La Madre Tierra, la madre que nos dio la vida y la que nos redimirá en su vientre cuando terminemos nuestra misión. Ella es cuna y tumba, es una divinidad viva, por ello rendimos culto y veneración, es el laboratorio donde aparecieron todos los seres (V. Bascope, 2008).
La lucha por la defensa de los territorios es histórica, más de 500 años sembrando y resembrando las semillas; cuidando y viviendo con los ecosistemas, comprendido estos como conjuntos de sistemas de vida coexistentes en estrecha relación de interdependencia.
Últimamente muchos académicos y la ciencia están despertando y señalando que el futuro de la humanidad es volver los ojos a la Tierra. Esto implica valorar los conocimientos, las formas de vida de la fauna y flora que junto con los humanos coexistimos en la tierra. Sin lograr comprender la estrecha relación y dependencia de la humanidad con la Tierra hemos llegado al momento actual en que la Madre Tierra llora, está amenazada por la voracidad de los grandes capitales y empresas mineras nacionales y transnacionales que pretenden destruir los páramos, los lugares donde viven las comunidades, las cumbres espacios de rituales y ceremonias a los apus.
¿Por qué las comunidades y pueblos nativos son los llamados a defender la Tierra, el Agua?
Para entender por qué las comunidades campesinas e indígenas son los que defienden los territorios ancestrales el agua y la biodiversidad, me referiré a que en su filosofía de vida se mantiene un vínculo con la Tierra, con el origen, el útero.
Los ancestros y ancestras comprendieron que el territorio es el fundamento filosófico y político para alcanzar el Buen Vivir, así como la autonomía y la libre determinación. Entendieron que el RUNA – ser humano– es un punto en la gran red del cosmos. Una vibración tripartita, el cosmos vibra con la Tierra y este con todo lo que existe en ella. Todo está integrado para el desarrollo de la vida. Ellas y ellos conocieron lo que ahora llaman la bioenergía cuántica. Y en este sentido, para las comunidades fue y es tan importante la Chakana, pues es un mapa cuántico que guía todo un camino de existencia ligado a ciclos bioagroecológicos.
En esa filosofía somos energía, la conciencia va del uno, Yo, hacia el nosotres. Se preocupa de su yo, la familia y la comunidad, porque comprende que la vida es posible en un territorio y en comunidad. Es el nosotres antes que el Yo o el Tú; la realización del Yo y el Tú es posible en el nosotros. El Yo y comunidad forman una pareja, el jiwasa; allí muere el yo individuo y forma un todo integral. El estar y ser de la Tierra implica un wiwanakuy, la crianza mutua, el crecer y aprender juntos, para que el RUNA –hombre o mujer– sea un bien centrado en la espiritualidad comunitaria. Es decir, la existencia de una inseparable y esencial relación biocultural. Estos conocimientos todavía perviven en las ancianas mujeres y hombres que viven en armonía con los cerros, las montañas, el agua. Bajo esta lógica de vida tratamos de estar conscientes, de lo que estamos haciendo conmigo mismo y con la comunidad y esa comunidad de hoy para la vivencia comunitaria del futuro.
Volviendo al Ser viviente, este tiene tres niveles: emoción –sentimiento– conciencia y este se relaciona con los tres pacha-mundos, el kay pacha, hawa pacha y el uku pacha del mundo andino. Estos tres mundos están abrazados por dos serpientes (Sachamama y Yakumama) que se entrelazan formando un todo (J. Lajo), lo que nos explica que todos somos complementarios de una realidad material y espiritual.
Este sentimiento y conciencia la educación de occidente mecanicista materialista nos ha hecho olvidar, haciendo que miremos hacia otro lado y con la globalización nos han creado un sentido de acumulación, dinero y consumismo.
Activemos la reflexión y sensibilidad para encender nuestros corazones, para salir del embrujo oligárquico porque las políticas extractivistas fomentan la destrucción de ecosistemas vitales y la violación de derechos individuales y colectivos. De ahí que, la defensa del agua, la vida y la soberanía territorial es primordial. Aún más con la apertura del catastro minero se pone en peligro la vida del planeta y su diversidad.
Hoy es importante meditar hacia dónde estamos caminando como humanidad. ¿Estamos llevando esa energía hacia nuestros miedos, hacia nuestros egoísmos acaparando todo, acumulando todo solo para una persona? Pienso que la alternativa es la comunidad porque ella podrá dar a cada cual lo mejor y así formaremos una sociedad diferente centrada en el tinkuy material y espiritual, en la cual es posible vivir en paz, con dignidad y libertad.
Foto tomada de: https://n9.cl/gwf3k

Nativa de Saraguro. pertenece a la nacionalidad Kichwa. Estudió en Zamora en la Escuela de Líderes. Cursó estudios universitarios en Cuenca. Es abogada, tiene estudios en lengua y literatura, es magister de Estudios de la Cultura y un Diplomado en Educación Intercultural Bilingüe. Maestra de secundaria y educación superior, investigadora. Ha publicado varias obras, así como artículos en revistas y periódicos. Ha desempeñado varios cargos vinculados a Educación Bilingüe. Es conductora del programa Ñukanchik llata Kashpa (Nuestra identidad) en la Radio comunitaria de Saraguro “KIPA RADIO”, FM 91.3.