria del Litoral, reflejo de toda la descomposición del Estado y que es el inicio de un período de terrorismo de un narco-estado, suscitado y alimentado por el mismo Estado debido a su irresponsabilidad y abandono a estos seres humanos considerados como de tercera clase. No se soluciona con la militarización de calles, centros penitenciarios y territorios. No se puede permitir esto, porque si se naturaliza la militarización en las calles estamos viviendo un estado de dictadura, de genocidio. Y quienes somos víctimas, como dijo Fannon: “Los condenados de siempre”.
En conclusión, los estallidos sociales son repertorios de acción colectiva. Tienden a pensar sus demandas en términos de derechos generales y bienestar colectivo puesto que los motivos de descontento no obedecen a abusos particulares sino a políticas estatales y tendencias socioeconómicas globales. Los estados coloniales no han cesado en sus políticas etnocidas, xenófobas, racistas de despojo hacia los pueblos originarios, de políticas privatizantes y de mayores impuestos a los sectores sociales medios y pobres.
Estos días existen campañas agresivas contra los mapuches en Chile y Argentina, hay una agresión brutal por parte de las fuerzas represivas en apoyo al Estado y sus corporaciones para el despojo ilegal de los territorios ancestrales. Es una situación angustiante que se vive. Este contexto nos lleva a pensar ¿cuál es nuestro papel como sociedad?, ¿cómo conciliar las masacres de hombres, mujeres y niñxs por las mineras, petroleras y corporaciones de capitales extranjeros?, ¿cómo conciliar las masacres en el interior de las cárceles acusadas y sentenciadas por delitos menores por su condición de clase frente a criminales y delincuentes de cuello blanco que andan libres para quienes la justicia es “sorda, ciega y muda” ?, ¿por qué pensar y esperar sólo en la lucha de los pueblos andinos originarios y de sus líderes? cuando la crisis nos afecta a todos y todas.
Fannon nos plantea que es necesario conectar los ciclos de lucha de lo pasado hasta las próximas luchas porque a partir de ellas hay experiencias de vida para pensar, desear y crear estrategias para poder avanzar ante las trabas y obstáculos que nos ponen cuando intentamos avanzar. Pues son estas experiencias históricas y colectivas a la que los pueblos nativos apelamos para dotar de sentido y continuidad a nuestras luchas de resistencia. Es decir, tenemos que amalgamar nuestras luchas y las experiencias porque todxs somos actores políticos de grandes tendencias económicas y sistemas de pensamiento, solo la conciencia social, la solidaridad y la unidad nos ayudará avanzar hacia la liberación y la construcción de un nuevo Estado humano y plurinacional.
Nativa de Saraguro. pertenece a la nacionalidad Kichwa. Estudió en Zamora en la Escuela de Líderes. Cursó estudios universitarios en Cuenca. Es abogada, tiene estudios en lengua y literatura, es magister de Estudios de la Cultura y un Diplomado en Educación Intercultural Bilingüe. Maestra de secundaria y educación superior, investigadora. Ha publicado varias obras, así como artículos en revistas y periódicos. Ha desempeñado varios cargos vinculados a Educación Bilingüe. Es conductora del programa Ñukanchik llata Kashpa (Nuestra identidad) en la Radio comunitaria de Saraguro “KIPA RADIO”, FM 91.3.