Sin duda, el uso del automóvil privado trae consigo varias ventajas desde el punto de vista individual, con las cuales es difícil competir: comodidad, seguridad, estatus e inclusive costo. Por ello, una pregunta recurrente en mis clases suele ser: “¿Cómo desmotivar el uso del vehículo privado para lograr una ciudad más sustentable?”. La respuesta es que no hay una única estrategia, sino la conjunción de varias; y, que además, todas ellas traen consigo pros y contras, razón por la cual no es una tarea fácil.
Una de las principales estrategias que algunas ciudades han aplicado es el hacer que sea más costoso tener y usar un automóvil. Por ejemplo, tarifar parqueaderos, cobrar peajes o incrementar sustancialmente los impuestos al rodaje (por el uso de vías y espacio público). Si bien estas ideas son pertinentes, se debe considerar que al hacerlo estamos, de una u otra manera, dando la posibilidad a que únicamente los ciudadanos con mayores recursos tengan el “derecho” a circular en vehículo. Dentro de las estrategias de este tipo se encuentra la tan debatida eliminación o reducción del subsidio a la gasolina, la cual, muy probablemente desmotivaría el uso del vehículo. Pero, mucho ojo, no se puede aplicar una estrategia de este tipo de manera indiscriminada, porque no es lo mismo aumentar 40 dólares mensuales en el presupuesto de una familia de altos ingresos, versus una familia que gana el básico y que usa su camioneta para traer sus productos agrícolas a la ciudad. Por lo que, esta estrategia tendría que obligatoriamente aplicarse con un plan que diferencie entre niveles socio-económicos, o por lo menos entre tipo de vehículo.
Otras ciudades han optado por lo que se conoce como la política de restricciones. Una de las más comunes es la restricción vehicular por placas. El pro es que se reduce el número de vehículos en circulación en ciertos períodos; el contra es que algunos ciudadanos buscan la manera de solucionar el inconveniente a través, por ejemplo, de la compra de otro vehículo con placa diferente, convirtiéndose entonces en un círculo vicioso.
Cada vez con más frecuencia, se están aplicando las estrategias de pacificación del tránsito. Estas consisten en forzar velocidades más bajas de los vehículos a través de carriles de anchos reducidos, parámetros geométricos de diseño urbano que priorizan la seguridad de los peatones y ciclistas, reductores de velocidad, plataformas únicas, entre otras. Para poner en el contexto local, las supermanzanas que se están socializando desde el Municipio de Cuenca en estos momentos, aplican estas estrategias. Estas intervenciones se caracterizan por ser económicas ya que no requieren inversiones demasiado onerosas y se pueden implementar poco a poco. La mayoría de los lectores se preguntarán qué contra puede provocar una estrategia como esta; pues, aunque parezca inverosímil, al mejorar la habitabilidad y la caminabilidad de los barrios, aumenta el valor del suelo, en muchos casos produciéndose procesos de gentrificación (reemplazo de la población original por población de más altos ingresos).
Por lo expuesto, ratifico lo que mencioné en un inicio de que la solución es una conjunción de muchas estrategias pero aplicadas con cautela. Por ejemplo, aumentar los costos pero de manera diferenciada por el nivel socio-económico; pacificar el tránsito pero con herramientas de gestión del suelo que no permitan una especulación.
Pero, sin lugar a dudas, ninguna estrategia para desmotivar el uso del vehículo privado funcionará si no existen condiciones adecuadas para los otros modos. Por lo tanto, a la pregunta “¿Cómo desmotivar el uso del vehículo privado?”, yo diría que el primer paso es ofertar un buen sistema de transporte público y garantizar buenas condiciones para caminar y/o ciclear. Estos modos deben, a su vez, facilitar la intermodalidad (foto 2), ya que la movilidad no motorizada es adecuada para distancias cortas, pero no para viajes largos.
El vehículo privado seguirá siendo imprescindible en nuestras ciudades, lo importante es que la dependencia en él, o su uso indiscriminado, no mine las condiciones para los otros modos.
Fotografías: Archivo propio
Doctora en Arquitectura y Estudios Urbanos de la Universidad Católica de Chile. Máster en Arquitectura por la Universidad de Kansas-EEUU. Docente/investigadora en la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Azuay desde el año 2009. Coordinadora de Investigaciones de la Facultad y Directora de la Maestría de Arquitectura. Docente en diferentes módulos de posgrado a nivel nacional. Ha sido Secretaria de Movilidad y Directora de Planificación del Municipio de Cuenca. Sus trabajos de investigación, publicaciones y ponencias se centran en la ciudad con un énfasis en la movilidad y el transporte.